martes, mayo 7, 2024
OPINIÓN

EL ENCUENTRO CON EL RESUCITADO QUE NOS COMPROMETE

 

POR: P.JOSÉ ANDRÉS BRAVO H.

Hoy es el encuentro de Jesús con sus discípulos. Es el mismo que los eligió para que lo siguieran y asumieran su causa de salvación. Este pasaje del Evangelio, según lo relata San Juan (Jn 20,19-31), el más joven de sus Apóstoles, es quizás el encuentro pascual central del Señor. Era el primer día de la semana, el día que los cristianos llamamos Domingo (Día del Señor). Es cuando irrumpe en el salón donde están reunidos con las puertas cerradas con los candados del miedo y se presenta vivo tal cual lo conocieron. Todavía se ven las huellas humanas del sacrificio. El que está presente entre ellos es el Crucificado Resucitado que les da el don de la Paz y de la Misión (el envío), entregándoles al mismo tiempo al Espíritu Santo con el que Él mismo fue ungido, para anunciar la Alegría del Evangelio que los mueve a liberar a la humanidad oprimida por el pecado y sus consecuencias.

Con la efusión del Espíritu Santo inician la misión de ser testigos de la verdad, servidores de la misericordia y bondad; anunciando proféticamente el Evangelio, dando testimonio de comunión y estimulando a todos para construir una humanidad fraterna con la Palabra y su Espíritu.

Desde la Pascua Gloriosa de la Resurrección del Señor, viviendo profundamente el sacrificio de la Cruz, invita, como hoy lo hace el Papa Francisco, a salir por el mundo entero, sin excluir a nadie, a hacer discípulos y misioneros a los hombres y mujeres, ministros de la misericordia: «Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dales vosotros de comer! (Mc 6,37)» (Evangelii Gaudium 49).

En eso consiste la Iglesia en Salida Misionera, el caminar juntos, es decir, la Sinodalidad.

 

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