Portada » Lagunillas: La continuidad de una tradición

Lagunillas: La continuidad de una tradición

por Noris Hernández

San Benito en Lagunillas.- De nada valió la fragmentación y dislocación social de la que fue objeto toda la población de Lagunillas de Agua, luego de aquel voraz incendio de 1939 que la obligó a dejar la plataforma de madera que cimentaba este pueblo para partir a su destierro. Sus arraigos religiosos, culturales y sociales siguen vivos y se han hecho más fuertes con el tiempo.

Tras la tragedia se pretendió alejar a los pobladores de los destruidos palafitos, no sólo de sus pertenencias materiales sino también de su espiritualidad. Sin embargo, el fuego no pudo lesionar su relación existencial y afectiva con su entorno de vida, entre esas afecciones, su devoción a San Benito de Palermo.

Es así como el simbolismo de fe que representa el Retablo de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario de Paraute, que reposaba en la iglesia de la Candelaria del poblado palafítico de Lagunillas de Agua, unido a su devoción  por San Benito de Palermo, el santo que los acompañaba en sus tradicionales romerías; sigue absorbiendo el amor y la fidelidad de las familias católicas de Lagunilla de Agua, al igual que lo hacían el resto de los poblados cercanos Tasajera y Pueblo Viejo; esta vez extendiendo su influencia religiosa a Ciudad Ojeda y Lagunillas de tierra, su nuevo hogar.

San Benito en Lagunillas

La cultura religiosa recibida de las familias que llegaron a Lagunillas de Agua y sus alrededores provenientes de varios pueblos del Sur del Lago y hasta diferentes localidades andinas, desde donde ya se sucedían continuas y nutridas peregrinaciones en honor a San Benito en Lagunillas el inmaculado beato de la localidad italiana de Palermo; dio pie a un culto que se ha expandido por toda la zona suroriental del Lago de Maracaibo.

Lagunillas de Agua fue el origen de la constitución del actual municipio Lagunillas. Existió primero con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción de Lagunillas en 1730 y luego como Nuestra Señora de La Candelaria de Las Lagunillas en 1774, conformada por palafitos que se conectaban con tierra por medio de una planchada de madera, con una población predominantemente formada por foráneos, albergados de forma anárquica. Su historia se remonta a un asentamiento indígena hasta donde llegó una misión de frailes en el siglo XVI para iniciar su colonización.

Con la era petrolera que se inicia en Lagunillas entre 1925/26 cuando la Venezuelan Gulf Oil comienza a perforar sus costas, y con la llegada de otras compañías como Lago Petroleum Corporation y The Venezuelan Oil Concessions Limited (La VOC); llegaron también las amenazas de exterminio para Lagunillas de Agua epicentros de sus exploraciones petroleras, que comenzaron a ocasionar daños en las palafitos y a provocar incendios catastróficos continuos que terminaron por destruirla por completo con el incendio de 1939.

San Benito en Lagunillas

FOTO/MILEIDYS PIÑA

San Benito en Lagunillas: Una fe que no repara en castigos divinos

Los pobladores de Lagunillas de Agua pese a no olvidar la tenebrosa leyenda del “castigo celestial” que emitió un religioso doctrinario, durante el desborde casi hereje, de los feligreses en una marcha de San Benito en Lagunillas, años atrás, o la de la maldición de un misionero, quién había estado cuestionado a los pobladores por sus conductas profanas y sacrílegas, relajando las costumbres cristianas y usando la violencia, el pueblo, obliga al sacerdote a salir de la población. Con el hábito desgarrándose, lanzó una maldición ¡por el fuego pereceréis impíos! No creyeron en castigos divinos y dieron continuidad a una devoción que para ellos es el eje de una ayuda divina a través de los milagros que San Benito les ofrece en respuesta a sus peticiones y promesas.

Las fiestas de San Benito en Lagunillas continúan celebrándose cada 27 de diciembre y 06 de enero, días en que los antiguos lagunillenses unen sus afectos para rememorar junto a San Benito ambos pueblos; el de Agua y el de Tierra.

