CIUDAD DEL VATICANO.-En la víspera de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, Francisco recuerda que la Navidad suscita estupor, pero no el de efectos especiales o fantásticos, ni de romanticismo y cursilería sino el que proviene del misterio de la realidad, de la gratitud por la cercanía de Dios, que no abandona a su pueblo y que es Dios-con-nosotros.
Estupor es la palabra que marcó la homilía del Papa Francisco, esta tarde, en la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en la Basílica de San Pedro, que concluyó con el tradicional himno de acción de gracias, Te deum. Un estupor ante el misterio de la Encarnación que lleva a la confianza y a la gratitud por Dios que se hizo hombre para habitar con nosotros y que se convirtió en el primogénito entre muchos hermanos, para conducirnos, “perdidos y dispersos, de vuelta a la casa del Padre”. Porque sin el estupor, afirmó el Papa, no podríamos captar el centro del misterio del nacimiento de Cristo.
“No se puede celebrar la Navidad sin estupor. Pero un estupor que no se limite a una emoción superficial, ligada a la exterioridad de la fiesta, o peor aún a un arrebato consumista. Si la Navidad se reduce a esto, nada cambiará: mañana será igual que ayer, el próximo año será igual que el anterior, y así sucesivamente”