POR: DR. ALIRIO FIGUEROA ZAVALA.
Individuo de número de la Academia de Ciencias Jurídicas del Estado Zulia.
Nuestro país se encuentra en una situación política y económica bastante complicada que unida a la globalización mundial, se exacerban las diferencias políticas. Pareciera entonces que no encontramos una respuesta que nos satisfaga, que nos ilumine y nos permita proceder con seguridad en el porvenir venezolano. Nos asaltan dudas sobre nuestra vida dentro de este cambiante mundo, porque vivimos en la civilización más informada de la historia, que nos inmunda de noticias de todo el mundo. Conocemos al instante hechos que suceden a grandísimas distancias y, nos dejamos influir a cada momento por las virtudes y miserias de otras personas y sociedades.
Sentimos en nosotros y percibimos en los demás una inmensa pobreza anímica. No tenemos riqueza espiritual sino una abrumadora riqueza de información. Una cambiante información que convierte en obsoleta la vida anterior. Vivimos, entonces, entre la forma casi automática que nos impone la vida actual, con sus falsos dioses de riqueza y poder. En la antigüedad, en esa incesante búsqueda de vivir mejor, nacieron las dos formas de entender y conducir nuestras vidas. En la antigua Arenas y en Jerusalén, en tiempos y sociedades diferentes y en situaciones con características también diversas germinaron dos luces. La luz de la razón y la del corazón.
En la Atenas de Sócrates, Platón y Aristóteles se sentaron las bases para entender que la razón y la lógica son las formas seguras de alcanzar los principios fundamentales para construir nuestra conducta, sin la intervención de nuestras emociones. Se trataba de construir y establecer un sistema para integrar más con los demás. Más adelante surge la propuesta de que el amor al prójimo debe ser la norma que conduzca nuestros actos.
Es Jesucristo quien lo hace con la prédica del amor y que sino sentimos profundamente en nosotros ese indispensable ingrediente que es el amor en los demás, no podemos llenar espiritualmente nuestras vidas, y, por tanto no podemos construir una sociedad más justa. En fin, nuestro porvenir está en la medida en que sepamos conducirnos con rectitud y con amor al prójimo y que la conducción política que gobierna el país se fundamente en la responsabilidad, en la moral y en la ética.
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Dr. Alirio Figueroa Zavala | Abogado
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