PENSAR CON CRITERIOS

Comenzó a sonar el río


Escribí recientemente una reflexión sobre la vida, donde advertía de cierta complejidad que existe en la manera de cómo muchos de nosotros vivimos nuestros días. Lo que está claro es que la clave siempre será nuestros pensamientos.

“Lo que pensamos lo hacemos”, advierten los expertos coach de crecimiento personal, todos sin excepción, llaman a tener pensamientos positivos para hacer cosas buenas.

Para no irme por el lado de mi delirio por lograr que el mundo cambie de pensamientos y que todos alineemos nuestra vida al agradecimiento de un Universo que nos ha dado en bandeja de plata el poder de transformar, me desviaré hacia la política, ante lo que está pasando en Latinoamérica por la poca capacidad de pensamiento transformador de sus nacionales, pese a haberlo recibido por gracia Divina.

Recientemente los colombianos, meses atrás los chilenos, nicaragüenses, peruanos, hace más de 20 años los venezolanos, y en estos últimos me incluyo; nos dimos a la tarea de pensar qué sería lo mejor para nuestro país, y por ende para su pueblo, sin embargo, lo hicimos de forma ligera, sin comparaciones, sin temor a lo que nos esperaba, con basamentos trillados y sin escuchar el ruido de las piedras de un río bravío que amenazaba con venirse sobre nosotros. Que si los Nadies, los Menos, los pobres, la necesidad de inclusión. El resultado en algunos casos está a la vista y en otros está por verse.

Escribí en dos ocasiones sobre lo que podía pasar en Colombia si el pensamiento izquierdista tomaba las riendas del país, las respuestas no se hicieron esperar; dijeron que la corrupción estaba acabando con el país y necesitaban un cambio, que si los perversos falsos positivos de Uribe mataron impunemente a un pueblo indefenso, que los más de 60 años de guerra interna tenían que llegar a su fin, que si los Nadies, que no somos Suecia pero tenemos como serlo, que si tal y que si cual; tanto, que sé que no había nada de mentira en lo que deseaban para su país, pero sí hay mucha mentira en los medios con los que esperan recibir ese bienestar que reclaman.

Una de las célebres respuestas que recibí a mis planteamientos, la guardé en mi computador, quizás en algún momento tenga la oportunidad de mostrarla para corroborar su realismo.

Según refería el internauta mis conceptos eran inválidos sin fundamentos de base firmes, por no comparar el socialismo venezolano con el de China que tiene una de las mejores economías mundiales, asegurando que la visión del nuevo presidente neogranadino Gustavo Petro no es Socialista, sino capitalista democrático.

Aseguró esta colombiana de sentimientos nacionalistas, que las economías de Colombia y Venezuela son diferentes, “los colombianos tenemos una deuda externa por 200 años, mientras que Venezuela sólo entró en un período de crisis, no tienen deuda externa, ya el dólar entró (no es su moneda oficial aún) y tiene reservas. Prontamente nuestros coterráneos otra vez volverán a emigrar a Venezuela”.

Lo leí y lo releí, mucha inocencia en sus palabras.

Con una clara visión nacionalista con bases en el pensamiento izquierdista vista desde el disfrute de su sueño americano, alaba los derechos legales o no, la vida digna, el trabajo, la salud, la educación de los estadounidenses, calificándolo como un modelo garantista o capitalista, el mismo que está en Colombia, pero que no se cumple, según lo refiere ahora el nuevo Gobierno lo pondrá en práctica.

Aunque en ningún momento dije que Colombia era una pequeña Suiza, la internauta asegura que los déficits venezolanos no me pueden llevar a esa comparación, creo nunca entendió el sonido de las piedras, y para colmo destaca que los colombianos son burla, y que en Venezuela existe una mayor protección social. “Nosotros somos brutos, hemos tenido la salida varias veces y preferimos la dictadura”, dijo para referir que lo que ha vivido Colombia todos estos años es simplemente una dictadura ejercida por un Narcoestado, mientras la verdadera democracia se comenzará a vivir con la izquierda que acaba de asirse del poder en este país.

Para ella mendigar una cita médica no es salud, tener carne para comer no es lujo, tener educación con examen de admisión no es acceso a la educación, destacando que hay personas que viven en comunidades sin carreteras, sin empleo, Internet, escuelas, comida ni energía, y eso para ella no es justo. Creo que ni para ella ni para nadie, lo que no refiere es que hay diferencia en países que van mejorando con el tiempo las condiciones sociales de su pueblo y luego en un santiamén los devuelven a su lugar de origen, como es el caso venezolano. Una cosa es ser Nadie y tener la esperanza de ser alguien y otra ser alguien y llevarte a ser nadie; eso se llama empobrecer a mansalva a tu pueblo.

“En un país que puede ser potenciado por nuestras tres cordilleras, somos un Israel en medio del desierto”, dijo con la certeza que le da observar, analizar e investigar sobre su país, aunque parece que no lo hace a profundidad.

Coloca como salvavidas a muchos de los problemas de Colombia el acceso a los derechos fundamentales cómo la salud, el trabajo, la educación dignamente gracias a la ACCIÓN DE TUTELA, que la coloca en mayúsculas, por haber sido lograda gracias a la izquierda. “Cada avance de la historia ha sido por los de izquierda, por los ‘guerrilleros’ que han peleado durante la historia para poder vivir dignamente en este mundo”.

