PENSAR CON CRITERIOS

Esclavos en el ciberespacio

Recuerdo cuando apareció ante mis ojos ese monstruo enorme que, con sus habilidosos tentáculos y la brillantez de sus ojos robóticos, le cambió el rumbo al mundo. Su gran poder transformó a cada habitante del planeta en seres con poca capacidad de raciocinio, autómatas tras el manjar de lo incierto, consagrándolos como seguidores en un ciberespacio que consume más de la mitad de sus horas diarias de vida. Ahora creemos que lo que hacemos está bien, es algo así como obligar al mundo a hacer cosas malas que parezcan buenas. No hablo de la radiactividad para las guerras, no hablo de los versos satánicos de Salman Rushdie para nuestras ideologías y creencias, ni de la macabra esvástica nazi para el exterminio humano; hablo de la Internet.

Me resistí por mucho tiempo a formar parte de esas filas que pujaban por un lugar frente al computador para navegar hacia la autodestrucción de su poder creativo… hacia esa esclavitud cibernética que está rebosando el vaso, y que no sé si en las catacumbas de algún lugar del mundo haya algún movimiento preparando una revolución que nos libere de este nuevo enemigo declarado con el que tiene que lidiar la humanidad.

No trato de nadar contra la corriente negándome a la modernización del planeta, a la idea de que los avances tecnológicos son necesarios y vienen perfeccionándose desde tiempos remotos. El progreso tiene que darse sí o sí; pero sí hablo del uso que le damos a esta herramienta digital que está haciendo estragos en la mente de nuestra población, sin distingo de raza, creencias o estrato social.

Dicen que los limites entre lo malo y lo bueno son el temor a Dios, pues en esta nueva era esclavista, donde el sufrimiento no es físico sino mental, parece no haber límites entre lo que son contenidos con beneficios y contenidos con vicios destructivos. En la Internet, en ese ciberespacio el cual creemos nuestro, hay de todo: audiolibros para que ni siquiera esfuerces tus neuronas ojeando páginas, retos suicidas, acoso sexual, fake news, y sobre todo la posibilidad de mostrarte ante el mundo como un fantasma escondiendo tus miedos y defectos con herramientas de belleza 100 por ciento.

En la actualidad existen 750 millones de cuentas de Facebook en todo el mundo y 1.270 millones de cuentas Instagram. En cuanto a líneas telefónicas, 394 millones de personas tienen un smartphone o un tablet, 1.270 millones tienen un PC, el Internet alcanza los 2.000 millones de usuarios. También que 555 millones utilizan banda ancha y 5.113 millones son usuarios de teléfonos móviles entre una población de 8 mil millones de personas, lo que representa casi el 75% de la población; pues diría que no queda dudas que el manejo del ciberespacio es de casi todos los seres humanos que habitan el planeta Tierra; pero quien maneja y controla esa autopista digital, donde llegan libremente distintas formas de enajenación…nadie. Es tan así que se colocan límites de edades para el uso de esas atractivas y profundas plataformas digitales, pero estos requisitos de uso son vulnerados con frecuencia y facilidad; y puede que luego de ser instalados, esa vulnerabilidad sea a propósito.

Por qué denigro tanto de estos avances que, al parecer, y por nuestra manía de hacer parecer cosas malas como buenas, están contribuyendo en gran manera a transformar un mundo más moderno y creativo sin mucho esfuerzo, más representativo y que ha logrado acortar la distancia con la inmediatez de las comunicaciones humanas; pero que también son un detonante al desajuste de la salud mental de las grandes audiencias. A todas luces se están cambiando patrones de conducta de forma muy peligrosos para la población.

Se está llenando el vacío de atención en nuestros hogares con la imagen y los sonidos de una pantalla, se está afectando la madurez mental de nuestros niños, se está poniendo en riesgo la integridad física de nuestros niños, jóvenes y adultos, llevándolos a rastras hacia la pornografía y el abuso sexual. Para nadie es un secreto que el atrayente negocio de la webcam está en lo más alto y que nuestros jóvenes ya no piensan en crear sino recrearse a través de estas plataformas al tiempo de que reciben dinero por ello. El bullying enemigo número uno de la autoestima, responde a parámetros humanos confeccionadas en las redes sociales. El bum del influencer está colmando el vaso. Cuesta ver un influenciador creador de contenidos en la rama literaria, pero abundan en maquillajes, retos virales, estilos de vida. En fin, la sociedad sana física y mentalmente está en desuso.

Pero cuál sería la salida a este background de ataque sin cuartel contra la estabilidad mental que navega a sus anchas por ese grandioso y venenoso invento de la Internet. Creo que, así como se tuvo el ingenio para crear esta enorme plataforma digital, pues que se tenga también para encontrar la forma de controlar sus contenidos, y que se equilibre esas vanas aplicaciones que hacen ver cosas malas que parecen buenas, como llevar a nuestra juventud a basar su personalidad de acuerdo a lo que creen es bueno, instándolos a llenar sus vacíos de atención con filtros que los transforman en hologramas  vivos, y que no los ayuda a asimilar el fracaso como aprendizaje sino que los lleva a una insania mental cuyo resultado ha sido el incremento de los índices de suicidios en el mundo. Que un reto absurdo los lleve a la muerte solo por buscar aceptación es para sentarse a analizar cuáles son las prioridades de nuestros jóvenes, qué les falta para llegar a poner el riesgo sus vidas solo por lograr seguidores en sus redes. Estamos en el ojo de ese feroz huracán llamado Internet…queda de los organismos garantes de la seguridad de la humanidad encontrar la forma de controlar el epicentro de este huracán y llevarlo de categoría 5 a categoría 1.

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