Es así como los pobladores de Ciudad Ojeda, Las Morochas, Tasajeras, Nueva Lagunillas y El Danto, mantienen sus relaciones sociales y religiosas cuando realizan las celebraciones que se festejan en honor a su amado San Benito por lo que no se puede entonces como una ruptura espacial de su historia, sus valores, costumbres, actitudes y sentimientos especialmente, que se vinculan y unen en el culto a San Benito.

Con la salida abrupta de sus pobladores de Lagunillas de Agua se modificó no solo el espacio físico natural del poblado palafítico, sino también sus costumbres y modos originarios de vida que transcurrían en la faena del lago como la pesca y la caza de yaguasas, además sacando las eneas para hacer esteras, alfombras.

Ahora dejaban el agua para convivir en tierra firme. Sin embargo, lo que pudo ser un “etnocidio cultural”, con consecuencia dramáticas para la identidad de este pueblo de agua, debido a la disolución de formaciones de étnicasculturales, no pudo con la tradición de rendir honor en medio de tambores y nutridos puntos de encuentro a Santo siciliano de descendencia africana, Benito de Palermo.

San Benito en Lagunillas

Imagen de San Benito que se encuentra en la capilla de Ciudad Ojeda, que veneraban desde las primeras procesiones. (Foto/Cortesía)

Tambores que repican fe

Entre los sectores lagunillenses más devotos nos encontramos los que cohabitan en los alrededores de la capilla de San Benito en la calle Sucre, que hoy forma parte de la estructura parroquial de la iglesia católica local. Tienen una capilla edificada por los mismos devotos de la mano de la sociedad de San Benito, creada en la década de los setenta para tramitar y organizar lo relativo a la fiesta del Santo Negro, y regida por un grupo de vasallos de San Benito, dirigidos por los descendientes de las familias que llegaron provenientes de Lagunillas de Agua luego del incendio de 1939.

Su objetivo es mantener viva la presencia sanbenitera en la zona, la cercanía con el Santo y sus creencias transmitidas de generación en generación; y que representa una simbología de arraigo a sus raíces.  “El santo no es de nosotros es del pueblo”, sostienen sus devotos

San Benito en Lagunillas

Procesión sambenitera en Ciudad Ojeda con el santo de María de Jesús en los años ’70.(Foto/Cortesía)

No se apagó la llama del fervor en Lagunillas

José Benito Chirinos Estrada, cuenta con mucho fervor como devoto de San Benito de Palermo, que su mamá, Ada Irma Estrada, llegó muy pequeña junto a otras familias a Ciudad Ojeda proveniente del pueblo palafítico de Lagunillas de Agua, tras el incendio de 1939, y junto a su familia y el resto de los reubicados en esa zona, traían en sus venas la tradición de honrar a San Benito participando en concurridas romerías tocando sus tambores tal como lo hacían todos los años en su anterior comunidad.

San Benito en Lagunillas

Vasallos del grupo San Benito Ciudad Ojeda Calle Sucre.(Fotos/Cortesía)

La población del devastado pueblo de Lagunillas de Agua fue distribuida en cuatro sectores; Las Morochas, Tasajeras, Ciudad Ojeda y Pueblo Viejo conocido como “La Placita”.

“Recuerdo que mamá desde pequeños nos inculcó la devoción por San Benito y tradicionalmente celebramos sus fiestas, que en esa época estaban a cargo de mi padrino José de los Santos Estrada, quien era el encargado de organizar todo. Él primero realizaba el recorrido casa por casa con sus tambores y un santo que le donó un grupo de Las Morochas, donde las fiestas eran más populosas; luego utilizaba otro que traía una señora que recuerdo solo con el nombre de María de Jesús, que residía en el sector Las Palmas de Tía Juana. Con esa Imagen se iba a la misa que se oficiaba en la iglesia de la Virgen del Paraute de Las Morochas y allí se tocaba el “sambenito”, posteriormente pasamos a celebrarlo en la iglesia Santa Mónica”.

“El santo se sacaba al encuentro con su pueblo el primer domingo de octubre, 27 de diciembre y 1 de enero que luego pasó a 6 de enero”, indica Chirinos.