Al parecer y según lo advierte alguien que investigó a placer la geopolítica colombiana, es gracias a guerrilleros y guerrilleras, que los colombianos tienen derecho a opinar y a sufragar en libertad, además la esperanza de esa inclusión social, la joya de la corona del socialismo: palabras mayores.

“Desde aquí de EE UU, veo a Colombia totalmente mutilada, no podrá ni caminar descalza, Venezuela caminará en cualquier momento”, creo que pretende que el río tenga sonidos de placidez cuando en realidad puede que lo que llegue sea un aluvión de piedras y lodo que arrase todo a su paso.

Hace unos días y sin que tome aún el poder la izquierda colombiana, ya se comienzan a ver las costuras y comienza a sonar el río, pensé que se esperaría un poco más, pero no pasó, ya los cambios están cerca. Gustavo Petro el recién electo presidente de la hermosa y hermana República colombiana, dijo claramente, “no me subestimen”, quiero esto para mi Gobierno; Ecopetrol, Banco del Tesoro, Senado, etcétera, etcétera, etcétera. Más claro, con palabras pide a los colombianos no alarmarse con el alza del dólar y los insta a que no hagan compras apresuradas, pero cada palabra incendia el mercado financiero.

Esto me recuerda una película venezolana que veo repetidamente para que no se me olvide, y que me deja claro que la raíz de todo esto fue la falta de un pensamiento crítico ante la situación que estaba viviendo Venezuela en el momento en que se nos ocurrió pensar en un Gobierno izquierdista para evitar dar otro paso frente al abismo que amenazaba con arrastrarnos hasta sus profundidades; y no hablo por mí solamente, sino por los 26 millones de compatriotas que para ese entonces arañaban los suelos buscando una salida a la falta de oportunidades de empleo y de mejores condiciones sociales, y pensamos que la quimera de un socialismo del siglo XXI, vociferado por el extinto Hugo Chávez Frías, por fin nos haría parte del tesoro brillante de la inclusión social.

En Venezuela no la hubo, en Cuba tampoco, en Nicaragua mucho menos, pero todos los que hoy ostentan el poder en estos países se valieron de ese discurso para ilusionarnos. Desde luego, lo siguiente fue represión, nepotismo, poder en manos de pocos, migajas para el pueblo, y negocios ilícitos para obtener la riqueza que necesitaban para sus familias y su reducido entorno (Enchufados se les llaman en Venezuela). Todo esto ante la mirada lánguida de un pueblo que no quiere dejar morir la esperanza de que en un momento a otro la inclusión tocará a sus puertas, no importa cuánto tenga que esperar o cuántos tengan que morir de hambre.

Sé, y de eso estoy muy segura porque ya lo he escuchado, que saldrán a decir que Colombia no es igual, que la oposición es poderosa y no permitirá que se instaure una dictadura en el país, que habrá cambios, que hay que darle todo el poder al nuevo presidente Petro para que nadie se oponga a sus medidas, a sus proyectos; que sólo buscan darle una cara iluminada, próspera e incluyente a los Nadies, y estar siempre lejos de la mano negra yanqui, que solo juega con la mente de los débiles para robarle sus riquezas. Bueno siempre lo he dicho y lo seguiré diciendo, amanecerá y veremos.

Diría que nada gano con dispersar letras en las redes sociales buscando que algo en mi país cambie o para que hermanos como los colombianos, que le han abierto las puertas a mi familia, no sean obligados a sentarse como autómatas a ver la misma película que veo todos los días hasta que se hastíen y le hagan gala a la frase “dejar hacer, dejar pasar”, pero no con el sentido dado a la frase original atribuida a los franceses «laissez faire, laissez passer», quienes con ella hacían referencia a una completa libertad en la economía: libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado laboral y mínima intervención de los gobiernos; en este caso significa “dejar hacer” a los nuevos Gobiernos todo al principio, para luego ser obligados a “dejar pasar” todo lo que significa darle poder a una izquierda, cuyo objetivo para mal o para bien siempre será su perpetuidad.

“Colombia es una academia y Venezuela un cuartel”, decía el insigne Libertador de América, mi amado General Simón Bolívar, al referirse a que nosotros éramos libertarios, guerreristas y eso se encontraba del lado de los cuarteles, para la época la cultura colombiana se destacaba por sus universidades de teología y derecho que lo convirtieron en un país netamente pensador, aunque todo haya cambiado con el pasar del tiempo. Ahora no creo que Bolívar piense lo mismo, al ver a su natal Venezuela con sus bolsillos llenos de planes de estrategia militar y armado hasta los dientes enfrentado a una Colombia con más de 60 años de guerra interna, con bases militares con la mira puesta no solo hacia el narcotráfico sino hacia su enemigo. Yo diría que ahora Colombia dice: si me apuntan disparo sin pensar.

Muy pronto se sabrá de qué está hecho Gustavo Petro, si de populismo, nepotismo, opresión y más muerte, o de nacionalismo, que es la necesidad más evidente de una población que está perdiendo sus capacidades académicas para apertrecharse en un cuartel y defender desde allí sus intereses, ojalá que sean los colectivos y no los individuales.

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