DESTACADOPENSAR CON CRITERIOS

Quién tiene las armas y quién está dispuesto a usarlas

Venezuela y Colombia: dos países hermanos, dos naciones que por siglos han sido parte de una misma historia; hoy son enemigas de gobierno, pero hermanas de sangre.

Sus 2 mil 219 kilómetros de frontera han sido testigo por años de las atrocidades más desmedidas de parte de los movimientos guerrilleros colombianos, de un ejército venezolano deshumanizado y de las mafias delincuenciales que operan en esa zona; pero también ha sido testigo del más grande acto de amor que pueda existir en materia humanitaria tanto de parte de los venezolanos como de los colombianos: la solidaridad entre patrias hermanas.

Venezolanos atravesando la frontera en busca de esperanza, de sueños, como años atrás lo hicieron los neogranadinos, se la juegan desafiantes ante una peligrosa línea limítrofe donde unos han alcanzado suelo bendito y otros han llegado al verdadero infierno, arropados por la mendicidad, el olvido y hasta la muerte. Las razones que privan para que esto les haya sucedido son muchas, pero no es lo que quiero tratar con ustedes en esta oportunidad, quizás en otra ocasión.

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Quiero referirme a las amenazas guerreristas de parte y parte que vienen sonando fuerte entre Venezuela y Colombia.

Parecieran que son cuentos chinos, pero desde los tiempos de la colonia, desde los tiempos de separación geográfica, de los tiempos de la disputa de parte de sus territorios, y ahora por la absurda pelea de determinar quién es más dominado política y socialmente; se viene escuchando la amenaza injusta de esta guerra entre vecinos.

Recordemos; no es extraño, que cuando Colombia, afectada seriamente por un éxodo comparable con el del pueblo judío, que, agobiado por el hambre, el abuso de poder y la desesperanza abandonó Egipto rumbo a la tierra prometida de la mano de su líder el gran Moisés, hace miles de años; lanza una soga salvadora a los miles de náufragos venezolanos que imploran ayuda, lo que recibe a cambio son gritos de guerra.

Que se sienten vientos de guerra en la frontera colombo-venezolana, sí, y aunque no sean amenazas nuevas son peligrosas en demasía. Las cartas están echadas, pero no las colombo-venezolanas, sino las ruso-gringas.

Repito: los tanques enfilados hacia Colombia y las bases militares con su mira fija en Venezuela no es una historia reciente, más sí lo es su peligrosidad.

Historia bélica

En su ocasión, en el 2008, tras una operación lanzada por el Ejército colombiano contra la guerrilla de las FARC en la frontera con Ecuador, donde cayó abatido el líder guerrillero Raúl Reyes; Venezuela agravó sus relaciones con el Palacio de Nariño, luego que un indignado presidente Hugo Chávez, ordenara el cierre de la embajada de su país en Bogotá y la movilización de diez batallones del Ejército, incluidos tanques y aviones, hacia la frontera con Colombia, tras calificar la muerte del número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) de «cobarde asesinato fríamente calculado» y ordenado por el expresidente Álvaro Uribe, quien recibió para ese entonces denigrantes calificativos de parte de extinto presidente venezolano.

Antes, a principios de 2019, Nicolás Maduro, su sucesor, luego de los combates escenificados entre las disidencias de las Farc y el ejército de Venezuela en el fronterizo estado Apure, también hizo lo mismo: emitir amenazas guerreristas.

Ahora con más bombos y platillos lo hacen de nuevo los presidentes Nicolás Maduro y Iván Duque, amparados, uno en la carrera armamentista rusa, el otro en las poderosas armas militares de EE UU. Siempre estos supuestos ataques han sido solo el resultado de una guerra de micrófonos, palabras van palabras vienen, queda ver si de verdad habrá respuestas de ambas partes. Por ahora Bogotá se negó a retirar sus bases militares en la frontera como lo propuso el Kremlin para tratar de ayudar al gobierno venezolano.

Las amenazas de Venezuela de atacar a Colombia han venido no solo de su presidente sino también de parte del número dos del chavismo, Diosdado Cabello, quien dijo en abril de 2021 que la guerra será en territorio colombiano no en el venezolano, acusando siempre a Colombia de lo que pasa en Apure, donde el ejército venezolano se enfrenta a las incursiones frecuentes de la disidencia guerrillera en ese estado, y que ha dejado un significativo número de soldados venezolanos muertos al igual que guerrilleros.

