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LA IGLESIA SINODAL (4)

por Mileydi Piña
JOSÉ ANDRÉS BRAVO

POR: P. JOSÉ ANDRÉS BRAVO H.

No olvidemos el contenido eclesiológico del Concilio Vaticano II (1962-1965) y su fuerza renovadora espiritual y pastoral, aún en proceso. Es, no sólo el acontecimiento eclesial más importante del siglo XX, sino que significa un Nuevo Pentecostés. La nueva efusión del Espíritu Santo que renueva el ser y la misión de la Iglesia tal como sucedió con los primeros cristianos que, venciendo sus miedos, salen al mundo a anunciar el Evangelio de Jesús y a dar testimonio de una Comunidad de Amor. Con razón el Papa Juan Pablo II, al comienzo de este milenio, nos pide interrogarnos sobre la acogida del Concilio: «Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza» (Novo millennio ineunte NMI 57).

El proyecto de una Iglesia Sinodal es la respuesta, el Pentecostés del siglo XXI. La primera parte del Documento Final del Sínodo 2024, bajo el título «el corazón de la Sinodalidad» nos permite contemplar el Misterio de la Iglesia: Pueblo de Dios como Sacramento de Comunión y las raíces sacramentales de este Pueblo de Dios. Desde ahí nos presenta el significado y las dimensiones de la Sinodalidad. Luego, el sentido de unidad como armonía, la espiritualidad Sinodal. Y, uno de los temas más bellos, la Sinodalidad como Profecía Social. La opción fundamental del Sínodo de la Sinodalidad es la Iglesia que nos presenta el Vaticano II que, sin duda, tiene su repercusión en América Latina gracias a las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. La Iglesia liberadora, para la evangelización en comunión y participación.

La Iglesia es un misterio, fruto del plan salvador que realiza Dios en la historia. Por tanto, su reflexión teológica parte del sentido histórico salvífico que nos ofrece la Constitución «Dei Verbum» (DV). Para lograrlo debemos, como Iglesia, ser devotos oyentes de la Palabra de Dios «para que todo el mundo, con el anuncio de la salvación, oyendo crea, y creyendo espere, y esperando ame» (DV 1). De este plan salvífico revelado, la Iglesia se descubre como originaria del amor del Padre, de la misión del Hijo y del Espíritu Santo. Así «la Iglesia es en Cristo como un Sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). De ahí que el documento final del Sínodo 2024 nos  presenta, en primer lugar, la sacramentalidad del Pueblo de Dios.

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