OPINIÓN

SINCERIDAD, HASTA DONDE  

 

POR: DR. PEDRO DUARTE

Abogado  

En los últimos días y en actividades diferentes, he presenciado intervenciones con un alto grado de crudeza, de Hombres y Mujeres cuyo denominador común es autodefinirse como sinceros o sinceras, incluso manifestando a viva voz una vez hechas sus exposiciones, frases como “Yo soy así, Yo hablo así, Yo digo las cosas de frente, Yo soy sincero(a) y así moriré, Yo soy claridoso(a)…”  Todo esto en el entendido, según ellos, de ser una forma de vida correcta, sin tener el mínimo dejo de prudencia al que estamos llamados en casi todos los momentos de nuestra vida, es decir que   expresan sus ideas o pensamientos, aunque moleste a los demás, sin importar la opinión de otras personas.

El Papa Francisco en una oportunidad colocaba un ejemplo, a manera de catequesis que me pareció extraordinario para graficar. En ese momento manifestó que podemos tomar una medalla de la Virgen María, incluso bien tallada, con bordes de oro, casi que perfecta la escultura y lanzársela a otra persona por la cara, aun cuando se trate de esta medalla, igual le rompería la cara; que ejemplo tan hermoso para significar que es el uso que en ese momento se le da a la medalla,  lo que daña, no solamente lo físico sino también lo espiritual del otro. Igual pasa con la exagerada sinceridad o la sinceridad sin caridad.

El Filósofo Nietzsche llegó a manifestar que toda persona debe decidir cuanta verdad es capaz de soportar, es decir, cuanta realidad sois capaces de consumir, de digerir, de aceptar y de aguantar.

De igual manera el Papa Francisco resalta en otra de sus alocuciones, dirigida a los Periodista y a los Trabajadores de la Comunicación, el lema escogido para esa jornada el cual se tituló “Hablar con el corazón”, haciendo énfasis que es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora.

Cuando expresamos nuestra opinión en una conversación o discusión es importante que tengamos presente la caridad verbal, es decir hablar con el corazón como dice el Papa Francisco y así mismo practicar la prudencia que nos gustaría que practicaran para con nosotros; que sepamos en que momento poner freno a nuestras palabras, de tal manera que seamos capaces de evitar incomodar en forma innecesaria a otras personas. Esta caridad la debemos ejercer sin distingo de ningún tipo, de forma desprendida y con un concepto de universalidad, tomando en consideración que se fundamenta en el amor a Dios, que se encuentra en todas partes.

En este tiempo de tanta tecnología, en esta era digital, se hace necesaria una formación a todos los niveles educativos para impedir que en el marco de ese ambiente digital, se generen incomprensiones, descalificaciones, calumnias, insultos o violencia dentro de una supuesta o mal llamada sinceridad. Una formación en la que la persona sea consciente de la necesidad de “decir la verdad con claridad y con caridad, aunque esto incómoda para quien la dice o quien la recibe”; sin perder la perspectiva que decir la verdad es también una expresión de amor.

“Así también la lengua es algo pequeño pero puede mucho; aquí tienen una llama que devora bosques” (Santiago 3, 5)

“Pero nadie ha sido capaz de dominar la lengua. Es un azote que no se puede detener, un derrame de veneno mortal” (Santiago 3, 8)

 

Dr. Pedro Duarte

Abogado  

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