Desde febrero de 2019, cuando Caracas y Bogotá quedaron nuevamente en silencio, sin relaciones diplomáticas y consulares, es decir, sin ningún canal de comunicación para dirimir los problemas fronterizos en beneficio de 12 millones de personas que habitan los siete departamentos colombianos y los cuatro estados venezolanos situados en la extensa frontera, según datos oficiales de los organismos de estadísticas de ambas naciones; la situación es muy tensa debido a la complejidad para tomar el control en esta convulsionada zona, que contempla la alta peligrosidad del tráfico fluvial a través del Catatumbo y el Arauca, donde la migración ilegal se suma a los grupos guerrilleros y al margen de la ley que operan a lo largo de estas áreas geográficas, donde al negocio del narcotráfico, contrabando, tráfico de armas, trata de personas y tráfico de migrantes, como fuentes de ingresos, está a la luz del día; situación que solo se pueden enfrentar con coordinación de ambas naciones, por lo que no se ve a corto plazo una salida si observamos la candente relación diplomática entre los involucrados carentes de confianza mutua. Se han hecho esfuerzos, pero no han dado resultados. Se le ha pedido ayuda a la ONU para nombrar un comisionado en la zona de frontera sin obtener una respuesta positiva.

Por otra parte, Venezuela posee un equipamiento militar importante que no puede ser menospreciado por Colombia, y aunque se diga que sus soldados no están preparados para hacer frente a una guerra, su tecnología militar debe poner a Colombia en alerta, que no olvide el adiestramiento ruso-cubano y hasta iraní que han recibido los soldados venezolanos. Es prioritario para Colombia poner en marcha una seria política diplomática y militar con medidas de contención, tomando en cuenta que Venezuela siempre ha sido un abrevadero, un sitio de reposo y colaboración para la guerrilla colombiana, que llegado el momento estará del lado del vecino.

Hay que tomar en cuenta que un posible enfrentamiento entre estas dos naciones sería muy corto debido al equipamiento militar que ambas poseen.

Pero aquí no se trata de quién tenga las mejores y más numerosas armas sino de quién está dispuesto a usarlas, y que estas amenazas no se conviertan en simples bravuconadas escolares de tope pecho con pecho sin llegar a lanzarse un solo golpe.

Sin embargo ya algunos golpes han sido lanzados al lado de Colombia con alrededor de más de 4 millones de migrantes venezolanos que han llegado a esta nación hermana revolucionando su economía, sus espacios geográficos y su actividad social; mientras que Venezuela también ha recibido lo suyo con un contrabando constante, el agudizamiento del tráfico de drogas y la criminalidad mafiosa de los llamados grupos guerrilleros que se amparan en territorio venezolano, pero que hacen el mismo o quizás mayor daño del lado de la tierra de Bolívar.

Colombia sabe que se enfrenta a un poderío armamentista ruso que a cuentagotas ha sido introducido en Venezuela a través de convenios algo oscuros entre estas dos naciones, además de que hay una gran cantidad de soldados rusos y cubanos, que no hay dudas de que se encuentran en territorio venezolano; mientras que Colombia recibió y alistó a sus tropas con modernas armas estadounidenses y soldados capacitados para la guerra, también respondiendo a convenios sostenidos y solapados por la lucha contra el narcotráfico, que como es bien sabido es el cáncer de ambas naciones, uno por productora y la otra por distribuidora.

Aquí hay un juego de poderes entre los rusos y los estadounidenses donde tanto venezolanos como colombianos están siendo parte de él. Las dos naciones son importantes para estas potencias en sus planes de expansión, y a las dos las usan a su antojo. Queda ahora ver quién de la mano de sus benefactores estará en disposición de usar sus armas en determinado momento.

El caso venezolano es más complejo por que su gobierno es tirano y forajido, un narco-estado diría yo, con un presidente de facto, cuya cabeza junto a sus secuaces está valorada en dólares; pero Colombia es un Estado que sabe pelear por sus territorios, entrenado hace más de 50 años enfrentando guerrillas, pertrechado con armamento estadounidense y dispuesto a defender su negocio fronterizo de drogas y subversión.

En el medio de estos intereses netamente de gobierno, están sus ciudadanos que en nada se benefician, pero que quieren esa guerra, los venezolanos para que, de una vez por todas, puedan salir de la dictadura madurista alimentada de una patria bien aporreada, y los colombianos para salir de los que consideran destructores de su paz (los venezolanos), además de pasar a la historia como un nuevo Bolívar libertario de un pueblo oprimido y macondiano, que ya no aguanta más olvido (Venezuela).

 

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