domingo, mayo 5, 2024
OPINIÓN

EL MURO AISLA LA LIBERTAD DE INFORMACIÓN

POR MAYTE NAVARRO

La democracia de un país puede evaluarse según la independencia de su justicia y su libertad de prensa. Así lo afirmó José María Carrascal en su discurso en el acto de entrega del premio Luca de Tena, considerado el galardón más prestigioso del periodismo de España.

Y tomo esta frase porque sirve de barométro para mostrar la debilidad de la democracia e institucionalidad de Venezuela, donde no sólo se censura sino que se reprime a quienes desean informar, impidiendo que puedan ejercer su trabajo de manera segura y centrándose en un solo objetivo, buscar la verdad. Pero eso resulta casi que imposible, porque el verdadero periodista venezolano cuando trabaja a conciencia para llevar lo mejor a sus lectores debe ser cauteloso para no arriesgar su seguridad personal ni laboral.

Esa misma noche de la entrega del premio Luca de Tena, el Rey de España también pronunció su discurso donde destacó su preocupación por un periodismo plural, libre y capaz de enfrentar la desinformación que muchos quieren imponer para violentar la democracia.

En estos tiempos de pandemia, en Venezuela la desinformación está a la orden del día. Los organismos oficiales han hecho del coronavirus otro instrumento político.

Felipe VI citó como referentes irrenunciables del verdadero periodismo a “el pluralismo, la libre expresión de ideas y la protección de los valores democráticos que a todos conciernen”. Una frase que tiene eco universal porque vemos como ciertos políticos quieren mantener en silencio su incapacidad para resolver problemas vitales como lo son la salud y la educación.

En estos tiempos de pandemia, en Venezuela la desinformación está a la orden del día. Los organismos oficiales han hecho del coronavirus otro instrumento político. Por un lado, la población desconoce estadísticas, la información sobre verdaderas acciones para enfrentar al virus es insuficiente, lo que ha permitido que a través de las redes sociales se difundan fake news. Y habría que aclarar que éstas dejarán de influenciar a la gente cuando se cuente con medios que informen correctamente y no imponiéndoles limitaciones.

Las cifras exactas de enfermos se desconocen; la opacidad manda en los planes de vacunación, pues se ignora el número cierto de vacunas que han llegado al país, donde el mercado negro también se adueña de la prevención cuando se comercia con estas medicinas y se hace de una manera no tan clandestina.

Por otra parte, el suministro de vacunas no se presenta como otro instrumento para respetar el derecho a la salud que tienen los ciudadanos, sino como una dádiva del gobierno hacia ellos, un favor que hay que agradecer o simplemente aceptar sin protesta los abusos e irrespetos a la dignidad.

 A los periodistas se les ha hecho casi imposible realizar una cobertura sólida y completa sobre el programa de vacunación nacional y averiguar por qué estamos en los últimos lugares en cuanto al número de personas inmunizadas y por qué se avanza tan lentamente. Las respuestas son siempre excusas y evasión de responsabilidades.

Tampoco se explica por qué los adultos mayores no han gozado de la prioridad que ha existido en otras naciones. Las autoridades sanitarias no responden con claridad acerca de la disponibilidad de la segunda dosis de vacunas, generando una especie de temor en el ciudadano de a pie que percibe que va a quedarse a la deriva en cuanto a su inmunización se refiere.

Las autoridades se han olvidado que en estos tiempos críticos la información veraz está por encima de la opinión. Los organismos involucrados en preservar la integridad sanitaria tienen que dar a conocer las acciones y explicar la razón de la aplicación de esas acciones. Deberían abrir las puertas a toda institución que desee colaborar sin juzgar a priori esas iniciativas que pretenden sumar y cuya mayoría provienen de la sociedad civil. Sólo con la participación de todos se podrá superar la curva ascendente de enfermos y aumentar el número de protegidos por las vacunas.

En lo educativo también se ha hecho sentir las limitaciones de la información. No existen cifras oficiales sobre como la pandemia ha impactado en los alumnos de todos los niveles, tampoco se ha dado a conocer qué ha hecho el gobierno venezolano para dotar a los maestros de instrumentos tecnológicos que les permitan desarrollar una actividad docente adecuada. El resultado: una mayor desigualdad entre aquellos que cuentan con una mejor conectividad y con equipos que les faciliten el acceso a las clases remotas y de quienes, por diversas razones, carecen de equipos y de medios para participar con regularidad en clases virtuales.

Los funcionarios hacen mutis ante esta situación y se desconoce como el COVID-19 ha repercutido en el sistema educativo venezolano, sin embargo, la propaganda política no cesa porque los medios oficiales han olvidado su verdadera razón de ser.

Otra forma de coartar la libertad de expresión y de informar es bloqueando a aquellas organizaciones nacionales y extranjeras que luchan por preservar esas libertades y los derechos humanos. En Venezuela las ONGs han visto restringido su campo de acción debido a las amenazas sucesivas y las acusaciones e injerencia que limitan su trabajo en aspectos tan importantes como el apoyo a los presos políticos y a los migrantes en las zonas fronterizas.

Ya lo ha dicho Amnistía Internacional: “El derecho a expresar y difundir, buscar, recibir y compartir información e ideas sin miedo ni injerencias ilegítimas es esencial para nuestra educación, para desarrollarnos como personas, ayudar a muestras comunidades, acceder a la justicia y disfrutar de todos y cada uno de los derechos que aparecen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos”.

Periodista

 Miembro de Expresión Libre

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