OPINIÓN

HASTA LA ETERNIDAD, ROBERTO DE CORO

POR: P. JOSÉ ANDRÉS BRAVO H.

Cuando vivimos el misterio de la muerte no nos queda sino mirar al Cielo y rogar al Señor que nos dé su gracia para experimentar la belleza de su Espíritu, de su Amor, de su abrazo bondadoso y misericordioso. Nos refugiamos en su ser divino. Sin dejar de pisar fuerte el suelo y vivir la fraternidad y la solidaridad que hoy necesitamos urgentemente. Así, es posible comprender la transitoriedad de nuestra existencia y la infinita realidad del Reino de Dios que se abre ante nuestra historia y que colma la esperanza cristiana.

Pedimos fuerza de lo Alto para acompañarnos con una profunda espiritualidad como Familia y como Iglesia. Debemos gozar de la presencia amorosa del Padre. Una palabra de bondad y consuelo es necesaria, alivia y nos hace sentir solidarios. Dios nos ama y, en los momentos más difíciles, lo sentimos en nuestro interior, llenando nuestra alma de su Amor.

Estamos contemplando el misterio del paso histórico a la Eternidad de una persona muy especial para la Familia, para la Iglesia y para el Pueblo Venezolano. Acompañado del Buen Pastor, atraviesa el umbral de la muerte nuestro querido Mons. Roberto Lückert León, Roberto de Coro. Esa fue la Iglesia Particular que le encomendó el Señor. El primero de los tres Sacerdotes Zulianos en servir como Arzobispo de Coro.

Mons. Lückert fue un Sacerdote abierto, que vivió para todos. Bien formado doctrinal, moral y espiritualmente. Escuchaba y hablaba con la sencillez popular y la profundidad de la Palabra de Dios y la Doctrina de la Iglesia. Fue profeta para su Pueblo, anunciando el bien y denunciando el mal, llamando siempre al cambio, a la justicia y a la conciencia social. Acompañó a los Sacerdotes. Se hizo presente para comprender y corregir, para felicitar y estimular, para servir y movernos al servicio. Directo, franco, sincero y amable. Pero, un Sacerdote comprensivo y piadoso. Vivió con la estricta organización de su padre alemán y la piedad sencilla de su andina madre.

Yo tuve la dicha de sentirlo a mi lado. Desde el año 1970, cuando contaba apenas mis 15 años de edad, me recibió en el Centro Vocacional para comenzar mi formación Sacerdotal. Desde entonces siempre fue mi director espiritual y mi testimonio más cercano, junto a mi querido Padre Jesús Quintero. Me enseñó con firmeza y con bondad la alegría de ser Sacerdote. Me regañó («leer la cartilla», como solía decir) y me valoró. Siempre me estimuló a escribir y, cuando podía, publicó mis artículos en los Diarios La Columna, Panorama y la Verdad.

En su ancianidad y enfermedad fue un testimonio de grandeza y humildad. Claro, a una vida entregada le sigue una muerte de ofrenda eucarística a las manos del Señor: «A tus manos Señor entrego mi espíritu».

Paz a su Alma, consuelo para su Familia y para nuestra Iglesia. Hoy está viviendo eternamente con el Señor, con la Chinita de Maracaibo, la Rosario de Cabimas y la Guadalupe de Coro y la Coromoto de Venezuela. Estamos ante un Pastor que pasó haciendo el bien. Gracias, Padre Lückert, gracias.

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