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TIEMPO DE ALEGRIA

por Mileydi Piña
PEDRO DUARTE

POR: DR. PEDRO DUARTE

Continuamos preparándonos para celebrar la venida de Jesucristo nuestro Redentor y recién dejamos atrás el tercer domingo de adviento. Cada día nos acercamos más al gran acontecimiento que dividió la historia de la humanidad en el antes y después de Cristo.

Este domingo donde encendemos la tercera vela de la corona de adviento (del latín adventus, preparación a la venida del Redentor), conocido también como “Domingo Gaudete” donde el tema de la alegría cristiana se hace presente, no sólo los textos bíblicos de este día sino también las oraciones de la Misa insisten en la importancia de permanecer alegres, porque la navidad está ya cerca. Aquí recuerdo una canción un poco viejita de aquellos tiempos de catecismo que dice: “No puede estar triste el corazón que alaba a Cristo, no puede estar triste el corazón que alaba a Dios…” así como también aquella reflexión: “Un Santo triste es un triste Santo”.

La invitación a que estemos alegres, a regocijarnos, implica un esfuerzo de nuestra parte, pues el día a día, el acontecer mundial, nuestras realidades particulares, recordando aquí al filósofo José Ortega y Gasset “Yo soy Yo y mis circunstancias” en oportunidades no son las más propicias para ello. Pero esta alegría a la que nos invita este tercer domingo, está cimentada en la firme esperanza de un Dios cercano, bondadoso, infinitamente misericordioso que siempre está allí muy cerca y nunca nos abandona, aun en los peores momentos.

En la filosofía antigua, la alegría se compara con el termino µavia (“delirio” o “locura”) comentado en el Fedro de Platón como presencia de lo divino, un flujo transformador y energizante relacionado con el entusiasmo que afecta al espectador más allá del sentimiento, mientras que por su parte Cicerón (ya en el mundo romano) da una definición que se acerca mucho al significado actual, cuando dice que la alegría es un estado del alma que, confrontado con la posesión de un bien, no pierde sus serenidad. Otro filosofo como Espinoza la define como “el paso del hombre de una perfección menor a una mayor”, como un aumento del poder del hombre, vinculado a la realización de los deseos y el esfuerzo para perseverar en la existencia.

El Papa Francisco en una de sus tantas homilías, define de una manera hermosa este sentimiento que reitero debe ser una constante en la vida y en cuanto a esta dice “es la respiración del Cristiano”, y se trata de una alegría hecha de verdadera paz, no engañosa como la alegría que ofrece la cultura actual que “se inventa tantas cosas para divertirnos”, un fruto del Espíritu Santo que se obtiene al encontrarse con Jesús y que se multiplica al compartirlo con los demás.

“El hombre experimenta la alegría cuando se halla en armonía con la naturaleza y sobre todo la experimenta en el encuentro, la participación y la comunión con los demás”.

Papa Pablo VI

 

Dr. Pedro Duarte

Abogado  

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