Especial.- El reciente descubrimiento de las raíces cubanas del papa León XIV ha generado un profundo impacto en la feligresía católica de Sudamérica y Centroamérica. Para muchos creyentes, esta conexión con la isla caribeña no solo es un dato genealógico, sino un símbolo de cercanía y representación dentro de la Iglesia.
León XIV, nacido como Robert Francis Prevost en Chicago, ha sido reconocido por su labor pastoral en América Latina, especialmente en Perú, donde desempeñó un papel clave en la formación religiosa y el acompañamiento de comunidades vulnerables. Sin embargo, el hallazgo de su ascendencia cubana ha añadido una nueva dimensión a su figura, fortaleciendo el vínculo entre el Vaticano y la región.
La genealogía del Pontífice revelada en un informe presentado por los medios españoles, indica que, aunque nació en Chicago, su linaje materno se remonta a una familia cubana asentada en La Habana durante el siglo XVIII, con vínculos posteriores en Nueva Orleans. Este dato ha sido recibido con entusiasmo por los fieles latinoamericanos, quienes ven en él una representación más cercana de su identidad cultural y espiritual. Podríamos decir entonces, que literalmente, el máximo representante de la Iglesia católica, es en esencia, el verdadero “Papa Americano”.
El nombre que armó el revuelo es el de Manuel José Ramos, nacido en La Habana en 1760, y quien, siendo aún joven emigró a Nueva Orleans, cuando esta ciudad pertenecía al imperio español.
Los bisabuelos maternos de León XIV, James Jacques Martínez (o Martino) y Marie Rosa Ramos, también llegaron a Nueva Orleans, ciudad clave en el intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos durante los siglos XVIII y XIX para completar el rompecabezas familiar del Papa.
Este mosaico de identidades revela una historia fascinante: un Papa estadounidense con raíces cubanas y españolas, forjado entre Latinoamérica, Europa y el Caribe
Además, la relación de León XIV con Cuba no se limita a su ascendencia. Antes de ser elegido Papa, visitó la isla en varias ocasiones, en abril del 2008 y febrero de 2011, compartiendo con comunidades humildes y facilitando el regreso de los frailes agustinos, expulsados en 1961 por el régimen comunista. Su compromiso con la región y su sensibilidad hacia los desafíos que enfrenta han generado expectativas sobre su posible influencia en la defensa de los derechos humanos y la libertad religiosa en América Latina.
Para la feligresía sudamericana y centroamericana, la presencia de un Papa con raíces cubanas es un motivo de orgullo y esperanza. Su historia refleja la diversidad y riqueza cultural de la Iglesia, reafirmando el papel de América Latina como un pilar fundamental del catolicismo mundial.
Texto/Noris Hernández
Con Información WEB
Foto/Vaticano WEB