OPINIÓN

APUNTES DEL CRONISTA: HACIA EL CENTENARIO DEL NATALICIO DE HUMBERTO FERNÁNDEZ-MORÁN

 

POR: DR. REYBER PARRA CONTRERAS

En Venezuela han surgido importantes científicos, con una amplia trayectoria en materia de investigación e innovación. Del siglo XIX podemos destacar los nombres del Dr. José María Vargas y el matemático Juan Manuel Cajigal; en cuanto al siglo XX, la figura del Dr. Humberto Fernández-Morán constituye el arquetipo del científico venezolano moderno, el más destacado por su formación y aportes en materia de creación y promoción de la ciencia.

Nació en Maracaibo, el 18 de febrero de 1924; fueron sus padres Luis Felipe Fernández-Morán y Elena Villalobos. Cursó estudios en el Colegio Alemán de Maracaibo; a temprana edad se trasladó a Nueva York donde avanzaría en su formación escolar, para luego completar el bachillerato en Alemania; ingresó entonces a la Universidad de Múnich, donde se graduó de médico el 28 de junio de 1944. Un año más tarde revalidó su título en la Universidad Central de Venezuela. En 1946 se encontraba capacitándose en neurología y neuropatología, en la Escuela de Medicina de la Universidad George Washington de EEUU. A mediados de este año retornó a Maracaibo, para trabajar en el Hospital Psiquiátrico, donde practicó la técnica de leucotomía o lobotomía trasorbitaria, para el corte de las fibras nerviosas en diferentes lugares del lóbulo frontal del cerebro de los pacientes. Entre 1946 y 1953 fue auxiliar de investigación en el Instituto Nobel de Física de Suecia, donde comenzó su adiestramiento en microscopia electrónica, doctorándose en Biofísica por la Universidad de Estocolmo, en el año 1951.

La descripción de su afamada invención, el bisturí o cuchilla de diamante, apareció en publicaciones que dio a conocer entre 1948 y 1953; se trata de un instrumento ampliamente valorado por su utilidad para hacer cortes ultrafinos de tejidos que requieran observación con el microscopio electrónico.  En 1954 se encontraba en Venezuela, donde va a involucrarse en la organización y fundación del Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC), que dirigió hasta 1958. Con esta experiencia se echaron las bases del hoy Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). En tales circunstancias, Fernández-Morán dirigió las labores de instalación de un reactor nuclear (RV-1) en la cima de los Altos de Pipe, estado Miranda (sede del Instituto), cuyos trabajos se culminarían sin él en 1960.

En enero de 1958 el general Marcos Pérez Jiménez le designó Ministro de Educación, cargo que ocupó por pocos días; la caída del dictador interrumpió su gestión, retirándose de la vida pública nacional para optar por su salida del país: de un lado debido a la incomprensión de la que fue objeto a raíz de sus vínculos con la dictadura; pero también a causa de su decisión de incursionar en otras experiencias de aprendizaje en el exterior. Partió a los Estados Unidos, donde se desempeñó como profesor e investigador de varias instituciones: Hospital General de Massachusetts, Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Escuela de Medicina de la Universidad de Chicago. En estos espacios se interesó por el estudio de las estructuras subcelulares, donde logró observar con mayor definición la membrana mitocondrial y demostró la existencia de unas partículas que se conocieron posteriormente como «partículas de Fernández-Morán»; también se dedicó al perfeccionamiento tanto de las técnicas como del instrumental usado para la microscopia electrónica.

Tras varios años como profesor de la Universidad de Chicago, en 1967 Fernández Morán recibió el Premio John Scott, por su invento el cuchillo de diamante. En esta institución construyó, en 1966, el primer criomicroscopio electrónico con lentes superconductoras a temperatura de helio líquido. Para entonces ya se encontraba trabajando para el Programa Espacial Apolo de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA-EEUU), donde fungió como investigador del programa lunar. Desde finales de la década de los sesenta y hasta la década de los ochenta, Fernández-Morán realizó varios viajes a Venezuela. En 1978 estuvo en Maracaibo con motivo del Primer Congreso de Neurociencias y sus brillantes conferencias fueron reseñadas por la prensa nacional.

En la Universidad del Zulia, durante el período rectoral de la Dra. Imelda Rincón Finol (1988-1992), se le confirió un Doctorado Honoris Causa, el cual recibió con gran alegría y muestras de gratitud. Posteriormente en 1997, la Gobernación del Estado Zulia constituyó una comisión encabezada por el Dr. Roberto Jiménez Maggiolo, con el propósito de formalizar la postulación de Fernández-Morán al Premio Nobel. Estas y otras iniciativas vinieron a contrarrestar las absurdas apreciaciones que algunos intelectuales y políticos venezolanos tenían del insigne científico maracaibero, de quien se referían con el mote de “Brujo de Pipe”.

En efecto, Fernández-Morán sobrepasó la capacidad de comprensión e imaginación de algunos de sus coetáneos: no podían dar crédito a sus ideas ni a las propuestas que reiteradamente hizo llegar a dirigentes, personalidades e instituciones nacionales, a fin de fomentar la investigación científica en Venezuela; lamentablemente se le respondió con la indiferencia. Hoy, el mejor homenaje que podemos tributar a este hombre de ciencia en el marco del inicio de la celebración de su centenario, consiste en respaldar la formación de las nuevas generaciones de estudiantes universitarios, para que desarrollen sus talentos como noveles investigadores. El Estado y la sociedad en general están llamados a ofrecer este apoyo, que debe extenderse a la promoción de instituciones científicas, como es el caso de las universidades y la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia.

 

*Profesor de historia de Venezuela en la Universidad del Zulia. Cronista de Maracaibo. Miembro de la Academia de Historia del Estado Zulia. E-mail: [email protected]

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