Deportes.- El cuadrilátero del Pabellón de Karate en el Centro Olímpico de Santo Domingo se convirtió en un escenario de caos y violencia. La noche prometía emociones fuertes con el combate entre el experimentado Norbelto Jiménez y el invicto Marcelino Nieves, quien regresaba al boxeo activo tras un largo paréntesis. Sin embargo, el desenlace de la velada trascendió lo deportivo para instalarse en la polémica y la agresión física.
La contienda, que había generado una notable expectación entre los aficionados locales, llegó a su fin con la decisión de los jueces. El veredicto favoreció a Norbelto Jiménez, cuyo equipo celebró efusivamente la victoria al escuchar el fallo y ver al árbitro Smailyn Valdés levantar su brazo en señal de triunfo. Este momento de júbilo para unos se transformó en la chispa que encendió la ira en el bando contrario, desatando una confrontación que rápidamente se tornó violenta.
La protesta del equipo de Marcelino Nieves subió de tono de manera alarmante. Los reclamos verbales se transformaron en empujones e intentos de alcanzar al árbitro Smailyn Valdés, a quien consideraban directamente responsable de la derrota. El oficial del ring, percatándose de la creciente hostilidad, intentó abandonar el encerado en busca de seguridad, pero sus esfuerzos fueron en vano ante la determinación de los airados miembros del equipo perdedor.
Atrapado en el ring, Valdés se vio indefenso ante la lluvia de golpes que comenzaron a impactar su cuerpo. La situación se agravó aún más cuando un espectador, enardecido por la decisión arbitral, saltó al cuadrilátero para sumarse a la agresión. La escena de violencia se propagó rápidamente, generando un clima de tensión y peligro para todos los presentes.
Consciente del riesgo que corría su integridad física, Smailyn Valdés reaccionó con rapidez y buscó una vía de escape. Logró zafarse del asedio y corrió fuera del alcance de sus agresores, refugiándose para evitar males mayores. Este lamentable episodio trajo a la memoria de muchos aficionados un incidente similar ocurrido en junio de 2024, también con Valdés como protagonista, cuando fue atacado por un boxeador molesto con una detención temprana del combate.
En aquel precedente, Valdés incluso respondió a la agresión, lo que intensificó la controversia. Sin embargo, en esta ocasión, su prioridad fue clara: preservar su seguridad ante la violencia desatada. Este nuevo escándalo subraya la necesidad urgente de abordar la intolerancia y la falta de deportividad en el boxeo, recordando que la pasión por el deporte nunca debe justificar la agresión y el riesgo para la integridad de los involucrados.
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