Inmovilizados de miedo

El miedo es un monstruo interno que llevamos a donde quiera que vayamos, solo que es como un león domesticado, puede que siempre atienda a tus órdenes o puede que en cualquier momento se abalance sobre ti y acabe con tu vida.

Recientemente se han hecho viral los casos de bullyng en varios países del Continente, lo que nos quiere decir que la cosa es seria, y lo más grave es que en algunos casos las consecuencias han sido dramáticas, llegando al suicidio o la muerte por el abuso físico sufrido por las víctimas.

Se habla de que la solución es educar a nuestros hijos para garantizar el respeto al prójimo, otros han ido más allá y hablan de castigos ejemplares a través de leyes que protejan a las víctimas, que en su mayoría son escolares.

Pero esta situación me lleva a mi infancia donde la burla era peor, los golpes eran más frecuentes y las denuncias eran inexistentes. Qué diferencia tienen los niños de generaciones anteriores con los de ahora, a la que suele verse más vulnerable, hasta el punto de estereotiparla como la generación de cristal por su fragilidad; podría decirle que la anterior era de cuero curtido.

La fortaleza mental de los niños, zurcida a pulso por sus padres era, sí, el de respeto, pero también de aguante. Ejemplos de niños y jóvenes vejados en sus escuelas y liceos por su aspecto físico o por sus miedos, son infinitos, pero la respuesta antes no era llorar y escudarse en las faldas de su mamá sino a enfrentarte a esos abusos solo por el temor a que si llegabas golpeado a casa debías, por lo menos, haberte defendido debidamente.

Es evidente que hasta la vigilancia de los padres antes era menor, pero los temores eran más controlados por los niños, diría que llevaban en su interior un león bien domesticado.

No critico que en la actualidad nuestros niños y jóvenes sean menos o más fuertes que los de antes, solo me refiero a que, sí es necesario que los padres hagan a sus hijos más fuertes y menos sobreprotegidos, que los enseñen a defenderse y sobre todo a dominar el miedo, es este quien paraliza toda acción de defensa ante cualquier ataque sufrido.

Muchas veces ni siquiera se llega a denunciar porque están inmovilizados de miedo. Fortalecerlos por dentro viene desde el hogar. Es una tarea familiar, así como lo es inculcarles deberes de respeto hacia el prójimo.