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Se lo mataron en los brazos, dice padre de niño asesinado en Trinidad y Tobago

 

EL REGIONAL DEL ZULIA

 

 TRINIDAD Y TOBAGO.-Darielvis Sarabia embarcó con sus dos hijos desde Tucupita hasta Trinidad y Tobago el 5 de febrero de 2022; cuando pisó tierra del país isleño era de noche y solo uno de los niños estaba vivo. El otro, el bebé de un año y cuatro meses, fue alcanzado por las balas que dispararon las autoridades migratorias trinitenses contra la lancha en la que viajaban con otros 17 migrantes venezolanos. Se recupera en el hospital Sangre Grande, en la comunidad Ojoe Road de la isla caribeña, mientras que su niña estaría en manos de la GC de Trinidad

La Guardia Costera de Trinidad y Tobago aseguró en un comunicado que la pequeña víctima estaba herida y murió antes de llegar al hospital; la madre y el padre del infante afirmaron que este habría fallecido instantáneamente luego de recibir un proyectil en la cabeza. Darielvis, de 23 años, se encuentra estable en la isla, en el hospital Sangre Grande, debido a una herida de bala en la clavícula.

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«Perdí a mi hijo, lo perdí todo. A ella se lo mataron en los brazos, de un disparo; yo tendré que esperar a que nos lo den y luego será que me devuelva a mi país, aquí no me queda nada», dijo a Efecto Cocuyo Yermi Santoyo, de 28 años, papá de Yaelvis.

 

Santoyo contó que ninguna autoridad los ha contactado para entregarles el cuerpo del niño. Se siente desorientado y confundido; poco sabe de su hija, quien se quedó con una amiga de Darielvis que estaba en la embarcación.

 

«Las dos están detenidas, con los otros migrantes. Pero yo hablé con ellas y están bien», expresó Yermis.

 

El padre y el hermano de Darielvis, Elvis y Yoelvis Sarabia, también se encuentran en Trinidad y Tobago. Elvis contó que no ha visto a su nieta ni una sola vez.

 

«No dan respuesta de nada, no nos han dicho nada; lo que sabemos es que están presas, como toda la tripulación. A todos los dejaron retenidos», explicó; sin embargo, no aclaró dónde estarían detenidos, pues asegura no saberlo.

 

Yermi Santoyo recuerda que en 2021 planeó una vida completa con Darielvis. Creyó que Trinidad y Tobago les daría una oportunidad y que sus hijos se podrían criar en una casita colorida, que no tendrían que compartir con nadie más. Pensó que no volverían a irse a la cama con los estómagos medio vacíos y que la leche, tan cara en Venezuela, nunca les faltaría.

«Yo me vine para asegurarle un futuro a mis hijos. Y mira lo que nos pasó», murmuró.

 

Huellas de la crisis

Delta Amacuro está al extremo oriente venezolano. Dentro de sus 40.200 kilómetros viven poco menos de 200 mil personas, entre caudales milenarios. El río Orinoco se extiende, poderoso, hasta desembocar en el Atlántico; el Delta, lleno de ciénagas, pantanos y flores, es uno de los estados menos poblados del país, donde la gente escapa por el hambre, la falta de servicios públicos, la inseguridad o la violencia policial.

 

Sabiendo que tenía dos hijos pequeños a los que no podía alimentar con su modesto sueldo como trabajador en fincas, Yermi Santoyo resolvió cruzar el mar hasta Trinidad y Tobago en 2021, dejando a Darielvis, Danna y Yaelvis en casa de su abuela, en la Calle Sucre de Tucupita, la capital. En su tiempo como pareja no habían conseguido un hogar propio y Santoyo le prometió a Darielvis que ahorraría y tendría un pequeño lugar en la isla caribeña.

 

«La situación en Venezuela es muy mala; no es que aquí (en Trinidad y Tobago) sea de maravilla, pero es mejor. Ellos vinieron por eso, a traerle un buen vivir a sus hijos y mira la sorpresa que le dio la vida: les quitó a su bebé», dijo Karielvis Sarabia, tía de la víctima, quien reside en la isla caribeña desde hace tres años.

 

Santoyo trabajó como agricultor hasta febrero de 2022; fue entonces que pidió un préstamo de 300 dólares a un trinitense de confianza, para poder pagar el pasaje de Darielvis y los niños, en la lancha. Debido a que él no había experimentado mayor problema al llegar, pensó que ella tampoco los tendría.

 

Darielvis Saraiba es  maestra en Tucupita; su vida transcurría entre cuidar a Danna y a Yaelvis en el día y dar clases a adultos mayores en las noches. Tiene paciencia para enseñar, pero su vocación no le dejaba ganancias, pues en Venezuela los docentes ganan un aproximado de 4 dólares mensuales. Por ello le pareció que seguir a Yermi hasta Trinidad y Tobago tenía toda la lógica del mundo.

 

«Queríamos tener nuestras propias cosas», expresó Santoyo. La última vez que vio a su hijo vivo, este apenas balbuceaba unas cuantas palabras; recuerda que, embargado por la nostalgia de la Navidad de 2021, cambió la foto de perfil de su Facebook el pasado 20 de diciembre. Es Yaelvis, con sus enormes ojos oscuros y curiosos, mirando a la cámara desde un cochecito; es el niño que esperaba y la imagen que fuerza por mantener en su memoria, expresó.

Efecto Cocuyo

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