Curiosidades.- Seguramente todos conocemos a ese ser querido que habla «a mil por hora» mientras nosotros luchamos desesperadamente por seguir el ritmo de su conversación. O tal vez tú mismo has sido etiquetado como una «ametralladora verbal». Pero ¿y si no fuese culpa tuya ni de tu familiar parlanchín? ¿Y si el español fuera inherentemente más veloz que otras lenguas?
Si alguna vez te has planteado esta cuestión, no estás solo. La pregunta sobre qué idioma se habla más rápido ha fascinado tanto a lingüistas como a curiosos durante décadas, y la respuesta resulta mucho más compleja y fascinante de lo que podríamos imaginar.
Velocidad del habla: ¿qué idioma se habla más rápido?
Pero, antes que nada, resolvamos el misterio. Los investigadores efectivamente han descubierto que algunos idiomas se pronuncian a mayor velocidad que otros. Así que si nos centramos únicamente en la velocidad bruta –el número de sílabas pronunciadas por segundo– el japonés se lleva la medalla de oro. Según un estudio realizado en 2011 por investigadores de la Universidad de Lyon, citado por IFL Science, el japonés alcanza un impresionante ritmo de 7,84 sílabas por segundo.
¿Y qué hay del español? Pues resulta que quienes sospechaban que nuestra lengua es rápida estaban en lo cierto: ocupa un impresionante segundo lugar con 7,82 sílabas por segundo, prácticamente empatado con el japonés. Le siguen el francés (7,18), el italiano (6,99), el inglés (6,19), el alemán (5,97) y el mandarín (5,18).
Estos resultados fueron corroborados por los mismos investigadores en una investigación más amplia publicada en 2019, en que el lingüista François Pellegrino y su equipo confirmaron que, de los 17 idiomas estudiados, los más veloces en términos de sílabas por segundo fueron el japonés y el español, aunque con ligeras variaciones. El estudio situó al vasco en tercer lugar, al finlandés en cuarto y al italiano en quinto. En el otro extremo de la escala se encontraban el cantonés, el vietnamita y el tailandés.
Todo parece indicar que hay un claro ganador. Pero surge la pregunta: ¿es realmente «más rápido» un idioma simplemente porque admite más sílabas por segundo? La respuesta es rotundamente no, y la razón le sorprenderá.
Densidad de información: por qué las sílabas no lo son todo
Lo que Pellegrino y sus colegas descubrieron fue algo sorprendente: existe una correlación inversa entre la velocidad de pronunciación y la densidad de información. En otras palabras, los idiomas que se hablan más rápido tienden a contener menos información por sílaba.
El japonés, por ejemplo, tiene una estructura silábica extremadamente simple, generalmente una consonante seguida de una vocal, y solo cinco vocales posibles. En cambio, el inglés, aunque tiene cinco letras para representar vocales, cuenta con aproximadamente 20 sonidos vocálicos diferentes, según Atlas Obscura. Y una sola sílaba en inglés puede ser tremendamente compleja: por ejemplo, la palabra «strength» es un solo bloque con múltiples consonantes agrupadas.
¿El cerebro humano y su límite universal?
Lo más fascinante de todo esto es que, según el estudio publicado en Science Advances, cuando se toma en cuenta tanto la velocidad como la densidad de información, todos los idiomas estudiados transmiten información aproximadamente a la misma velocidad: unos 39 bits por segundo.

«Es como las alas de los pájaros», explicó Christophe Coupé, uno de los autores del estudio, a The Economist en 2019. «Puedes tener unas grandes que necesiten pocos aleteos por segundo o tienes que batir realmente las pequeñas que tienes, pero el resultado es prácticamente el mismo en términos de volar».
Esta compensación entre velocidad y densidad parece indicar que existe un rango óptimo de velocidades dentro del cual el cerebro humano puede procesar información de manera eficiente, independientemente del idioma que se hable.
¿Qué mide realmente la velocidad?
Vale aclarar que hay muchas variantes en juego. Por ejemplo, incluso dentro de una misma lengua, los hablantes no siempre emplean el mismo ritmo: el contexto, el estado de ánimo y el entorno influyen enormemente.
Así que, en definitiva, todo depende también depende de cómo definamos «velocidad». ¿Hablamos de sílabas por segundo? ¿De palabras? ¿De cantidad de información transmitida? ¿Del esfuerzo cognitivo que requiere procesar el mensaje? Como recuerda un artículo en Atlas Obscura, los lingüistas pueden medir velocidad en función del ritmo articulatorio, de la percepción subjetiva o incluso del grado de incertidumbre que se resuelve con cada sílaba, usando la teoría de la información de Claude Shannon.
En ese sentido, la cuestión se complica aún más cuando consideramos estos otros aspectos del lenguaje. Por ejemplo, algunos idiomas son más eficientes en cómo codifican la información. En español podemos omitir el pronombre personal («yo soy» por «soy»), mientras que, según Atlas Obscura, en hebreo ni siquiera existe el verbo «ser».
Más sorprendente aún es el caso del paamesa, un idioma hablado en una isla de Vanuatu, donde los posesivos incluyen información sobre la relación entre el hablante y el objeto. «Mi coco» no es simplemente eso, sino que puede significar «mi coco, que tengo intención de comer» o «mi coco, que he cultivado» o «mi coco, que usaré en mi casa de alguna manera distinta a comer o beber».
¿Entonces, cuál es el más rápido?
La respuesta, como suele ocurrir en ciencia, es «depende». Así que saltándonos muchas complejidades y si nos centramos únicamente en sílabas por segundo, el japonés gana. Pero si consideramos la eficiencia en transmitir información, todos los idiomas parecen haber evolucionado hacia un punto óptimo similar.
Es importante señalar que la mayoría de estos estudios se han centrado en lenguas europeas y de Asia Oriental, dejando de lado miles de idiomas fascinantes que existen en el mundo y que podrían desafiar todas nuestras suposiciones actuales.

Como en tantas otras áreas del conocimiento humano, lo que inicialmente parece una pregunta simple –¿cuál es el idioma más rápido– nos ha llevado por un fascinante recorrido que revela algo extraordinario: cada lengua parece haber evolucionado para alcanzar el equilibrio perfecto que permite al cerebro humano procesar información de manera eficaz.
Así que, la próxima vez que te parezca que alguien «habla rapidísimo», piensa que, en realidad, puede estar diciendo menos por sílaba. Y si tú hablas lento, tal vez tu idioma compense con una complejidad que hace cada palabra más rica. Porque en el fondo, como ocurre con casi todo en lingüística, la respuesta a «¿cuál es el idioma más rápido del mundo?» es: depende de a qué te refieras con rápido.
Editado por Felipe Espinosa Wang con información de Science Advances, The Economist, Atlas Obscura e IFL Science.