POR: ABG. NILMARY BOSCÁN MALDONADO
Una de las etapas más trascendentales en la vida de una persona es la extraordinaria llegada de un hijo, siendo un momento memorable de emociones indescriptibles, que representa la extensión de nuestra existencia. Como padres tenemos derechos y deberes que cumplir, procrear debería ser un acto responsable basado en una crianza de valores y principios donde siempre prevalezca el respeto, el amor, la comprensión y la comunicación.
Los padres influimos directamente en los hijos mediante el ejemplo, razón por la que debemos actuar con integridad, para que nuestras conductas sean coherentes y que ellos tengan un patrón correcto a seguir. Si en una familia predomina la agresividad, ese patrón se normaliza en los hijos y lamentablemente van a adoptar las mismas actitudes violentas.
Si en el hogar alguno de los progenitores grita, ofende, lanza cualquier cosa que se le atraviese en el camino, hace berrinches, dice malas palabras, no es educado, es egoísta y tiene un sinfín de conductas altamente nocivas que se manifiestan cada vez que agarra una rabieta, lo más probable es que sus hijos actúen de la misma forma, porque los niños son como esponjas que absorben todo lo que ven. Y ¿Qué sucede cuando el niño actúa agresivamente? Lo más probable es que los padres agresivos, culpables de esa conducta le den una buena “pela” a punta de correa, para que el “muchachito” aprenda a respetar, pensando que de esa manera están corrigiendo. No se detienen a reflexionar, el porqué de la actitud del niño y menos a recapacitar que esa conducta negativa tiene que ver con el mal ejemplo que le están dando a sus hijos.
La crianza no debe ser a golpes, así no se corrige, comprende que tus hijos no van a entender hasta que les expliques sobre las consecuencias de su mala conducta. Los padres deben mantener una buena comunicación con sus hijos y hablar sobre lo bueno y lo malo.
Hay que actuar de inmediato al momento de una desobediencia o una mala acción y corregirlos con carácter, conversando sobre su mal proceder y las derivaciones que de allí se desprenden, escuchando también sus inquietudes. No se trata de ser padres “débiles”, más bien de tener la integridad y el carácter (firmeza en nuestras acciones y decisiones) para guiarlos adecuadamente. Debemos enseñarlos a respetar las normas y reglas del hogar teniendo la costumbre de disciplinarlos de manera adecuada y consecuente. En nuestra cultura existe la frase “una nalgada a tiempo”, probablemente muchos han incurrido en una simple “nalgadita” que al final no representa la orientación adecuada y firme que debe recibir el niño o adolescente.
LA LEY ORGÁNICA DE PROTECCIÓN AL NIÑO, NIÑA Y ADOLESCENTE, establece que “todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho al buen trato. Este derecho comprende una crianza y educación no violenta, basada en el amor, el afecto, la comprensión mutua, el respeto recíproco y la solidaridad. El padre, la madre, representantes, responsables, tutores, tutoras, familiares, educadores y educadoras deberán emplear métodos no violentos en la crianza, formación, educación y corrección de los niños, niñas y adolescentes. En consecuencia, se prohíbe cualquier tipo de castigo físico o humillante”.
Por otra parte, el Artículo 254 establece lo siguiente: “Quien someta a un niño, niña o adolescente bajo su autoridad, Responsabilidad de Crianza o vigilancia a trato cruel o maltrato, mediante vejación física o síquica, será penado o penada con prisión de uno a tres años, siempre que no constituya un hecho punible será sancionado o sancionada con una pena mayor. El trato cruel o maltrato puede ser físico o psicológico. En la misma pena incurrirá el padre, madre, representante o responsable que actúe con negligencia u omisión en el ejercicio de su Responsabilidad de Crianza y ocasionen al niño, niña o adolescente perjuicios físicos o psicológicos”.
Toda corrección debe basarse en el respeto y debe tener como finalidad orientar y hacer ver al niño o al adolescente las consecuencias de sus malas conductas, para que vaya forjando su capacidad de discernir entre lo que bueno y lo malo. En estos tiempos donde es común la desobediencia, nos corresponde como padres disciplinar a nuestros hijos, dirigiendo las acciones correctas a los fines de que aprendan sobre la importancia del respeto, haciéndoles ver que uno recoge lo que siembra y el buen proceder siempre dará buenos frutos para su vida.
Es triste enterarse por las noticias de casos atroces perpetrados por padres que maltratan a sus hijos sin importar la edad. Estas agresiones van desde golpes, mordeduras, encierros, mutilaciones, latigazos, quemaduras, privaciones de agua y alimentos y un sinfín de acciones delictivas y sádicas que van en contra de la vida y la salud del niño, niña y adolescente.
Ciertamente, vivimos tiempos donde la perdida de principios y valores va en aumento, los padres debemos orientar, supervisar y hablar con nuestros hijos sobre los desafíos a los que pueden enfrentarse, además de educarlos para que no caigan en situaciones que perjudiquen su integridad física, mental y emocional. Los hijos son nuestra responsabilidad y somos garantes de cuidarlos con amor y disciplina. Así mismo reforzar en ellos la importancia de cumplir son sus deberes y responsabilidades.
Ahora bien, al momento de corregir la violencia no es opción, porque tomando en cuenta el tipo de agresividad, el progenitor violento estaría inmerso en el delito de trato cruel y en vez de educar estaría poniendo en riesgo la integridad física y mental del hijo, así como también estaría implicado en el delito de trato cruel.
Hay quienes son detractores de las leyes en materia de niños, niños y adolescentes, alegando que son permisivas, siendo una mala interpretación, pues en las misma se establecen no solo derechos sino también deberes. La norma busca garantizar el ejercicio y el disfrute pleno y efectivo de sus derechos y garantías, a través de la protección integral que el Estado, la sociedad y la familia deben brindarles desde el momento de su concepción.
La crianza debe tener tres elementos básicos: amor, comunicación y respeto, no es necesario recurrir a la violencia irracional causante de graves daños en los niños: lesiones, problemas psicológicos, ansiedad, depresión, suicidios, y hasta la muerte. El trato cruel ocurre en casa, mientras se normaliza la bofetada, los golpes, los gritos, las ofensas, los correazos sin compasión, etc. Señoras y señores, esto no es educación, esto se llama maltrato. Un niño criado con violencia, sufre en silencio el escalofrío del miedo y la injusticia de la indefensión.
Padres y madres, es nuestro deber orientar, cuidar y corregir a nuestros hijos, estableciendo normas a cumplir, fomentando así la responsabilidad, enseñarles sobre las desventajas de la desobediencia y sus consecuencias. Como padres, demos el ejemplo, no hay que ser perfectos en todo, pero sí procurar no romper aquellas normas que han sido formuladas explícitamente y que dan forma al modelo de convivencia que se busca en casa.
No se trata de ser padres “blandengues”, procuremos educar con carácter, esa virtud que nos define cómo pensamos, actuamos y respondemos ante la vida. Es un reflejo profundo de nuestras convicciones, valores y decisiones.
El trato cruel es un delito penado por el sistema penal venezolano, porque para educar no hay que aplicar la violencia. Ama a tu hijo y cuídalo.
Abg. Nilmary Boscán Maldonado.
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