Agregó José Benito que a la Imagen de San Benito, en la comunidad, le decían por cariño “El Callejero”, porque era custodiado por todos los vecinos, y es por esa razón, que, por iniciativa de un grupo de ellos, encabezado por Nolberto Lizardo, lograron que Rosario Estrada, otra vecina, donara el terreno donde hoy está construida una capilla en su honor. “Ella lo hizo con la condición de que respetaran el espacio a una Cruz que tenía allí, con la que celebraba el Día de la Cruz de Mayo”.

“Recuerdo que los primeros sambenitos de nuestra comunidad no tenían gobierno, solo la figura de mi padrino José de los Santos, quien se trajeaba como mayordomo para celebrar y organizar las fiestas, y todos los respetaban. Cuando él muere deja la custodia del santo a otra vecina, mamá Otilia y está lo cede a la familia Domínguez, todos originarios de Tasajeras.

En el sector hay cinco grupos que hacen vida sambenitera en la capilla de la calle Sucre: La cofradía del Perpetuo Socorro, Vasallos de San Benito Ciudad Ojeda Calle Sucre, Escuela de Vasallitos Ciudad Ojeda Calle Sucre, Los Proclamadores encargados de realizar las lecturas en las misas que se ofician en la capilla y los Servidores de Palermo encargados de los coros.

San Benito en LagunillasSan Benito en Lagunillas

Oleo de la antigua iglesia Nuestra Señora del Carmen de Tasajeras y dos de las imágenes rescatadas tras la demolición del templo.(Fotos/Cortesía)

Estas fotografías son el reflejo de una tradición de más de casi dos siglos de antigüedad. La iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Tasajeras, hoy derrumbada entre el olvido y la falta de una acción gubernamental que protegiera sus bienes religiosos, fue escenario de alegres romerías en honor a San Benito de Palermo copatrono de esta comunidad. Sus imágenes, reliquias religiosas a las que no se les ha dado el lugar sagrado que merecen, fueron rescatadas por los fieles devotos y las resguardan en la urbanización Ciudad Urdaneta a donde hace 20 años llegaron reubicados.

Nada los separa de sus raíces

Nada fácil fue para los pobladores del ancestral pueblo de Tasajera el intento de destrucción de sus arraigos culturales y religiosos. Un fenómeno devastador como la subsidencia que afectó sus cimientos, originó su salida a puntadillas de su pueblo, dejando a tras su iglesia, sus hogares. Los vecinos tomados de la mano hacia su sitio de reubicación, la moderna urbanización Ciudad Urdaneta, guardaron en sus maletas sus recuerdos más preciados, la imagen de su patrona la Virgen del Carmen, junto a la imagen de sus copatronos San Benito de Palermo y el Sagrado Corazón de Jesús, y allí los tienen, en custodia, hasta que sus gestiones para la construcción de un nuevo nicho para sus patronos se haga realidad.

“Nuestra virgen del Carmen y el Sagrado Corazón de Jesús los tiene el diácono Douglas Palmera en custodia en su casa, el San Benito lo tiene su hermano Jorge Palmera en la capilla que construyó junto a su esposa en honor al santo por favores concedidos. Allá dejamos la iglesia que fue derrumbada y ni sabemos a dónde fue a parar la campana de la iglesia que tantas veces nos llamó a congregarnos a su alrededor”, dijo Joselyn Farias, vecina de la antigua Tasajeras.

Adalberto Farias reconocido personaje de este ancestral pueblo, asegura que recuerda como Tasajeras celebraba las fiestas de San Benito. “Era un éxtasis bailar al son de los tambores. No recuerdo las celebraciones en la iglesia de Lagunillas de Agua porque no había nacido, pero sí las de mi bello pueblo de Tasajeras. Cuando se quemó Lagunillas de Agua trajeron el Retablo de la Virgen del Paraute a nuestra Iglesia, luego que construyen la primera iglesia de Las Morochas, el padre José Ignacio Olivares se lleva la virgen y con ella nuestras imágenes de San Benito y el Sagrado Corazón de Jesús para que custodiaran el Retablo. Los devotos se organizaron y consiguieron una réplica de sus dos copatronos para suplir la plaza vacía en el altar de la iglesia del Carmen”.

