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Rechazo a la cultura venezolana crece en el Continente americano

Propuestas como la de “mandarlos en un barco de regreso”, aunque extremas y no representativas del sentir general, reflejan un clima de tensión alimentado por discursos políticos polarizantes y de desinformación, que gira en torno a la diáspora venezolana.

por Noris Hernández

Política.- La situación de los venezolanos en el exterior, especialmente en países como Chile y Estados Unidos, es compleja y profundamente anticultural. Más de 9 millones de venezolanos han migrado en la última década, muchos huyendo de una crisis política, económica y social sin precedentes. Pero al llegar a nuevos destinos, no siempre encuentran el refugio que esperaban.

En Chile, donde residen más de medio millón de venezolanos, según las Naciones Unidas (ONU)., se han reportado numerosos casos de xenofobia, desde agresiones físicas hasta comentarios discriminatorios en redes sociales y medios. Aunque muchos chilenos han mostrado solidaridad, también hay sectores que los perciben como una amenaza cultural o económica.

Propuestas como la de “mandarlos en un barco de regreso” , aunque extremas y no representativas del sentir general, reflejan un clima de tensión alimentado por discursos políticos polarizantes y de desinformación.

El diputado chileno, Jaime Araya, fue quien la semana pasada hizo la polémica propuesta al asegurar que, en caso de tener el poder, tomaría “un barco” y enviaría de vuelta a Venezuela a los migrantes venezolanos que se encuentran en territorio chileno.
Araya, diputado por la Región de Antofagasta, aseguró que “no tenía ningún problema” en pedir la deportación de los venezolanos.

“Yo que me considero extremadamente tolerante, estoy hasta aquí con la migración. Yo agarro un barco, los echo a todos arriba y los mando para Venezuela. Los tipos no respetan a nadie”, dijo Araya en rueda de prensa.
Uno de los argumentos del diputado es que los venezolanos hacen “fiesta de lunes a lunes”. “No estoy hablando de fines de semana. Anda y diles que bajen la música para que veas el resultado”, dijo Araya, quien es independiente, pero miembro de una coalición de izquierda.


Araya: Todos los chilenos quieren que se vayan

Según el parlamentario, “todo el mundo” en Chile tiene la misma opinión respecto a los venezolanos. En ese sentido, afirmó que “todos los sectores de la sociedad, todas las comunas y todas las ciudades quieren la expulsión de esta comunidad”.
Para Araya la presencia de venezolanos en territorio chileno, considerando que traen con ellos sus costumbres, es un golpe cultural, para el cual no están preparados.

“Tienen una prepotencia que es brutal. Nosotros convivimos por muchos años con gente que venía de Bolivia y de Perú y no hubo ningún problema”, agregó Araya.
Araya dejó claro que no le importaban las cuestiones humanitarias en caso de expulsar a los venezolanos. “Creo que han dañado tanto la calidad de vida de las regiones del norte que nosotros tenemos que tomar medidas de esa naturaleza”.

Reacciones inmediatas

Estas declaraciones del diputado Jaime Araya, resultaron no solo son ofensivas, sino peligrosas, según expresó Braulio Jatar Alonso, abogado y escritor chilenovenezolano, quien asegura que revelan una ignorancia alarmante y una disposición a convertir la xenofobia en capital político.

“En Chile no caben más discursos que promuevan el odio ni más autoridades que estigmaticen a comunidades enteras por el actuar de unos pocos. En vez de ofrecer soluciones reales a los problemas sociales, el diputado opta por deshumanizar a quienes, como millones de ciudadanos en Chile, trabajan, estudian, cuidan, emprenden y aportan a este país”, advierte Jatar.

El abogado sostiene que decir que la migración venezolana representa un “problema brutal” mientras se elogia a otras nacionalidades, es una forma burda de racismo selectivo, y un retroceso en la construcción de una sociedad justa, democrática e inclusiva.

“Como abogado, migrante y defensor de derechos humanos, rechazo categóricamente estas palabras. Chile es mejor cuando es más humano, más democrático y más valiente frente al populismo disfrazado de diagnóstico”, destaca.

Con contundencia remarcó Jatar: “Si de embarcar a alguien se trata, que zarpen los discursos demagógicos, y con ellos, quienes los promueven”.

