JUÁN PABLO GUANIPA
Aunque la política, los partidos políticos y los políticos, alrededor del mundo, suenen –sonemos– a desprestigio, yo prefiero asumir la sentencia del Papa Pío XI cuando afirma que la política es la forma más excelsa de la caridad –es decir, del amor– después de la religión. Creo en la política subordinada a la ética, creo que el poder es un instrumento y no un fin en sí mismo, creo que nunca podemos estar conformes con la sociedad que tenemos y que debemos luchar por perfeccionarla. Creo en el bien común, en la justicia social, en la libertad, en la igualdad de oportunidades y en la realización democrática. Creo en la participación, en la solidaridad, en el pluralismo –ideológico, político, social, económico, cultural, etc.–, en la subsidiariedad, en la descentralización. Pero sobre todo creo en el humanismo, en la eminente dignidad de la persona humana. Todo lo que hacemos en la vida debe estar centrado en la defensa de esa dignidad, nuestra y de todos. Todos esos valores y principios he tratado –con muchos defectos y pocas virtudes– de vivirlos en mi carrera política.
Sin duda, un instrumento adecuado para desarrollar la vocación política es el partido político. Lo importante es que el partido que escojamos reúna a personas con las que compartamos esos valores y principios, plasmados en la doctrina, la ideología y el programa y que luchemos por alcanzar democráticamente el poder para lograr la transformación de la sociedad. Por eso me inscribí en Primero Justicia casi desde su fundación. Durante estos casi 20 años de militancia, que se unen a más de tres lustros de militancia previa en la democracia cristiana venezolana, hemos trabajado por lograr que la nación pueda recuperar la democracia y la libertad que ha perdido. Es decir, no ha sido una lucha política convencional. Ha sido un esfuerzo titánico por la restitución de la democracia en nuestra patria.
Venezuela está secuestrada por una dictadura criminal, vinculada al narcotráfico, al terrorismo, a la guerrilla, al paramilitarismo, a países a los que nada les importan los valores democráticos: Cuba, Rusia, China, Irán, Turquía, entre otros. Vivimos una tragedia que, en lo político, ha significado el fin de las instituciones, del estado de derecho, de la separación de poderes; en lo económico, se ha traducido en la destrucción de la producción, del empleo, del salario, del poder adquisitivo, de la moneda; y en lo social ha degenerado en una impresionante precariedad de la calidad de vida, de los servicios públicos, de la convivencia.
Esa Venezuela ha contado con la entrega de Primero Justicia y de sus dirigentes, militantes y simpatizantes. A ella nos hemos dedicado con devoción. Anhelamos e impulsamos su liberación. Ansiamos su normalidad. Ese titánico esfuerzo ha llevado a la dictadura a intentar acabar con esta opción política y con otras que forman parte de la unidad democrática. Ya hace varios años estamos ilegalízados y ahora, vía tribunal supremo de justicia –en minúsculas– deciden crear una dirección “ad hoc” bajo la conducción de diputados a quienes excluimos de la militancia partidista por haberse aliado –por dinero– con la oprobiosa dictadura de Maduro.
Pero todo eso no nos amilana. Primero Justicia no se puede reducir a sus siglas o emblemas. Primero Justicia es una familia, integrada por gente que, en todos los rincones del país hace esfuerzos por sobrevivir y por lograr salvar a Venezuela de la tragedia a la que nos han sometido Maduro y sus cómplices. Así que nuestra decisión es hacer caso omiso a decisiones írritas de un tribunal ilegítimo y seguir dando la pelea para que se produzca toda la presión posible –política, social, institucional, militar, internacional– que permita que se genere un clima hacia el cambio. Tengo la convicción de que de esto vamos a salir. Alcanzar el logro libertario e iniciar la reconstrucción y transformación del país son tareas a las que Primero Justicia se dedicará a plenitud.
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@JuanPGuanipa