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SOBRE EL AUTORITARISMO

por Mileydi Piña
GLORIA CUENCA

POR: GLORIA CUENCA.

Ante la sugerencia de un colega y amigo de escribir sobre el autoritarismo, acepto. Es tema de mi interés. Hace años, en discusión con el Dr. Hugo Callelo, exiliado argentino en Venezuela, en años de prosperidad y democracia, participé en una jornada sobre el mismo problema, si mal no recuerdo, convocadas por el ININCO, en Caracas. (Instituto de Investigación de la Comunicación-UCV).

El Dr. Callelo, comenzó su disertación por la definición: “El autoritarismo es la perversión de la función de autoridad”. Preciso y concreto el concepto evitó cualquier discusión sobre la autoridad bien constituida. Se trata de que, la imprescindible y necesaria función de autoridad, se pervierte y se transforma en una gran aberración. Arrolla a la persona, impidiéndole crecer existencial y emocionalmente, básicamente. He escrito sobre esta perversión en varias oportunidades. Viví el autoritarismo en la vida cotidiana. También en ocasiones, lo practiqué. Observé el empeño de mi padre para transformarse de autoritario en demócrata, lo que alcanzó y fue un padre democrático. Conmigo, sin duda.

Quiero señalar, la personalidad autoritaria, de la que habla in extenso Teodoro Adorno en el libro con ese título, no es integral. Alguien puede ser autoritario en familia y demócrata en el trabajo o viceversa. Sorprendente lo que señala Adorno:  el autoritarismo surge de la mujer, cuando está sola. ¡Asombroso para mí! No tengo forma de rebatirlo. El filósofo de la Escuela de Frankfurt, afirma:  el autoritarismo ocurre cuando la madre educa al hijo varón a solas; es decir con el padre ausente, lo que es frecuente, como consecuencia, el hijo resulta un ser autoritario. ¿Quién soy yo para dudar de ese gran pensador? Observé. En Venezuela, la mitad, aproximadamente, de los hogares, es decir 50% más o menos, son “gestionados” por mujeres solas. ¿Será entonces que podemos concluir que somos un país autoritario? El apoyo a Chávez durante el golpe y  lo acontecido después, hace sospechar que, tal vez, no conscientemente, pudiéramos tener un marcado sentimiento autoritario, que no ha desaparecido del todo, y aflora en períodos de crisis, buscando al “gendarme necesario “ para que se ocupe de reorganizar y reestructurar la sociedad.

No me atrevo a asegurar esto. Interesante estar atentos. Todo empieza, decían los griegos: en la persona humana. De lo que sí puedo hablar, con propiedad es del autoritarismo, en un sector de la mujer venezolana. Hace años trabajé sobre la necesidad de ”democratizar la vida cotidiana”, (Se entiende por vida cotidiana: “el entorno inmediato e íntimo”, Daniel Prieto Castillo),(1) constaté con sorpresa, que las mujeres que estuvieron en ese foro, no aceptaban que los hombres compartieran las tareas de las amas de casa. De esto hace más de 30 años. Me escandalizó oír las exclamaciones contrarias a la participación masculina en funciones que cotidianamente, se consideran asignadas a las damas. Especialmente: en “mi cocina mando yo”, “mis hijos son míos”. ¿Fue un momento circunstancial? No lo puedo asegurar, pero así fue, lo presencié con preocupación. Discutí con algunas mujeres líderes, al respecto. No hubo una conclusión clara.

De lo que puedo hablar con seguridad es del proceso democratizador en Venezuela, ocasionado por la evolución, el proceso de desarrollo humano, la vida en democracia, la situación existente en el país, la “contestación” (o cuestionamiento) planetario vivido entre la década del 60 y hasta fines de los 70, la aparición de la píldora anti conceptiva, el poder joven, entre otros movimientos, cuando el país cambió desde sus entrañas, por así decirlo.

Fuimos una sociedad bastante conservadora, con relación al resto de América Latina. Los cambios se vieron con asombro, algunas veces con rechazo, por parte de un sector de la sociedad. No fue igual en todo el país; hubo zonas que vivieron el proceso con mayor lentitud, costó que alcanzaran hábitos progresistas y democráticos.

El autoritarismo en la política, es una cuestión actual y apasionante. Lo primero que debemos señalar es que, el autoritarismo representa una expresión de gente ignorante y poco crecida. En política fue el Rey Luis XIV, al decir “L État c´est moi”, cuando se dio cuenta de que, tendría dificultades para ejercer su poder, expresión que representa el personalismo, absolutismo y autoritarismo: “El Estado soy Yo”. Los procesos democratizadores que se inician en el siglo XVII y XVIII, hasta las dos grandes revoluciones, la Americana y la Francesa avanzan con lentitud. Los grandes cambios sociales tardan tiempo en gestarse, producirse y también en metabolizarse. El humano, muchas veces, cree en la posibilidad de acelerar los tiempos y las épocas. ¡Vana ilusión! Una de las fórmulas es pretender vía cambios revolucionarios el logro de situaciones que tienen un ritmo y un tiempo para acelerarlas. Pudiera ser una obsesión del  humano, a partir de un determinado momento: apurar y empujar las sociedades para que ocurran esos momentos épicos y transformadores. Sin embargo, pareciera que no siempre fue así. Al revisar la historia se nota que hubo períodos que transcurrieron en un determinado tiempo, por un proceso evolutivo. Hablan los marxistas-leninistas del “papel de las personalidades en la historia”, como factores impulsores de determinados acontecimientos. No obstante, se nota que muchos cambios sucedidos, ocurrieron por evolución, aun cuando hayan sido precipitados, con la presencia de un líder: por ejemplo, la esclavitud. Sin duda Espartaco auspició las revueltas, pero el sistema había llegado al fin del ciclo y se acabó. A pesar de eso hubo esclavitud tanto en los Estados Unidos como en Latino América, hasta el siglo XIX. ¡20 siglos para que desapareciera!

La democracia es la alternativa al autoritarismo. Seguiremos con el tema.

(1)     Existe en la Colección Apuntes de la Escuela de Comunicación Social de mi autoría “La democratización del Poder Cotidiano” N. 30. Caracas.

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