Cada año, la Navidad nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el nacimiento de Jesús, un acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. Más allá de las celebraciones y los regalos, esta fecha nos lleva a recordar y a imitar la vida del hombre que nació en un humilde pesebre en Belén.
Que en esta Navidad se entienda el verdadero sentido de la fecha en la que nació un hombre bueno y santo, dispuesto a morir por nosotros y expandir por el mundo sus enseñanzas de amor al prójimo.
Que el dueño de la fiesta no sea olvidado, porque pareciera que, si colocamos en una balanza el significado del nacimiento del Niño Dios, Papa Noel suele ser más recordado en Navidad que el mismo Jesús.
Jesús, con su vida y enseñanzas, vive en nosotros para mostrarnos el camino del amor, la compasión y la humildad. Su ejemplo nos llama a ser mejores personas, a tender una mano a quienes lo necesitan y a vivir con integridad y justicia.
En un mundo que a menudo parece estar enmarcado en conflictos y divisiones, la vida de Jesús nos recuerda la importancia de la paz y la reconciliación.
La Navidad también es un momento para reconocer la necesidad de cambio de cada uno de nosotros. Así como Jesús trajo una nueva esperanza al mundo, nosotros también estamos llamados a transformar nuestras vidas y nuestras comunidades. Este cambio no siempre es fácil, pero es esencial para construir un futuro mejor. Debemos estar dispuestos a dejar atrás viejos hábitos y actitudes que nos impiden crecer y avanzar.
En un mundo donde un saco de regalos pesa más que reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás a través del perdón, estamos llamados darle la vuelta a esta situación y enrumbarnos hacia el amor, la compasión y la esperanza
Dar regalos es bueno, pero es mejor ser un presente en la vida de alguien. Ser amigo, mano amiga, es la tarea. Que este nuevo año que se aproxima nos lleve a practicar el bien sin parar.
En medio de los desafíos y las dificultades, es crucial no perder la esperanza. La historia de Jesús nos enseña que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz que nos guía. La esperanza es el motor que nos impulsa a seguir adelante, a creer en un mañana mejor y a trabajar por un mundo más justo y solidario.
En esta Navidad, hagamos un compromiso de imitar la vida de Jesús, de buscar el cambio necesario en nuestras vidas y de mantener viva la esperanza. Que su ejemplo nos inspire a ser agentes de amor y paz, y que su nacimiento nos recuerde que siempre hay una razón para creer y para soñar con un futuro lleno de posibilidades.
En esta Navidad, pongamos en una balanza coherente nuestro accionar y determinemos con claridad que debemos cambiar. De nada sirve orar sin acción, entonces es hora de hacer lo que sea necesario para que valga la pena sonreír.
En esta Navidad, permitámonos dar esperanza aquel que pretende rendirse, convenzamos al que se equivocó que hay tiempo para corregir, alentemos al que se detuvo para que continúe su camino, ayudemos a ese olvidado sin abrigo que nos implora cobijo.
No olvidemos que la Navidad es tiempo de reflexión, de esperanza, de compartir, de amor.
Vivamos en Navidad todo el tiempo.