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Murió Diego Maradona: los cuatro capítulos de su inigualable aventura en los Campeonatos Mundiales

  • Símbolo. Incomparable para la Selección Nacional, a la que condujo hasta el título de 1986 en México y el subcampeonato, cuatro años después en Italia.

Nos estamos aproximándonos al primer siglo de historia de los Mundiales de Fútbol y si nos referimos a la participación de la Selección Argentina ─dos veces campeona, tres veces finalista─ el nombre de Diego Armando Maradona es su símbolo indiscutible. Por la gravitación que tuvo en uno de aquellos títulos (México 1986), en una dimensión futbolística que sólo admite comparación ─dentro de los Mundiales─ con lo que ofreció Pelé para Brasil, también en México pero más de dos décadas antes.

Maradona fue protagonista en cuatro ediciones de la Copa del Mundo (sólo los mexicanos Antonio Carbajal y Rafael Márquez, el alemán Lothar Matthäus y el italiano Gianluigi Buffon cuentan con una participación más). Pero no sólo era el foco de atracción en cada uno de sus partidos, sino la personalidad dominante. Que alcanzó su esplendor en México, es cierto, pero que –por talento y carisma- atrapaba en cada convocatoria del evento deportivo más relevante del mundo.

Fue una historia apasionante, aunque terminó mal en Boston, cuando una asistente lo acompañó a la salida de un partido rumbo al control antidóping… Maradona, con apenas 17 años, también estaba entre los preseleccionados por César Luis Menotti para el Mundial 78, el primero (y único) en suelo argentino. A 40 días del debut contra Hungría, Menotti tuvo que decidirse por los 22 de la lista, excluyendo a tres jugadores. Uno de ellos fue Bottaniz, marcador de punta de Unión y otro, Humberto Bravo, delantero de Talleres de Córdoba. ¿El tercero? Maradona.

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Fue una decisión dolorosa, en la cual –según explicó el DT en aquel momento- “para ese puesto yo contaba con gente de más experiencia e igualdad de condiciones físicas y anímicas como Alonso, Larrosa, Villa y Valencia”. Ciertamente, el inmenso talento e irreverencia que ya demostraba en las canchas –y que luego desplegaría a lo largo de su carrera- Maradona era “Maradona”, pero no tenía el roce internacional ni el poderío físico de sus compañeros, lo que resultaría clave en los choques que se avecinaban.

“El viernes 19 de mayo los reuní antes del entrenamiento de la tarde y di los tres nombres. Yo sé lo que me costó, sufrí tanto como ellos. Se quedaron tristes, me pidieron que los dejara solos. No hubo explicaciones ni consuelos, entrenamos sin ganas, nadie quería tocar el tema. Ahora quisiera recordar especialmente a esos tres muchachos porque se lo merecen tanto como los otros”, contó Menotti.

Para Maradona fue uno de los momentos más duros de su vida futbolística, pero se recuperó pronto. El mismo Menotti lo tuvo como bandera en el Juvenil que, un año más tarde, deleitó con su fútbol y conquistó el Mundial en Japón. Y de allí en más, junto a otros de los jugadores surgidos en el mismo equipo como Barbas y Ramón Díaz, fueron infaltables en el equipo mayor.

La Selección Argentina que iba a defender su título mundial en España 82 mantenía la base de los campeones, sumaba a Diego y los otros juveniles, también a Valdano. Sin embargo, no alcanzó la regularidad, funcionamiento ni consistencia de cuatro años antes. Perdió 1-0 con Bélgica en el debut, aunque pudo clasificar con el 4-1 ante Hungría (allí Diego marcó sus dos primeros goles mundialistas) y el 2-0 sobre El Salvador.

Los choques fundamentales venían en una segunda ronda muy complicada. Italia, de pobre performance en primera vuelta y que sólo había pasado por diferencia de gol, se basó en la implacable y persecutoria marca de Gentile sobre Diego para ganar 2-1. También Brasil fue superior (3-1) y allí Diego terminó expulsado por una patada. Argentina, eliminada, e Italia, sorpresivamente camino al título.

Maradona esperó cuatro años para borrar aquel sabor amargo. Ya con Bilardo en la conducción técnica, después de un ciclo de ocho años de Menotti que había transformado las estructuras de la Selección, Maradona recibió la cinta de capitán. Y aunque la clasificación para México 86 fue sufrida –aquella “patriada” de Passarella contra Perú- y que tampoco los amistosos previos insinuaban mucho, el Diego Armando Maradona que llegó a México estaba en la plenitud. Física, técnica y anímica.

Resistió las agresiones de los coreanos del sur en el debut (3-1), dejó su sello con el gol ante la siempre complicada Italia (1-1) y la clasificación se completó con el 2-0 sobre Bulgaria. El clásico con Uruguay en octavos se resolvió 1-0 con gol de Pasculli. Y de allí en más, llegaría el “rush” inolvidable, el que convirtió a Maradona en uno de los futbolistas más trascendentes del historial de los Mundiales.

Primero fueron sus dos aportes en el 2-1 contra Inglaterra –un gol con “la mano de Dios” que se sigue discutiendo hasta hoy, y el segundo, maravilloso, tras dejar seis hombres por el camino- y después dos goles más en la semi sobre Bélgica (2-0) que colocaron a la Argentina en la final contra la poderosa Alemania, en el Estadio Azteca. Aquellas imágenes, y por supuesto, la del 3-2 sobre los alemanes, quedarán por siempre. Tenso, sufrido… hasta que Diego le colocó otro pase mágico a Burruchaga para sellar la coronación.

