OPINIÓN

MEDALAGANARIOS POR MONTÓN

POR: GLORIA CUENCA.

El término que utilizo para titular el artículo de esta semana, -lo he explicado- lo aprendí de un sociólogo dominicano, el Dr. Víctor Hugo Delancer.  Trabajé con él, en América Latina en cuestiones de Diseño Curricular para Escuelas de Comunicación. En uno de esos momentos, en Maracaibo, ante las diferentes opiniones, dificultades y problemas, me dijo: “¡Ah es que aquí hay muchos medalaganarios!”. Ante mi sorpresa, me explicó: “Se estudia en Dominicana, (su país) la actitud de aquellos, que solo quieren hacer lo que les venga en gana. Es común y corriente, esa conducta. Se ha decidido llamarlos medalaganarios. De `me da la gana´. Hemos investigado y tiene que ver con los Kariña, (los caribes), acostumbrados a hacer siempre lo que les provocaba, con pocas normas de conducta, y mucha libertad.” Desde ese momento me dediqué a observar a los compatriotas venezolanos. Concluí: en efecto, somos medalaganarios:todos. Cuestión, por cierto, que no nos debe enorgullecer. Averigüé un poco más al respecto. Encontré que nuestros colonizadores, españoles, para nada caribes,   tienen una buena dosis de “medalaganerismo”. Para completar, este aspecto que, dificulta la organización, la dirección, la legalidad y la gobernanza de nuestros países, recuerdo lo siguiente: durante la colonia, desde México hasta la Patagonia, se adoptó una medida práctica para resolver las dificultades que existían al recibir una “legislación” elaborada desde allá, sin ningún vínculo con la realidad de aquí, en las colonias. Se establecían normas, leyes, acuerdos que no se podían aplicar, ni entender. ¿Qué hicieron los colonizadores-gobernantes? inventaron un sello que decía:” Se acata, pero no se cumple”. Con el mismo sellaban toda ley, ordenanza, acuerdo o recomendación, considerada absurda, para su aplicación aquí. ¿Es posible entender a partir de allí esa rebeldía, pasiva o activa, en contra de la Ley en nuestros países? ¿Será? En nuestra historia, además, hay la existencia de gobiernos autoritarios y personalistas: “Aquí, quien manda soy yo”. Tal cual, “Yo, el supremo”. Los Siglos XIX y XX están plenos de personajes tiránicos y dictatoriales. Algunos tienen aspectos positivos, otros, francamente detestables.

De allí la grandeza de los padres de la democracia en Venezuela, con errores y aciertos: R. Betancourt, J. Villalba y R. Caldera, a quienes sumaría dos militares, sin temor alguno: los generales, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, en el siglo XX. Sin duda construyeron en parte, el camino para el logro de lo que, posteriormente al 23 de enero, civiles, contra viento y marea, instauraron por 40 años. Lamentablemente, en la última década del siglo pasado volvieron a aparecer:  autoritarios, militaristas y personalistas. Con severos conflictos, y bastante ignorancia. Sin concepto de Patria y graves problemas de resentimiento social. Ávidos de poder y dinero. Supuestamente, comunistas o socialistas, dispuestos a entregarse, ellos y el país, a quien les garantizara su permanencia en el poder. Esto ocurrió ante la mirada complaciente de un sector: “enamorados” del muerto-viviente, de Fidel Castro y sus secuaces: hubo militares, civiles, profesionales, políticos, autoridades de todo tipo; hasta sacerdotes se dejaron embaucar por la “labia” del encantador de serpientes.  Destrozaron el país, haciendo un daño terrible en relación con la organización social: la ciudadanía, la ética, lo jurídico y lo político. Se ha implantado el “medalaganerismo”, una forma de vida, como conducta habitual. No se respetan las más elementales leyes. Se ha “oficializado la matraca” en todos los niveles, aún cuando hayan puesto presa a una Juez de Maracaibo, grabada, y expuesta a la opinión pública. ¿Significa que no seguirá pasando? ¡Ni lo sueñen! Motorizados uniformados, “atracan” a los conductores en carros privados, costosos; por las principales avenidas de la ciudad capital. Ponen presos a chantajistas o extorsionadores, para esconder la verdad: desde los altos niveles se da el ejemplo, como “maestros negativos”: “Sí él/ella roba, ¿por qué  yo no?” Ni hablar de las mentiras, que se han transformado en el “pan nuestro de cada día”. Todos lo saben y se acepta con resignación. No hay vergüenza, ni pena.  Una falta absoluta de legalidad y de ética. Se olvidaron la moral y las buenas costumbres. Cada quien sobrevive -no se vive- como puede y estimula: la malandrería, la ilegalidad y el medalaganerismo. ¿Respetar las luces del semáforo? Un desafío; nadie lo hace y tocan la corneta para que tampoco tu, respetes la luz. ¿Estacionarse en sitio prohibido? No le hacen caso a la señal, a menos que, “remolquen” los carros. Escándalo en fiestas, común en zonas residenciales, no importa día, ni hora. En los barrios gobiernan los malandros. Casi siempre traficantes, creando “cultura mafiosa”: protegen a los ciudadanos, a cambio de silencio. Si no se meten con ellos, todos tranquilos. Han pasado 200 años de la famosa sentencia del Libertador: “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”. Vigente como siempre y ahora más que nunca. ¡Impresionante, colectiva y fuerte tarea que corresponderá a los re constructores de la Patria! No será fácil, ni rápido. ¡A educar! ¡A re- educarse! Sin descanso. Es lo prioritario.

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