domingo, abril 28, 2024
OPINIÓN

LA CRISIS POLÍTICO INSTITUCIONAL Y LA ORGANIZACIÓN SOCIAL PARTE I

POR: ING. GOLFREDO DÁVILA

Vanguardia Popular

Como se ha repetido, este régimen destruyó el aparato productivo, las instituciones del Estado, el andamiaje legal que sostiene a la nación, llevó a la inmensa mayoría de los venezolanos a la pobreza y también acabó con las instancias de participación ciudadana. Lo que no ha podido demoler es la voluntad de lucha de los venezolanos por transformar esta terrible realidad.

Hemos ahondado en muchos de nuestros trabajos sobre el inmenso deterioro de las organizaciones sociales, del movimiento sindical, gremial y estudiantil, pero en esta entrega abordaremos la situación organizativa en nuestras comunidades. Es una cuestión de principios que los vecinos se den la organización que más se ajuste a sus intereses, llegó la hora de actuar en correspondencia.

Ya en el 2007 en nuestro ensayo Control Social por parte del Estado y los Consejos Comunales (CC), advertimos que estos instrumentos fracasarían, así ocurrió. Pues toda forma organizativa que se le impone a la gente desde el poder tiene ese destino. Ello no exime al Estado de hacer propuestas o viceversa. Eso es distinto a someter y controlar a los ciudadanos.

En vista de ello, en el 2013, propusimos la necesidad de promover una nueva forma organizativa en nuestras comunidades, pero no trascendió. La conducta hegemónica y avasallante del régimen, causo inhibición y desdén por estos asuntos en densos sectores de la sociedad; el liderazgo democrático se enfocó en la lucha política buscando salir del régimen y la sociedad opositora no le encontraba sentido organizarse, sabía que tenía al frente un régimen que no escuchaba y que sólo se esmeraba por preservar el poder, aunque fuera acosta de la supresión de la soberanía popular.

Ha resurgido de nuevo un interés en los vecinos por reconstruir sus organizaciones y, particularmente en el Zulia, toda vez que hoy tienen quien los escuche. Pero ello no vasta, hay que librar una batalla contra los vicios que las llevaron a la actual debacle que, dicho sea de paso, no es sólo una cultura que nació en el chavismo. Claro, la autocracia naciente, al amparo de la bonanza petrolera, se aprovechó de las falencias arrastradas, para imponer su control, reforzando los viejos males del clientelismo, el burocratismo, la exclusión, el paralelismo institucional y gremial, entre otros, ocasionando que las comunidades quedaran en orfandad. Sacaron de su léxico y de las leyes la palabra autonomía; confundieron la soberanía popular con la sumisión; la participación protagónica fue simulada desde órganos que promovían la obediencia, la actitud acrítica y el fanatismo. El desaparecido caudillo, aparte de convertir la mentira en política de Estado, copió los esquemas fascistas de Benito Mussolini, «Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado” y  puso en vigencia la frase de Luís XIV (1754-1793) “El Estado Soy Yo”.

En razón de ello, adscribieron los CC a un Ministerio; los secuestraron y los convirtieron en comités de base del PSUV; cerraron las vías de participación de cualquier otra instancia organizativa, llámense Asociaciones de Vecinos, grupos deportivos, culturales, comités de salud, entre otros, alimentando en la gente más apatía, escepticismo e incredulidad. Para colmo, toda persona opuesta al militarismo y a la visión cuartelaria del régimen, fue excluida y discriminada, se fueron conculcando cada vez más los derechos sociales y políticos, se criminalizó la disidencia, se desató la represión, la persecución y se llenaron las cárceles de secuestrados políticos. Todo en función de sojuzgar y quebrar al movimiento popular, hoy las organizaciones más activas, no por casualidad, son las de Derechos Humanos y las asociaciones que agrupan a jubilados y pensionados.

En tiempos cuando se padecen los rigores de una dictadura mafiosa, hay que combinar las acciones; por una parte, es preciso promover organizaciones sociales democráticas, autónomas, plurales, críticas e incluyentes, que ayuden a restablecer el tejido social, a empoderar a la ciudadanía, y a jugar un rol de primer orden en la vida pública, tanto para gestionar soluciones, como para controlar al poder; y por la otra, continuar haciendo esfuerzos por la unión, por construir una fuerza social y política que articule las luchas y las inserte en el objetivo de lograr el cambio político.

 

Ing. Golfredo Dávila, de Vanguardia Popular

 

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