Hizo un mundo a sus anchas, propio, de él, con plena libertad, nunca frenó sus intenciones. Las críticas, el “qué dirán” lo echó a un lado. Vistió en el cuerpo lo que mejor le pareció e hizo con su pelo y andar lo que quiso.
Un día en pantalones cortos y ceñidos a la piel. Otro en mini faldas, “hilos”, licras, blusas, vestido largo, tacones y disfraces… También se le vio de “cicpc” y vigilante, de cristiano con biblia en mano, corbata y zapatos pulidos. “Todo un señor”… Era la sensación de las fiestas de San Benito con un particular baile que definía su condición. Le gustaba, era creyente.

Alababa, iba a los cultos evangélicos, pero también entraba a la iglesia, se persignaba frente a la catedral, rogaba a la virgen. También interpretaba vallenatos, gaitas y guarachas del Gran Caribe.
Por las calles lo veías a cualquier hora haciendo un recorrido sin destino, disfrutando su caminata. Todos lo miraban y muchos se acercaban para grabar vídeos, mensajes, saludos de cumpleaños, piropos, felicitaciones y hasta un “te quiero” para alguien el día de la boda. Un ser sin precedentes.
De los vehículos en marcha le lanzaban, saludos, besos, carcajadas y gritos propios del zuliano que hace chistes de esos seres que nacieron distintos, de esos egocéntricos que siempre dejan huellas.
A la edad de 37 años se fue Dervis Chapman (cuyo nombre supe después de consultar a un vecino suyo) pues siempre lo conocimos con el mote de Amaranta y así quedó grabado en el recuerdo del cabimero con un sinfín de anécdotas especiales que acababan con “Pal chupe”.
Por Mervis Salgueiro.