PENSAR CON CRITERIOS

Maestros de la desolación humana

Cuando maestros históricos como Simón Rodríguez y Andrés Bello, entre otros, se dieron a la tarea de capacitar intelectualmente a quien a la postre fuese el más grande Libertador americano, nunca imagine que la esencia de la enseñanza de calidad y llena de un gran sentir humano impartida por el educador venezolano, pasaría a cuentagotas a convertirse en una procesión de zombis detrás de una presa que los alimente físicamente, siendo obligados con ello a desaparecer todo vestigio mental que los lleve a recuperar la alforja que atesora sus derechos, sus glorias, y las capacidades intelectuales con las que educan a los hombres y mujeres de bien de nuestra querida Venezuela.

El respeto de un maestro se perdió; primero porque desde las cúpulas de poder empeñadas en lograr que el pueblo venezolano se convirtiera en un pueblo dominado, inculto y responsable de su propia destrucción, como lo advertía nuestro insigne libertador Simón Bolívar; decidieron comprar a sus líderes y violentar sus derechos laborales hasta el punto de transformarlos en mendigos de mejores condiciones sociales; y segundo porque para nadie es un secreto que la única forma de dominio está en la educación. Un pueblo lacerado mentalmente no tiene capacidad de reacción ante las acciones desmedidas de violaciones de sus derechos universales de parte de sus desgobiernos. Y cómo lo hacen, pues haciendo añicos el sector educativo al desasistirlo, pagándole miserias salariales, desapareciendo sus logros sindicales en pro de sus reivindicaciones sociales, irrespetando su derecho de ser reconocidos como lo que son, maestros de la humanidad y guías académicos de nuestros niños y jóvenes. Contrariamente los han convertido en maestros de la desolación humana.

Atrás está quedando ese lema magisterial que una vez escuché por ahí: “la tarea del educador moderno no es cortar selvas, sino regar los desiertos”.

La labor de cada educador es la clave para conjugar la misión de encender en la mente de sus discípulos, una llama de lucha por las libertades sociales, tan necesarios en la humanidad, tal como lo hicieron en su momento Rodríguez y Bello, quienes sí jugaron un importante papel en la historia de Venezuela y en la lucha por la Independencia sudamericana.

Vamos más cerca. Quién no resalta el papel de docentes como Luis Beltrán Prieto Figueroa en el proceso de formación de la democracia. La importancia del maestro es tal que se decretó un día especial dedicado a ellos por iniciativa del presidente Isaías Medina Angarita, y así el 13 de enero de 1945 quedó instaurado el 15 de enero de cada año, el día para rendir homenaje permanente a los educadores venezolanos.

Esta celebración se trasladó en 1952 al 29 de noviembre, natalicio de Andrés Bello, por su condición de maestro del Libertador. A partir de 1959 se vuelve a la fecha fijada por Medina, la del 15 de enero, para hacerle honor al día en que se crea la Federación Venezolana de Maestros, cuyo primer presidente fue Luis Beltrán Prieto Figueroa.

La educación es y será el enclave de cualquier sociedad, y eso lo reafirma en gran manera su influencia en la cultura de las poblaciones indígenas, cuyos maestros alíjunas, en su mayoría religiosos, llegaron a sus tierras para enseñarles a leer y a escribir su propia historia, al tiempo que estos pobladores se convirtieron en reconocidos maestros al migrar a las grandes ciudades para ser capacitados en las diferentes profesiones. Por ello no es menester en este momento pretender, como está pasando con el actual régimen, obligar a callar con violencia y omisión el clamor del sector educativo, que grita alto para que escuchen sus reclamos de mejores reivindicaciones económicas y sociales. Una respuesta a sus peticiones, además de saldar la deuda que se tiene con ellos, permitiría retomar el sendero de una enseñanza de calidad en un país donde la incultura está siendo servida como pan de cada día.

Según un reporte publicado en el mes de febrero de este año por la agencia de noticias internacional EFE, y que leí en las plataformas digitales, más del 20% de los conflictos laborales registrados los últimos cuatro años en Venezuela han sido protagonizados por trabajadores del sector educación, lo que supuso «más de 1.000 protestas realizadas por los maestros», citando como fuente al Instituto de Altos Estudios Sindicales (Inaesin).

El sector educativo junto al de la salud son los más vulnerados en relación con la reivindicación de sus derechos laborales, donde los bajos salarios, deterioro en sus beneficios sociales y la carencia de espacios dignos para el ejercicio de su labor, están en la orden del día.

Esta barbarie educativa arrastra no solo a los maestros sino también a sus alumnos y a los núcleos familiares de esos alumnos, quienes en muchos casos reciben clases en condiciones paupérrimas. Los comedores escolares, aunque se mantienen en gran parte de los planteles escolares venezolanos, tienen un funcionamiento tan lastimoso que en sus remesas de alimentos sólo llegan legumbres sin los rubros necesarios para su preparación, la carne de res desapareció de sus menús, y la de pollo que llega en ocasiones y en cantidades insuficientes, no hay con qué prepararla. Los maestros, en su afán de sobrevivir a este holocausto criollo puesto en marcha por el régimen encabezado por el presidente Nicolás Maduro, hacen lo que pueden para mantener en pie sus comedores escolares, solicitando la colaboración de los representantes, cuya respuesta es casi nula al considerar que ni siquiera en sus mismos hogares tienen la posibilidad de contar con cantidades de alimentos sobrantes.

Aquí una radiografía de sus salarios de miseria:

Los maestros que son bachilleres sin título de docencia, quienes fueron usados como paliativos ante el éxodo de maestros hacia otros oficios o simplemente emigraron debido a la crisis del sector y del país, reciben salarios indignantes de alrededor de 270 bolívares. En un país con su economía dolarizada (Para el momento que escribía este artículo, el valor del dólar oscila sobre los 6 bolívares), el salario de estos maestros es de menos de 50 dólares por 40 horas de trabajo semanales, mientras que quienes cuentan con un mayor grado académico y años de experiencia, apenas alcanzan a recibir entre 450 y 600 bolívares mensuales, equivalentes a unos 80 y 100 dólares por mes. A toda esta calamidad se añade la poca movilidad hacia sus centros de trabajo por la falta de combustible y deterioro del parque automotor público.

A pesar de los cambios en los horarios a raíz de la pandemia y las restricciones por movilidad, en estos recientes años, los maestros han afrontado una jornada laboral, que no contempla primas, ni bono de alimentación, y por la cual perciben poco menos de dos dólares y en el mejor de los casos un poco más de tres.

Puedo decir con propiedad que los maestros venezolanos serán visto en la historia por contarse, como los verdaderos protagonistas de esta película de horror que se rueda en cada centro educativo del país, por su heroísmo a la hora de que a pesar de la adversidad prefirieron quedarse en las aulas para enseñar a sus alumnos que la meta es aprender, crecer y sobre todo soñar con un futuro mejor.

 

Foto/Internet/El Nacional

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