jueves, marzo 28, 2024
PENSAR CON CRITERIOS

¿No más Darién?

Las inmediaciones de la terminal Sur de Medellín en Colombia continúan repletas de viajeros venezolanos, esta vez pocos salen y muchos regresan del pueblo costero de Necoclí de la subregión de Urabá en el departamento de Antioquia.

Necoclí se convirtió en el portal de entrada a la selva del Darién en la frontera colombo panameña para miles de migrantes en su mayoría sudamericanos. Allí los casi 10 mil migrantes que fueron llegando de alrededor de 2000 cada día plegaron su costa, abarrotaron sus posadas y colmaron la playa que rodea su pequeño puerto con pequeñas carpas, sillas y ventas informales de alimentos, bebidas e implementos para el resguardo selvático. El paisaje de este pequeño poblado es ferial, personas van y vienen todo el tiempo.

Qué está pasando en Necoclí luego del anuncio del gobierno del presidente Joe Biden de aplicar un nuevo programa migratorio, destinado sólo a los venezolanos que crucen el peligroso tapón del Darién para llegar a México y pasar a su territorio de forma ilegal; muchas cosas, pero sobre todo incertidumbre y un amargo sentimiento de frustración.

Sobre los requisitos para optar por esta medida se habla mucho y la información está muy clara para quienes miramos los toros desde la barrera. En Necoclí la cosa es otra. Allí la incertidumbre y la duda de seguir o no es evidente en los rostros de los migrantes venezolanos.

De los centenares de migrantes entre los que se cuentan familias enteras, discapacitados, embarazadas y madres con  niños de meses de nacidos, que iniciaron la extenuante travesía de llegar a Colombia desde Venezuela o desde otro país sudamericano, luego de juntar todos sus ahorros y disponerse a pisar Estados Unidos e iniciar su camino hacia el mal llamado sueño americano; unos cuantos decidieron regresar con sus maletas llenas ya no de esperanzas sino de pesadumbre por haber perdido todo su esfuerzo. “No arriesgaremos más a nuestros hijos. Nos han contado que el trato hacia los deportados es cruel, les dan de patadas y los abandonan en México a su suerte”, dicen algunos migrantes entrevistados por los medios televisivos colombianos en la terminal Sur de Medellín. Otros no desisten y siguen tomando una lancha que los lleve a Capurganá para adentrarse en una selva llena de peligros, pero que para ellos representa una luz de esperanza. Los viajes en lanchas bajaron drásticamente, ahora de centenares de ellas, solo unas 20 consiguen completar pasajeros. Algunos migrantes hacen colas y piden el reintegro de sus pasajes pues no quieren arriesgar más.

Sea de regreso o avanzando, los migrantes criollos están invadidos por la incertidumbre de lo que les espera. Los que regresan derrotados lo hacen sabiendo que no tienen garantías sociales y económicas en su país para gozar de un poco de bienestar, y los que siguen están expuestos a una agresión social de grandes magnitudes.

En México desde la semana pasada comenzaron a llegar venezolanos en calidad de refugiados temporales que ahora hacen largas colas frente a las oficinas de migración en Tijuana buscando opciones para regresar a suelo “gringo”; en ellas las historias pujan entre cuál de las contadas son más escalofriantes o más dolorosas. Hasta este martes más de mil 700 venezolanos llegaron a México deportados desde Estados Unidos.

“Nos despertaron de repente, en la madrugada, nos embarcaron en varios autobuses, pasamos por varios pasos, no sabíamos que pasaba, y luego nos dejaron aquí. Estábamos en un refugio de Texas desde el pasado 10 de octubre, la medida fue aprobada el 12, según nos informaron después, e igual nos deportaron. Ahora estamos aquí con hambre, cansados sin que nadie nos atienda y nos den respuestas. Fuimos engañados, dijeron que aquí nos atenderían y nadie nos escucha. Perdí todo, además de nuestros ahorros, el esfuerzo de haber terminado esa travesía tan nefasta como es cruzar esa selva, las matracas de las alcabalas por Centroamérica, cruzar, y cuando ya todo parecía logrado estamos aquí viviendo está pesadilla”. Esta es la historia reiterativa que se escucha en los canales televisivos que siguen paso a paso la grave situación que ha generado la estampida de migrantes venezolanos hacia Estados Unidos que desde 2020 comenzó a elevarse de manera desproporcionada.

Representantes de la ONU han expresado su preocupación de que la medida deje familias sin lugares seguros para refugiarse en la peligrosa región fronteriza de México.

Para colmo de males el número dos del chavismo en Venezuela, “Diosdado El Perverso”, se regocija en burlas contra sus connacionales que están padeciendo esta tragedia. El su programa con el Manzo Dando, Cabello ríe de forma siniestra y con su mirada luciférica dice, ambientando su declaración con un joven de 18 años que lloraba por haber sido uno de los 300 primeros deportados desde los refugios estadounidenses: que no vengan a llorar ahora, qué se creen ¿héroes?

El problema con la nueva medida “gringa” es que solo serán beneficiados los primeros 25 mil venezolanos que cumplan con los requisitos exigidos, pero resulta que la media de migración en los primeros 9 meses de este año, es de 134.178 migrantes que cruzaron la peligrosa selva del Darién, donde el 63,28 % (80.000) de ellos son venezolanos, según cifras del Servicio Nacional de Migración (SNM) de Panamá.

La migración ilegal es un problema que enfrenta Estados Unidos de forma perenne, ahora se acrecentará esa movilización por los recovecos de la frontera entre México y Estados Unidos, y con medidas como estas no acabará. Si bien los venezolanos han fijado su mirada migratoria hacia el Norte también lo es que los centroamericanos, cubanos, haitianos y hasta procedentes de países africanos cruzan esa frontera. El tránsito por el Darién no parará, lo que obligará a una nueva arremetida del gobierno de Biden con sus temidas redadas buscando ilegales, acción que ha sido el plato fuerte de los controles migratorios de las autoridades estadounidenses.

Otro problema. La ocupación laboral versus la ayuda humanitaria.

Creo que el problema no son los puestos de trabajo por los que optar esos miles de venezolanos que llegan, sino la mentalidad de algunos de ellos, al exigir atención en calidad de refugiados, y Estados Unidos está viendo esa nueva responsabilidad como un gasto público. Atrás quedó el lema de que «los venezolanos eran el grupo migratorio con mayor preparación académica que llegaba a los Estados Unidos”, ahora se habla de delincuentes paseándose por las calles de Nueva York, y refugios colapsados por la cantidad de venezolanos que reciben.

Se preguntaba una amiga venezolana en las redes sociales ¿En qué momento nos perdimos como sociedad? Y yo le respondo; en el momento que por cuenta propia cambiamos nacionalismo por sumisión y adulancia, trabajo por dádiva y crecimiento personal por analfabetismo funcional; sin embargo, no creo, como muchos advierten, que los referentes culturales negativos sean la causa de este rechazo o estas decisiones antimigratorias contra los venezolanos, aunque de cierta forma contamine a quien si quiere hacer las cosas bien; a todas luces se evidencia estar frente a un problema netamente político.

El presidente Biden dijo que la idea no era vaciar a Venezuela donde en la actualidad han dejado sus hogares unos 7 millones de personas, de todos los estratos sociales y sin límites de edad o condición física, pero la solución no está en cerrarle la frontera a los venezolanos sino tenderle la mano para arrancar el tumor que hace metástasis en sus mentes, cuerpos y sociedad: el comunismo disfrazado de socialismo del siglo XXI.