POR: DR. PEDRO DUARTE
En uno de mis momentos de meditación desde de las Sagradas Escrituras, (muy reciente) correspondió ese día un texto muy hermoso, pero sumamente complejo sobre todo cuándo lo vemos desde la perspectiva humana. Este toca un tema difícil, abordado por siglos y siglos, tanto por filósofos, sociólogos, antropólogos, Psicólogos, Psiquiatras, en fin por diferentes esferas del conocimiento y lógicamente por el aspecto religioso de quien no lo podemos separar me refiero en este caso Al Perdón.
El trozo sobre el cual meditaba se encuentra en el Evangelio Según San Mateo Capitulo 18, Versículos 21-22 cuando dice: “Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: “Señor, ¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contesto: “No te digo siete, sino hasta setenta veces siete”. Lo establecido por la ley para ese entonces mirando el contexto era solo siete veces pues Jesús nuestro Redentor rompe con ese esquema legal y lanza esta dura advertencia que va más allá, que tiende más hacia la Misericordia, difícil de cumplir humanamente pues este setenta veces siete simplemente nos quiere decir que debemos perdonar siempre.
Lo que ordena Jesús en ese momento rompe y se contrapone a la sed de venganza expresada en varios pasajes del libro del Génesis así como al mismo tiempo es interesante analizar lo que establece el Evangelio Según San Lucas Capitulo 17 Versículo 3 quedando claro que siempre debemos perdonar pero también el que ha actuado mal debe manifestar su arrepentimiento.
En muchas oportunidades de la vida quizás a la persona que toca perdonar humanamente no lo merezca, pero este ejercicio interno de desprendimiento, lo asemejo a tomar un espejo, enfocar de frente y alumbrar con una linterna y ya sabemos que esa luz se devolverá a nosotros, eso mismo pasa con el perdón, trayendo grandes beneficios para nosotros mismos, puesto que la falta de perdón es una especie de emoción tóxica que nos impide ser felices.
Perdonar no es un acto de caridad ni de sumisión hacia el otro, y tampoco supone aprobar lo que nos hizo. Perdonar supone aceptar que esa persona se equivocó y nos hizo daño, restringiendo dicho hecho al contexto en el que ocurrió, y evitando verlo como una actitud general en una relación.
No es fácil hablar del perdón. Desde el inicio nos encontramos con una serie de interrogantes: ¿Qué significa perdonar?, ¿Qué se puede perdonar?, ¿Quién puede perdonar?, ¿a quién se puede perdonar?, ¿Qué es lo que no se puede –o no se debe– perdonar?, ¿existe lo imperdonable?, ¿Qué diferencia hay entre el perdón, la disculpa, la clemencia, la amnistía y el indulto? Sin duda son preguntas que la filosofía no puede eludir. Pero, en cualquier caso, algo parece claro, y es el hecho de que, estamos viviendo un momento histórico en el que se usa muchas veces la palabra perdón a la ligera. Habría que tener más cuidado, porque estamos ante un problema fundamental para la existencia de los seres finitos, por eso no deberíamos utilizar su nombre en vano, y se hace urgente elaborar una filosofía del perdón bien entendido, creo es más que necesaria y que decir del perdón hacia nosotros mismos es como para un Doctorado
El gran Platón dijo sobre el perdón: “no hay amnistías, sólo expiación; no hay perdón, solo indulgencia. Hay una disposición benevolente para comprender cómo es que las personas no pueden evitar hacer cosas malas, porque son ignorantes o irracionales, o están abrumadas por fuerzas indomables o negativas dentro de ellas”, mientras que por su parte Kant describe el perdón como «abstenerse de pagar la enemistad de otro con odio por mera venganza» Aquí, el perdón se ve como la respuesta personal y privada de un individuo a las malas acciones, que implica superar el odioso deseo de venganza excesiva.
“El perdón es el perfume que derrama la violeta en el talón que la aplastó”
Confucio
Dr. Pedro Duarte
Abogado
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