POR: GLORIA CUENCA
Finalizo esta trilogía sobre los demócratas de verdad, con Don Rómulo Betancourt. De los tres: Caldera, Villalba y Betancourt, fue a quien menos conocí. En un acto en la Universidad Central de Venezuela, homenaje a un escritor, cuyo nombre no recuerdo, fui con mi padre y Don Rómulo estaba allí. Preguntó papá, “¿Lo quieres conocer, Glorita?” “No, contesté. Para nada”. Él, respetuoso de mis decisiones, fue, lo saludó, sin que yo estuviera presente. Hablo de mediados del año 58, recién regresado el Ex-presidente Betancourt del exilio.
Creo que saben, queridos seguidores y contradictorios lectores: una parte de mi familia era pro comunista y anti adeca; otra parte medinista. En aquella ensalada ideológica, como he contado, elegí volverme comunista. Solo 20 años más tarde y después de 2 viajes a China recuperé la cordura.
Volvamos a Don Rómulo, mandó a la cárcel 3 veces a mi padre amado, y lo he perdonado, por ese hecho, desde lo más profundo de mí corazón, al comprender la razón política imperante en esos años. Vienen a mi mente, los argumentos y contra argumentos sobre esos sucesos. ¡Recuérdese, oía de boca de algunos de los dirigentes comunistas, lo que se decía sobre la situación! Mientras el gobierno de Acción Democrática, con apoyo de COPEI, exponía el más importante argumento: defendían la naciente y todavía débil democracia venezolana. Para cualquier demócrata, se trató de una argumentación, que se bastaba sola: la defensa de la democracia representativa, por la cual se luchó con intensidad, contra Pérez Jiménez. No era suficiente, los comunistas: querían hacer la revolución. En poco tiempo todo estaría resuelto. ¡Dios, que disparate! En esa época, pocos entre nosotros, entendía y menos comprendía, cómo es y funciona, la verdadera democracia, es la explicación que doy. La necesidad de lograr acuerdos y consensos, la posibilidad de escuchar opiniones, deseos, preguntas de quienes participaban en el proceso de discusión para lograr algo. El debate amplio y general, sobre la reforma agraria, la nivelación de los salarios, la planificación y extensión de la educación, el desarrollo de la ciencia, la estabilidad del bolívar frente al $, entre muchos otros aspectos. Todo requería de la participación y un mínimo acuerdo entre los sectores involucrados. “La democracia es lenta”, dijo el historiador Manuel Caballero, con conocimiento, al respecto. ¿Lo comprendemos? ¿lo aprendimos?¡Dios lo quiera!
En el Partido Comunista se “bajaban dos y hasta tres líneas”: una para el Comité Central, (desde el Buró Político), una para “la militancia ciega” y otra, para los “tontos útiles.” Fue una decepción. Por eso me salgo del Partido. Es el año de 1967, he pasado 7 años de militancia. En ese momento se produce la división de Douglas Bravo, (QEPD) en el PCV, denominada como “el fraccio”. (De fraccionalismo). Conocíamos de cerca la conducta del dirigente. Había actuado con un personalismo y autoritarismo inaceptable, lo que puso en peligro la vida de nuestro amigo Víctor J. Ochoa G, (QEPD)en su paso por la guerrilla. Supimos que, había realizado juicios sumarios, fusilando en las montañas donde se encontraba, a un querido amigo y compañero de estudios. No pensamos nunca en esa posibilidad, como opción.
Mi padre vino de China, deslumbrado por esa revolución. Adolfo y varios compañeros más fueron invitados a China: llegaron encantados, literalmente, por el efecto de la gigantesca propaganda china. Así pasamos a ser maoístas.
Vuelvo a Don Rómulo Betancourt. No solo rectifiqué mi opinión sobre él, cuando estudié, comprendí y acepté la verdad sobre lo que la revolución, el comunismo, el socialismo del siglo XXI y demás tesis marxistas plantean y su imposible aplicación en las sociedades contemporáneas. Sino que comprendí lo difícil que es ser verdaderamente demócrata. Demostró en momentos terribles que era un demócrata a carta cabal.
Recordé, lo que contó mí suegro. En reuniones entre los jóvenes estudiantes de la generación de 1928, militaban en una especie de célula pro comunista. Un ruso, que no hablaba español, solo algo de inglés, pretendía dirigirlos y someterlos. Hubo una reacción contra el ruso. La mayoría de esos jóvenes, entre quienes estaban: Betancourt, Villalba, Gabaldón Márquez, A. Herrera Pinto, Otero Silva, Amílcar Plaza, Inocente Palacios, entre muchos otros, no aceptó ese tipo de disposición. La célula se dispersó. Se formó el PDN, y posteriormente dio paso a Acción Democrática, (AD) y a Unión Republicana Democrática (URD). Él inteligente y sagaz, se dio cuenta del autoritarismo y el personalismo que imperaba en la URSS y cómo el pueblo ruso sufría horrores con la imposición de la tal revolución. Tuvo la perspicacia de darse cuenta de lo peligrosos que eran, los comunistas, como enemigos. Cuando me enteré, de que, fue el creador de la “Escuela Nacional de Periodismo”, adscrita al Rectorado de la UCV por decreto en 1946 siendo presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, ya no dudé de su espíritu democrático. En la Memoria de fundación de la Escuela se lee: “creemos que la finalidad suprema de la Escuela debe ser el progreso democrático de la comunidad venezolana. Es decir, que la Escuela eduque de tal forma que garantice una contribución concreta al desarrollo de la democracia en Venezuela”.
Solo una mente mezquina, o ignorante, olvida esos grandes logros. La hoy, Escuela de Comunicación Social, democrática y libertaria, es parte integrante de mi vida personal y académica. Estaré agradecida siempre. Solo quien cree en la democracia y la libertad es capaz de auspiciar una enseñanza de ese tipo. ¿Cómo no agradecer ese gran momento al categorizar el periodismo como carrera universitaria?
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