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ERRORES IMPERDONABLES

por Mileydi Piña
GLORIA CUENCA

POR: GLORIA CUENCA

He dicho en muchas oportunidades sobre mi necesidad de escribir, y especialmente, sobre lo vivido, padecido y gozado en mi larga vida. Recuerdo de manera clara, a mis padres, Humberto Cuenca y Gisela Valladares, qué en diferentes oportunidades, cada uno a su manera insistieron: “Hay errores, que no se pueden cometer. Saber la diferencia, entre unos errores que se reparan y los que son irreparables, es demostrar inteligencia”. La mayoría de nosotros nos equivocamos a lo largo de la vida, muchas o pocas veces, ellos insistían con seguridad y certeza, “hay errores que no se deben cometer”. Los errores que se pueden corregir, casi siempre se vuelven en un  instrumento de crecimiento y de reconocimiento a nuestra propia personalidad. Acostumbrarse a ver los fracasos, producto de nuestros errores requiere de sabiduría y consciencia. Se usa un dicho: “De los errores se aprende.” Cuando eso no ocurre, las equivocaciones se vuelven una tragicomedia.

Hay equivocaciones terribles, no tienen vuelta atrás. ¡Dios nos proteja de cometerlas! La vida, desafiante y compleja, nos pone muchas veces, frente a decisiones que requieren de toda nuestra inteligencia, sensibilidad y honestidad. Tomar decisiones, de lo que hablaré “in extenso” posteriormente, no es tarea fácil. A veces requiere de “un tiempo protector”, es decir espacio para pensar qué hacer. Con serenidad y ecuanimidad elegir qué hacer y que resulte lo mejor para sí mismo y los demás.

Recientemente, con las fallidas elecciones del 25 de mayo, observamos a un grupo de gente, algunos jóvenes dirigentes, que aceptaron participar en la farsa electoral, por razones más bien personales, creo yo. Sin embargo, es bastante difícil no darse cuenta del disparate que hicieron. La gente común cree que se trata de dinero. Quizás alguno, haya pactado con los del régimen, otros para quitarse la inhabilitación, otro para obtener unos papeles. ¿Es válido? No soy quién para juzgarlos, creo que son errores insalvables y que dañan más que la supuesta recompensa obtenida: sea en dinero, favores o papeles. No es fácil aguantar ciertas presiones, y por ello se cae en tentaciones. La vida requiere de nosotros fortaleza, responsabilidad y decisión. Hay quien no está preparado/a para eso, como un torbellino se los lleva por delante. Cuando caen en cuenta han hecho un desastre con su vida, su honra o su reputación.

Después de los tropiezos notados en la política diaria, hay otros momentos en los que las circunstancias nos ponen en situaciones decisivas o, como se dice coloquialmente: “Subimos, o nos encaramamos”. En efecto, dicho en varias ocasiones y refrendado por los padres, personalidades, líderes y demás, los “errores que pueden costar la vida” no se deben cometer. Es decir, la vida es un camino lleno de retos y complicaciones, muchas veces tortuosa y difícil. No equivocarse de manera definitiva, sin posibilidades de rectificar es demostrar inteligencia y prudencia. Son varios los casos que se me ocurren. Por ejemplo, me refiero a esas personas que consumen alcohol y salen a manejar. En otros países los detienen, a veces con suerte, evitan el descalabro, en otras ocurren los terribles accidentes de los que se nutre, abundantemente, la “crónica roja”.

Otro caso de falla irreparable es cuando se tienen armas cargadas en la casa, se dejan a la mano y los niños, con su curiosidad inagotable, “pretenden jugar con ellas” se dispara accidentalmente y ocurre una tragedia. Otro error, más frecuente de lo que parece, qué si tiene solución, a veces, es casarse mal, con la pareja equivocada. O  dejar atrás, por orgullo y complicaciones, al verdadero amor de la vida. ¡Triste y lamentable! ¡Por supuesto! Está el divorcio, pero por una u otra razón, a veces tardan los interesados, en darse cuenta de cuál es la salida correcta para el conflicto. Un error que casi siempre toma tiempo, sin lograrse la solución. A veces, cuando hay violencia entre las personas, la salida es mucho más complicada, no obstante, con decisión y coraje, se logra.

En mi opinión, lo peor es cuando te equivocas con relación a la carrera profesional. Un querido profesor, me dijo en una oportunidad: “Si te casas mal, está el divorcio, ¿pero sí te gradúas en algo para lo que no sirves, qué harás?” Me lo dijo, cuando compartíamos, en familia, un hermoso viaje. Me hizo meditar sobre mi vocación. Allí comencé a pensar en lo que realmente quería ser y hacer. Fue una conversación amistosa y reflexiva. Comenzó, para mí, el proceso de tomar una decisión, cómo hacerlo para lograr mi objetivo; sin molestar, ni herir. Recuérdese mis dos padres eran abogados. Parecía que iba a ser la heredera de todo ese cúmulo de experiencias, vivencias, y estudios. No lo quería así. Tenía que ser yo misma. Dios y la Virgen me acompañaron en esos momentos complicados y difíciles. ¡Gracias a Dios!

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