En EE. UU., la situación también se ha endurecido. Recientemente, el gobierno reimpuso restricciones migratorias que afectan a los venezolanos, limitando visas de turismo, estudio e intercambio. Además, se ha eliminado en primera instancia el Estatus de Protección Temporal (TPS) para más de 350 mil venezolanos, dejándolos en una situación de incertidumbre legal. Organizaciones de derechos humanos han advertido que muchos están atrapados entre un país que los rechaza y otro al que temen regresar.

¿Están pagando un karma los venezolanos?

Ante está interrogante la periodista venezolana Gladys Rodríguez, indicó que pareciera que sí, sin embargo, alegó que “como pueblo pareciera que estamos atrapados en una especie de karma colectivo que no se detiene. Que se repite en forma de crisis, migraciones forzadas, separaciones familiares, frustraciones, persecuciones, promesas rotas y puertas que se nos cierran, una y otra vez”.
“Incluso en países donde alguna vez creímos encontrar refugio, las cosas han comenzado a cambiar. Surgen nuevas restricciones, nuevas amenazas de deportación, y la sensación de inestabilidad regresa”, dijo Rodríguez.
Sin embargo, antes de asumir esa idea como una condena o un castigo, vale la pena entender qué es realmente el karma, para no usarlo como excusa, resignación o culpa heredada, ya que, el karma, lejos de ser una maldición o una revancha del universo, es una consecuencia.

Todo lo que se hace, se dice o se piensa, como individuo o como sociedad, genera una energía que tarde o temprano regresa. No para dañar, sino para enseñar. Por eso el karma no es negativo, es un espejo que muestra lo que aún no se ha comprendido.

En este caso los venezolanos, estén donde estén tienen que tratar de ver esa situación que están viviendo, ese rechazo del que están siendo víctimas, como una oportunidad para corregir lo que han repetido y que no está saliendo bien. Tienen que utilizar ese karma como una herramienta de evolución, no de sufrimiento. .

Explicaba Gladys en un post subido en su cuenta Instagram, que así funciona el karma y así se puede transformar. “Quizá esta es la parte más difícil. Asumir la parte de responsabilidad que nos toca. Como sociedad, hemos cometido errores. Permitimos demasiado. Callamos cuando debimos hablar. Confiamos en promesas vacías. Nos acostumbramos a lo disfuncional. Nos dividieron y nos dejamos dividir. Elegimos con el estómago, no con conciencia. Buscamos salvadores y no procesos. Y sí, también hemos sido víctimas”.

Sostiene la periodista que si solo se es víctimas no se puede cambiar nada, “y lo que no se transforma, se repite”.

¿Qué hacer con el karma que agobia?

Para Gladys Rodríguez es importante recocerlo ese karma que creemos vivir, entenderlo, asumirlo y sobre todo, transformarlo. “El karma no es una cárcel, es un mensaje. Un mensaje que podemos escuchar o ignorar, pero si lo escuchamos y comprendemos podemos romper el ciclo”.

Según refiere Rodríguez, aunque sea doloroso, Venezuela tiene una diáspora que aprende, que se adapta y que se esfuerza, siendo una sociedad que a pesar de tener aún muchos casos insólitos de individualismos, egoísmos, indiferencia, normalización y ejecución de lo que mucho daño hace, “cuenta ya con una mayoría más consciente, que se esfuerza dentro y fuera del país por lograr cambios favorables para todos”.

Bien lo dice Deepak Chopra, médico, autor y referente mundial en espiritualidad y bienestar: El Karma es la memoria en acción, donde las acciones presentes son influenciadas por acciones pasadas, tanto propias como de otros, y donde cada acción genera una fuerza de energía que regresa a quien la emite.

¿Están justificando el rechazo?

La idea de que los venezolanos están “pagando un karma” es comprensible desde una perspectiva emocional, pero peligrosa si se interpreta como justificación del rechazo. La migración forzada no es un castigo, sino una consecuencia de decisiones políticas, económicas y sociales que han afectado a millones. Muchos migrantes venezolanos son profesionales, trabajadores y personas que buscan reconstruir sus vidas con dignidad. Generalizar o culparlos por su situación actual o por las actuaciones de unos pocos, perpetúa estigmas y deshumaniza su experiencia como migrantes.

En lugar de pensar en términos de castigo, tal vez sea más útil hablar de responsabilidad colectiva: de los gobiernos que deben garantizar derechos, de las sociedades receptoras que deben promover la empatía, y de los propios migrantes que también construyen puentes con su entorno.

Texto/Noris Hernández

Fotos/ WEB

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