“Me contaban mis familiares más viejos que al principio se realizaba una especie de paseo lacustre con la imagen de San Benito y luego bajaba por la planchada de Lagunillas de Agua y hacía un recorrido por las polvorientas calles de Tasajeras que carecían de asfalto para ese entonces”, destaca Adalberto Farias.

Según Farias, cada 1 de enero eufóricos y alegres el pueblo de Tasajeras danzaba al ritmo de los repiques de tambor. “Luego la festividad por orden de monseñor Roberto Luckert, encargado de la diócesis de Cabimas, se comenzó a celebrar los 6 de enero”.

FOTO/REDES SOCIALES

El Milagro de Clímaco Estrada

La veneración de San Benito en Lagunillas está rodeado de una fe infinita en su poder intercesor ante Dios para realizar todo tipo de milagros, y no es de ahorita, es desde que su humildad y entrega al servicio de los más necesitados lo elevó a los altares hace más de 400 años.

Por las calles de Tasajeras, un pueblito costero del municipio Lagunillas, ya desaparecido de la faz de la tierra, cuya población fue reubicada en un nuevo sector debido a la subsidencia de sus suelos a raíz de la explotación petrolera; corrió desde 1941 la leyenda de un milagro de San Benito; un milagro que toda la población vitoreó al ver como el joven Clímaco Estada volvía a la vida luego de una atroz agresión sufrida durante un atraco, perpetrado por tres sujetos que pagaron condena por este delito; los hermanos Erasmo y Abelardo Bracho y  Hermenegildo Colina, este último autor intelectual del brutal ataque, según reseñan algunas notas publicadas sobre lo sucedido.

El muchacho que vendía leche de casa en casa en una carreta arrastrada por una mula, fue interceptado por los delincuentes que le robaron su mercancía y lo golpearon salvajemente, llegando a niveles tan altos de violencia que le cortaron sus testículos dejándolo moribundo y castrado en la polvorienta carretera cerca del pueblo de Lagunillas de Agua.

El joven fue encontrado tres días después por unos moradores de la zona, quienes lo trasladaron hasta Cabimas, la ciudad más cercana donde había hospital, ya que el pueblito solo contaba con curanderos. Sus familiares imploraron a San Benito por la vida de Clímaco, y San Benito los escuchó, ya que el muchacho vivió por muchos años disfrutando del cariño de su familia.

Se dice que Clímaco contaba a sus vecinos y allegados, que en sus momentos de gravedad un hombre negro lo visitaba, le daba agua y curaba sus heridas. “No podía ser otro que San Benito que acudió en mi ayuda”, decía.

La tradición se conserva

Los vecinos de Tasajeras y Pueblo Viejo se trajeron sus tambores a Ciudad Urdaneta y con su santo bajo el brazo deciden darle continuidad a su devoción por San Benito de Palermo. Ya establecidos en su nueva comunidad iniciaron sus romerías en honor al Santo y hasta le construyeron una capilla

San Benito en Lagunillas

Otra muestra de este arraigo y conservación cultural es la familia Palmera-Urribarrí que llegó a la Urbanización Ciudad Urdaneta en el año 2004, ubicada en la parroquia El Danto de Lagunillas, reubicados desde el sector Tasajeras, donde el arraigo sambenitero es muy profundo.

“Mi esposa Josefina Urribarrí de Palmera, a quien todos en la urbanización conocían por “Pina”, ya difunta, le comentó a Gustavo Padilla, un vecino también proveniente de Tasajeras, que le había pedido a San Benito su intercesión ante Dios por la salud de nuestra hija que padecía una afección cardiaca, y que si salía bien ella realizaría una capilla por el favor concedido. Los estudios médicos realizados a mi hija arrojaban su enfermedad ameritaba una operación urgente, sin embargo, antes de la intervención los médicos deciden repetir los exámenes, y es allí donde se dan cuenta que su corazón estaba bien. Cuando se compararon los estudios entendimos que había ocurrido un milagro”, explicó Jorge Palmera, esposo de “Pina”.

