PENSAR CON CRITERIOS

¿Cuándo aprenderemos?

Ya lo veo venir, la misma piedra atravesada. ¿Cuándo aprenderemos? Y me incluyo, porque como venezolana soy parte de este pueblo maltrecho física y psicológicamente por el accionar de un Régimen mil caras, disfrazado de payaso de circo, siempre tratando de hacernos reír con sus morisquetas.

Ya lo dijo el sátrapa mayor, el próximo año habrá elecciones, por ello era de esperarse que la oposición viendo la luz al final del túnel más cerca, pues saliera a juntarse en una sola madriguera para planificar la victoria, organizando las estrategias de unidad para enfrentar un régimen que ha triunfado en todas sus estrategias para mitigar el hambre de su pueblo con ilusión, con las risas a la fuerza que se acostumbró a sacarnos con sus miseras dádivas y su perolata socialista del siglo XXI.

Bien lo dijo Julio César, el político romano célebre por su frase Divide et impera (Divide y vencerás), en la que se refleja una hábil estrategia para derrotar al enemigo; estrategia de la que ha sido víctima la oposición, que ha escuchado y visto las señales de esta hábil estrategia, y las sigue viendo, pero no para bolas.

Ahí andan trabajando cada uno por su lado en busca del poder, mientras el régimen solo se frota las manos…

El pueblo está muy dañado mentalmente, tanto que aprendió a curtirse el cuero con los latigazos que le propinan los payasos disfrazados de mesías, de Robin Hood, de socialistas generosos al servicio del pueblo; y lejos de revelarse y buscar el cambio de régimen que tanto se necesita, solo ríe ante su infortunio. Un pueblo que crece en la sumisión, en la idolatría, en la ceguera ante lo injusto, en la aceptación de su falta de derechos ciudadanos; eso somos los venezolanos. Hasta frente a la muerte, la corrupción y la falta de liderazgos sanos, miramos hacia un lado. Estamos como los cristianos evangélicos idolatrando a su pastor, dándole hasta lo que no tienen, por creer que ellos merecen el poder solo por ser sus líderes espirituales.

No quiero ser pesimista, pero me toca serlo, al ver a mi alrededor y observar a una parte de mis connacionales riendo y aplaudiendo cuando el maléfico criollo, Diosdado Cabello, número dos del régimen, dice que hay que castigar la corrupción, que investigarán hasta las últimas consecuencias y que nunca antes otro gobierno había atacado la corrupción como este régimen; pues lo que no dice es que entre bomberos no se pisan la manguera.

Los venezolanos estamos contagiados hasta el tuétano, por lo que conocemos como un mal enquistado, “nuestro complejo de focas”. Estamos frente a un “norcoestado”, enriquecido ilícitamente, y la muestra es clara, el mismo Diosdado, los Flores, Tareck El Aissami, entre otros, con sus bolsillos llenos de dólares ante un pueblo que muere irremediablemente ante la falta de insumos médicos y de dinero para costear la lujosa asistencia médica que ahora se le ofrece a los venezolanos; donde un paciente oncológico de bajos recursos se desvanece en el dolor funesto del cáncer a falta de alrededor de 3 mil a 4 mil dólares para realizarse un ciclo de radio y quimio terapia.

Este régimen desalmado ha hecho y deshecho con sus ciudadanos, poniéndolos a pagar exorbitantes costos por un documento oficial, privándoles del derecho a una educación y salud digna, obligándolos a costear su alimentación en dólares, recibiendo salarios de hambre, desmejorando los derechos de sus profesionales, y lo más cruel, lanzando al exilio por mano propio, que en algunos casos se ha convertido en suicidio, a más del 20 por ciento de su población. Los venezolanos fueron privados del bienestar social, y lo más grave es que fueron enceguecidos de tal manera que unos obligados o no, aplauden animosos su desventura.

En lo particular no me interesaría si fuese María Corina, Benjamín Rausseo, Capriles, Rosales o Guaidó, quien represente a la oposición venezolana ante el desteñido rojo chavista en el proceso electoral que se avecina, pero que las voluntades de voto, tras las primarias previstas para el mes de octubre, arropen a su líder como un escudo medieval de esos que recibían cientos de flechas desde el aire, que son repelidas por una coraza alineada escudo sobre escudo, juntos y con un solo objetivo: vencer al desgobierno que nos domina desde hace más de dos décadas.

Que no vengan a decir luego que es culpa solo del pueblo por su lobotomía realizada para la idolatría malsana a un régimen que acabó a cuentagotas con un país rico en recurso humano, natural, económico y político, y con una de las mejores democracias latinoamericanas, la cual se esfumó entre las bocaradas de humo del castrocomunismo y la quimera del socialismo del siglo XXI; ya que son los líderes opositores quienes tienen el compromiso ineludible de lograr la unidad, dejando de lado su visible ansia de poder, para llevar a su pueblo a la victoria.

Señores la tarea soñada es lograr ser recordados por haber, al menos, intentado unirnos en dirección hacia la libertad de Venezuela. Que no se diga, que, privando en nuestros intereses personales, no se hizo nada por detener esta tiranía disfrazada de bolivarianismo.

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