POR: DIP. OMAR ÁVILA
En medio de una economía que sigue enfrentando retos estructurales, los trabajadores de la administración pública venezolana continúan esperando ajustes salariales que no terminan de materializarse acorde a la realidad inflacionaria del país. El escenario económico de Venezuela en lo que va del 2025 presenta particularidades que merecen un análisis objetivo y crítico.
Lo que caracteriza el panorama económico venezolano en estos primeros meses de 2025 es la persistencia de una devaluación acelerada que erosiona -aún más- el ya escaso poder adquisitivo de los trabajadores. Este fenómeno no es nuevo, pero su intensidad sigue creando presiones significativas en la economía familiar de millones de venezolanos, especialmente aquellos vinculados al sector público.
Sin mayor novedad, el escenario económico sigue dominado por un tercer tipo de cambio denominado «promedio», que se suma a los ya conocidos dólar oficial (BCV) y paralelo. Este tercer mecanismo parece intentar mediar entre las grandes disparidades que caracterizan a los otros dos, aunque en la práctica crea mayor complejidad en un sistema ya de por sí confuso.
Este dólar «promedio» -que coloquialmente podría describirse como «ni para ti ni para mí»- introduce un nivel adicional de incertidumbre para trabajadores que intentan planificar sus finanzas en un contexto de alta volatilidad.
Los empleados públicos venezolanos continúan enfrentando la misma situación que ha caracterizado los últimos años: la espera de ajustes salariales que, incluso cuando llegan, no suelen compensar la pérdida de valor adquisitivo causada por la inflación y la devaluación.
La ausencia de un ajuste sustancial que al menos equipare la devaluación experimentada en lo que va del 2025 refleja un desajuste entre las políticas salariales públicas y la realidad económica del país. Incluso si el gobierno nacional acogiera nuestra propuesta de darle un bono fijo de 100 dólares mensuales, este seguiría siendo insuficiente para cubrir las necesidades básicas de los trabajadores.
Las consecuencias de este desbalance son múltiples, entre las cuales se pueden mencionar la profundización de la precariedad laboral en el sector público, migración de talento hacia el sector privado o hacia el exterior, incremento de la economía informal como mecanismo de supervivencia y dificultades para la planificación económica familiar a corto y mediano plazo, entre otras.
La complejidad del sistema cambiario venezolano, con tres referencias distintas, refleja un intento de adaptación a una economía que sigue sin encontrar estabilidad. Sin embargo, mientras los salarios públicos no se ajusten a esta realidad, los trabajadores continuarán absorbiendo el impacto negativo de estas fluctuaciones.
Lo que se requiere es una política salarial coherente con la realidad inflacionaria, acompañada de medidas estructurales que aborden las causas fundamentales de la inestabilidad económica. Sin estos elementos, los ajustes, cuando llegan, sólo representan soluciones parciales y temporales a un problema que exige transformaciones más profundas.
En conclusión, los trabajadores públicos venezolanos enfrentan en 2025 una realidad económica que se hace cada vez más compleja, con un nuevo elemento cambiario que, lejos de simplificar la situación, introduce nuevas variables a considerar en una economía ya de por sí difícil de navegar.
Dip. Omar Ávila
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