Para cumplir la promesa hecha por “Pina” en julio del 2013 se comenzó la construcción de una capilla que fue inaugurada el 6 de enero del año siguiente, templo que se convirtió en un lugar de encuentro para los devotos que se unieron para honrar al Santo Negro con misas y procesiones al son de sus chimbangueles, por las principales calles del sector.

“Fue Gustavo Padilla (Difunto) junto a un grupo de devotos y vecinos de la comunidad de Ciudad Urdaneta que deciden pintar una imagen gigante de San Benito y colocarla frente a la capilla”, dijo Palmera.

La construcción se logró gracias a las gestiones de los esposos Palmera-Urribarrí y Gustavo Padilla para lograr la colaboración de la empresa Sizuca, de Germán Sivira y Alfredo Ballesteros, con los que se juntaron los materiales y mano d obra para concluir la estructura religiosa en honor al milagroso Santo Negro.

Altar de devoción de la capilla de San Benito ubicada en el sector El Danto de Lagunillas. Custodiada por la familia Palmera Urribarrí. (Foto/Cortesía)

El primer grupo de vasallos de San Benito en Lagunillas que se activó en la parroquia El Danto  venía de Tasajera y pertenecía a las familias Mendoza y Ballesteros, luego pasó a manos de José Trinidad Urribarrí, hermano de la señora “Pina” que tras la muerte de su capitán José Mendoza comenzó a elaborar sus propios tambores y recibió a través de una donación su primer santo.

Al fallecer José Trinidad, que heredó el amor por los tambores de su papá Antonio Urribarrí, quien era vasallo del grupo de los Mendoza- Ballesteros; queda a cargo su esposa Guillermina de Urribarrí. En la parroquia han surgido varios grupos chimbángueles, pero son los capitanes Benito Leal (Tuco) y Antonio Rodríguez, los encargados de dirigir cada 6 de enero la procesión que se celebra en esta comunidad.

Imagen del vasallo Santuario del Paraute de Las Morochas.(Foto/Cortesía)

Las Morochas: punto de encuentro

Es evidente que el sector Las Morochas fue el epicentro de la extensión de la devoción a San Benito en Lagunillas. Una imagen que, pese a no certificarse su antigüedad y su procedencia con claridad por la falta de documentación religiosa en la zona, data de casi dos siglos atrás, es custodio junto al santísimo Corazón de Jesús del retablo de la Virgen del Rosario del Paraute en el santuario de Las Morochas, y es en su honor que los devotos guiados por sus Vasallos celebran las romerías sambeniteras en esta comunidad desde 1928.

Al destruirse debido a los incendios producto de la explotación petrolera, la Iglesia de Lagunillas de Agua, en 1928 los devotos rescatan las imágenes y el Retablo de la Virgen del Paute y los resguardan en la iglesia Nuestra Señora del Carmen de Tasajeras; al año siguiente los feligreses que se habían reubicado en Las Morochas reclaman la imagen y se la llevan para la casa del devoto Lino Ekmeiro donde estuvo hasta que en 1931 los devotos tienen lista una ermita de madera como nicho para su amada Virgen Patrona, y para sus huéspedes San Benito de Palermo y el Sagrado Corazón de Jesús. Este evento religioso permitió dar continuidad a las fiestas al San Negro en el poblado de Las Morochas.

Desde entonces devotos de San Benito de los sectores de Lagunillas; Las Morochas, Tasajeras, Pueblo Viejo y los nuevos sectores Ciudad Ojeda y Barrio Libertad comienzan a congregarse en el Santuario de la Virgen del Paraute cada 27 de diciembre para con fe y alegría repicar los tambores a su Santo milagroso desde mediados del siglo XX.

Ángel Nava, con 20 años como mayordomo de los Vasallos del Santuario del Paraute, asegura que en la actualidad tres grupos de chimbangueleros son los encargados, a través de un arduo trabajo de vasallos, de realizar las festividades de San Benito en esta comunidad: Nueva Esperanza, Familia Gutiérrez y Callejón L-4.

