POR: GLORIA CUENCA
Decidí dedicarme a la docencia con serenidad y seguridad. Lo informé y comuniqué a mis padres, ambos profesores. Los hizo muy felices a los dos, ellos eran extraordinarios maestros, en sus exposiciones, dando clases y lo disfrutaban intensamente.
Mi padre, feliz me dijo: ” Tienes que preparar las clases todos los días. Incorporando nuevos elementos en cada oportunidad. El buen profesor tarda años en formarse. No basta el conocimiento: imprescindible, saber transmitirlo, hay que educarse e instruirse. Una cosa es estudiar y aplicar los conocimientos, otra distinta saber comunicarlos a los alumnos. Para eso debes instruirte, prepararte.” Por otra parte, mi madre, la Dra. Gisela Valladares V. se sintió aliviada de que no me dedicara al reporterismo y de inmediato, me aconsejó: “Menos mal que te gusta estudiar. ¿Te gusta la materia que darás?”. Claro, contesté me encanta la ética y su vinculación con el periodismo. “Cada vez que profundices en esa materia, continuó, le encontrarás otras vertientes y seguramente, se ampliará el horizonte”. Así fue. He amado intensamente la asignatura para la que concursé: “Ética y Legislación de la Prensa”.
Papá agregó para sí: ” La formación y actualización de los profesores es vital. Creo que debe medirse el nivel de un país, por el lugar y el ingreso que ocupan los profesores. Formarse no es fácil, hay que ocuparse de eso: de allí la trascendencia de la pedagogía y la educación de los profesores, maestros, docentes y enseñantes.” Eran otros tiempos. Se creyó, con firmeza, en las bondades del conocimiento. El estímulo, el deseo de aprender, de ser capaz, ser diestro en algo. Existió la convicción y la necesidad de prepararse y estudiar. Se amaba el descubrimiento, el conocimiento y la investigación. La inquietud se calmaba con el conocimiento, la sabiduría, la maestría que se adquiría al estudiar con seriedad sobre determinado tema, oficio o, profesión. Terrible el complejo de quien no sabe, pero no sabe que no sabe. La prepotencia aparece – dicho varias veces-cuando el que no sabe, no sabe que no sabe.
Por otra parte, cuando la ignorancia, la envidia, la venganza, la flojera, toman el lugar del amor, la inteligencia, la dedicación, la generosidad, la solidaridad y la confianza el proceso es a la inversa: es destrucción de valores, de la educación, de la formación e inquietud por el desarrollo educativo y humano de las personas.
Creen con prepotencia e ignorancia, (binomio inseparable) que destruir 20 siglos de civilización puede ser lógico. Sueñan con implantar, ideas fracasadas, que han sido puestas a prueba, en muchas partes del planeta, sin lograr ningún tipo de éxito. Obsesionados por dinero, fama (¿) poder, resentidos desde tiempos inmemorables, culpabilizando a los demás de sus frustraciones y derrotas. El desastre ocurrido es de proporciones inimaginables. Lo hecho con el gran proceso educativo venezolano, reiniciado después de la Dictadura de Pérez Jiménez no tiene nombre.
Dios sabe que no quiero ni odios, ni rencores en mi corazón. Trabajo en eso a diario: no resentimientos, ni deseo de venganza, si justicia. Se observa que: obsesionados por obtener títulos, a como de lugar, crean universidades por doquier sin tener docentes formados, ni preparados. Los estudiantes se dan mediana cuenta de que esos “supuestos profesores” no saben nada. Como si dar clases fuera posible sin tener la formación, la educación, la instrucción, necesaria para ello.
Han logrado acabar con la prosperidad inmensa de este país. Son insaciables al robar. Nunca les resulta suficiente. La “botija” de lo robado no tiene antecedentes en ningún país del mundo. ¿Será que piensan en realidad que se salvarán de la Justicia Terrena y de la Divina? Por supuesto que no. No quiero insistir en ese problema, así que vuelvo a lo que se y conozco, por experiencia propia: la formación de un docente.
No es fácil, ni rápido, formarse como enseñante. Hay quien tiene vocación, le gusta compartir los conocimientos y la información que posee. Le agrada ver en la cara de los discípulos esa sorpresa, primero de incredulidad y luego de alegría al comprender algo. Son momentos maravillosos.
Sin embargo: pobres estudiantes a quienes les corresponde tener docentes a quienes no les gusta enseñar. Lamentable.
Aprender metodología para ser un buen pedagogo, tiene sus dificultades, por eso debe ser un aprendizaje universitario; sin embargo, como en todas las carreras, “la práctica es el único criterio de la verdad”. Cuando se comienza a dar clases, lo que se sabe se pone a prueba, pero también, la capacidad de comunicar, de hacerse entender, de tener paciencia, comprensión y agrado, saber distinguir entre los alumnos: los mentirosos, los que dicen la verdad, es decir, honestos y deshonestos, los revoltosos, los tranquilos, los demasiado tranquilos, los penosos, los atrevidos. Hay de “todo como en botica”. Controlar ese cúmulo de ansiedad, emoción, alegría, miedo y, rabia también.
Tiene que gustar ese proceso, se requiere de paciencia. Como cuando se siembra una planta: verla crecer, aparece el capullo: se abre poco a poco y nos llega el aroma de la flor; en ese momento, extraordinario vemos que, la tarea no ha sido en vano: se entendió, se aprendió, se memorizó lo que era imprescindible, para que ese alumno/a pase la materia o el grado. Es entonces cuando se descansa y se siente, la felicidad del deber cumplido, siempre con amor y entrega.
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