POR: DR. PEDRO DUARTE
ABOGADO
Recién me encontraba en una institución realizando una gestión de carácter personal y así como Yo una cantidad considerable de personas que recurrían allí por la misma razón u otras. Pasada unas horas, un funcionario sale y de manera fría y directa manifiesta que no se continuaría atendiendo y solamente gozarían de ese privilegio hasta donde iba a indicar. Esto causó incomodidad a muchos de los presentes y una alegría casi irónica entre los escogidos para ser atendidos. En silencio escuchaba cosas burlonas que me hicieron pensar ¿esas personas se alegraron por el mal ajeno? Parece una trivialidad pero esa falsa alegría puede incrementarse con el tiempo y llegar a consecuencias inimaginables.
No debemos alegrarnos de lo malo que le puede suceder a otra persona, esto no es bueno y es algo desagradable ante Dios y ante los demás. Cuando cae tu enemigo, no te regocijes y cuando tropiece, no se alegre tu corazón. Recuerdo en este momento una frase anónima que una vez leí y que me llamó mucho la atención “No te alegres del mal ajeno que el tuyo viene caminando”.
Existe una palabra de origen alemán, SCHADENFREUDE compuesta a su vez por SCHADEN que significa daño y FREUDE que significa alegría, es decir el placer que se experimenta ante la desgracia del otro, ante la desgracia ajena. Sin duda estamos en presencia intrínsecamente de un sentimiento terrible para el Ser Humano, como es la envidia, que se disfraza de mil maneras, llegando incluso a mostrarse como solidaridad cuando en el fondo hay alegría, satisfacción y gozo por el sufrimiento, desgracia, infelicidad o humillación del otro.
Schadenfreude puede ir desde una simple carcajada cuando un amigo se golpea el dedo del pie derecho contra una mesa, hasta la alegría de un País cuando otro País sufre alguna desgracia. En el primer caso la situación no es preocupante, pero en el segundo caso, se vuelve más peligroso y es aquí donde vemos hasta la alegría por la muerte del otro. Que triste debe ser la vida de aquellas personas que se alegran por el mal o la desgracia de otras personas sin ningún tipo de limitaciones, llegando al punto de sentir una felicidad al extremo.
Has a otros como quieres que hagan contigo. Una persona que ama a los demás, que dice ser espiritual, que practica alguna experiencia religiosa, no debe burlarse o alegrarse del mal que pueda estar viviendo su prójimo y mucho menos de la muerte de otro, pues es lo más contradictorio, lo más incoherente a la causa que enarbola . No te alegres del mal ajeno, para sentirte importante no necesitas que a otros les vaya mal para sentirte limpio, no necesitas enlodar o ensuciar a los demás buscando figurar. Alguien que disfruta lastimando o humillando a otro cae en una actitud de sadismo pues sienten el dolor de los otros y lo disfruta más de lo normal. Recordemos que la felicidad y la alegría tienen que ser parte de nuestra vida pero debemos trabajar diariamente para alcanzarlas producto de las buenas acciones.
El gran filósofo Cicerón manifestó: Ut sementem feceris, ita metes lo que significa Todo lo que siembras es lo que recoges.
Dr. Pedro Duarte
Abogado.
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