“Mi abuelo, Antonio Nava, oriundo de Tasajeras, se vino a Las Morochas y aquí fundó un grupo, siendo el primer capitán de vasallos del sector. Junto a José del Carmen Estrada, que llegó a estas tierras desde Bachaquero con una imagen de San Benito, mi abuelo organizaba las fiestas cada 27 de diciembre en el Santuario a petición del padre José Ignacio Olivares, y la comunidad recibía la visita de otros grupos de vasallos que pertenecían a los sectores aledaños”, indicó Nava.

El Barrio Libertad y sus golpes

Comunidades aledañas a Las Morochas, como Barrio Libertad también se apegaron a la tradición de rendir honores a San Benito en Lagunillas, aunque inspirados en otras culturas más hacia la cabecera oriental del Lago.

Lilibeth Querales, segunda capitana de la “Fundación San Benito Barrio Libertad Saturno Vera”, orgullosa del amor por el Santo que le inculcó su abuelo, Saturno Antonio Vera, fallecido hace cinco años, cuando ya había alcanzado la edad de 104 años, fundó este grupo por la admiración y devoción que sintió desde niño por la humildad y nobleza de este monje italiano que siempre se caracterizó por ayudar al más desposeídos.

“Mi abuelo se trajo un tambor de medio golpe desde El Consejo de Ciruma cuando llegó a este Barrio a medianos de los años 60, luego con su propio esfuerzo fue completando el resto de los tambores y adquirió el Santo, para formar su propio grupo. Recuerdo que de niña cuando lo acompañaba en sus toques y encuentros frente a la Iglesia Nuestra Señora del Rosario del Paraute en Las Morochas, él nos decía que San Benito era milagroso porque todo lo que le pedía por intercesión ante Nuestro Señor Jesucristo para los que le imploraban ayuda, el Señor se lo concedía, porque Él era ejemplo de nobleza y obediencia para Dios, por esta razón debíamos imitar su vida”, destacó Querales.

Refiera Querales con mucho agradecimiento que la tradición de su abuelo ya pasa por tres generaciones, y según expresa, Saturno Vera con sus vasallos llevaba sus tambores junto al santo a las casas donde había personas enfermas y necesitadas para pedir la intercesión de San Benito para sacarlos de sus tribulaciones.

El grupo Vasallos de Barrio Libertad Saturno Vera tiene tres imágenes, la original que está en custodia en la capilla, una mediana que se utiliza para las promesas y una grande para realizar las procesiones y cumplir con las invitaciones a los encuentros de vasallos en el municipio o fuera de la entidad.

“Nuestro Padre Celestial es Grande y San Benito Milagroso” repiten insistentemente los descendientes de Saturno, el devoto que logró no solo formar su grupo sino construir una capilla en el barrio para rendirle honores a su Negro, como le decía al santo. La capilla fue inaugurada el 29 de noviembre de 1997.

“Nuestro compromiso es mantener la promesa hecha a nuestro abuelo de no dejar caer su tradición, él nos dejó un Santo, una devoción y una capilla, que construyó con recursos propios, de los devotos y de la municipalidad. Cada 27 de diciembre luego de asistir a la misa oficiada en la iglesia Cristo Redentor del sector, salimos en procesión tocando nuestros tambores por las calles del barrio”, acotó Querales.

El gobierno del grupo está en restructuración, por ahora, está integrado por Mayordomo, primer y segundo capitán y tesorero.

Vasallos del San Benito La Unión de Lagunillas. (Foto/Cortesía)

Uno de los vasallos que se formó desde niño dentro del grupo de Saturno Vera de Barrio Libertad fue Jhoan Colina, quien ahora, desde el año 2003, tiene su propio grupo: Vasallos de San Benito La Unión.

“En mis recuerdos de niño también están los encuentros y misas que se realizaban en la iglesia de las Morochas los 27 de diciembre, porque aún Ciudad Ojeda no tenía capilla, y allí se reunían muchos grupos de vasallos”, adicionó Colina.

En Lagunillas, actualmente, cada sector celebra sus fiestas de forma independiente, pero entre sus actividades se realizan con mucha frecuencia encuentros de vasallos en sus capillas e iglesias en honor al San Benito en Lagunillas.

 

Te puede interesar

Copyright © 1990-2024 - Todos los derechos reservados.