Pero el Maradona que había deslumbrado en México ─colocándose como el rey indiscutido del fútbol─ no se encontraba en las mismas condiciones físicas cuatro años más tarde, cuando se jugaba en Italia, justamente en la tierra donde llevaba varias temporadas a la cabeza del Nápoli. Una lesión en el tobillo hizo dudar de su participación hasta días antes del Mundial y jugó varios partidos (la final inclusive), infiltrado, dolorido, al límite. Aún así, y con todo el panorama en contra, más por personalidad que por fútbol y con una sorpresiva, soberbia, participación de Goycochea en el arco, la Argentina llegó hasta la final, postergando a varios de los favoritos.

El debut fue caída ante Camerún (1-0), con la posterior y famosa declaración de Bilardo (“antes de volver eliminados por este partido, prefiero que se caiga el avión”). La Selección pudo recuperarse (2-0 sobre la URSS, 1-1 con Rumania) para clasificar con lo justo. Brasil parecía imbatible en octavos y dominó a nuestro equipo, hasta que Diego lideró un contragolpe para colocarle el pase justo a Caniggia y éste, marcando su gol más importante en los Mundiales: 1-0 y a otra cosa. Los penales fueron necesarios tras el empate sin goles ante Yugoslavia en cuartos (allí apareció Goycochea) y también para dejar afuera, nada menos que a la Selección local en semis.

En el Olímpico de Roma, en aquel domingo decisivo, Alemania buscaba la revancha del 86. Y la tuvo, cuando en un polémico fallo, el árbitro Codesal le dio un penal a falta de pocos minutos. Marcó Brehme y definió todo. La Argentina no contaba con figuras como Caniggia –por acumulación de amarillas- y Diego terminó en lágrimas, mientras se escuchaban los himnos en la última ceremonia.

Estados Unidos, 1994. Ultimo capítulo. Poco tiempo antes, no parecía que Diego estaría para otro Mundial. Ya había pasado su primer episodio de dóping en el Nápoli, su amenaza de dejar el fútbol, su incursión en el Sevilla, muchos conflictos personales. La Selección Argentina, ahora bajo la conducción de Basile, se había renovado en protagonistas y estilo, conquistando la Copa América. Pero se vino abajo con el 0-5 ante Colombia en el Monumental y fue necesaria una reclasificación con Australia. Y Maradona fue convocado como una tabla de salvación, sobre todo en el plano anímico.

Ya eran pinceladas, lo que iba entregando. Pero era suficiente. Y nuevamente emergió como líder para la aventura norteamericana. Que prometía mucho (lo rodeaba un equipo con talentos y poder de fuego como Caniggia, Batistuta, entre ellos). Que arrancó con la goleada sobre Grecia (tres del Bati y otro de Diego) y el 2-1 contra una complicada Nigeria (dos de Caniggia). Pero, dos días después –un 27 de junio de 1994- cuando el equipo había viajado a Dallas para completar la primera ronda, llegó la “bomba”: Maradona había dado positivo por el control antidóping en Boston, después del choque con los nigerianos. Había consumido efedrina (sustancia prohibida) que le había acercado su entonces personal trainer, Daniel Cerrini.

Otra vez entre lágrimas, ahora en las entrevistas con los enviados argentinos, juró por sus hijas que no se había drogado. Y cuestionó a la FIFA por dejarlo fuera del Mundial. Fue su sentencia: “Me cortaron las piernas”. Sin Diego, la Argentina se derrumbó anímicamente –perdió con Bulgaria en el último encuentro de grupo- y luego quedó eliminada por el 3-2 ante Rumania en el cruce de octavos.

Fue el futbolista símbolo de la Selección. Brilló en el terreno más ambicioso y soñado, los Mundiales. Tiene allí el récord de partidos de un argentino (21), a cuatro del absoluto (el alemán Matthäus). También, con sus 8 tantos, es junto a Stábile el segundo argentino de la lista de goleadores en los Mundiales, a dos de Batistuta (otro alemán, Miroslav Klose, lidera con 16). Pero éstos, son apenas números. Su gravitación fue incomparable. Por categoría, por personalidad, por todo lo que entregó. Y porque aquella magia, especialmente del 86, no se olvidará jamás.

Todos los números en los Mundiales

Con sus 4 participaciones mundialistas, Maradona es -junto a Mascherano y Messi- los “jugadores récords” de la Selección Argentina en la Copa. Y solamente tienen 5 participaciones mundialistas, 4 jugadores: el alemán Lothar Matthäus (entre 1982 y 1998), el arquero italiano Gianluigi Buffon y los mexicanos Antonio Carbajal (el primero en alcanzar esa condición)y Rafael Márquez.

Maradona también es el futbolista argentino con más partidos en la copa del Mundo: 21 (seguido por Mascherano con 20 y Messi con 19).

Figura 4° entre los jugadores con más partidos, detrás de Matthäus (25), su compatriota Miroslav Klose (24) y el italiano Maldini (23). Con 21 partidos, junto a Diego, figuran el legendario delantero alemán Uwe Seeler y del defensor polaco Wladyslaw Zmuda.

Entre los goleadores de los Mundiales, lista que encabeza Klose con 16, Maradona es el segundo mejor argentino con 8, junto a Stábile. Lidera Batistuta,

Por El Calrin

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