OPINIÓN

SOBRE LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.

POR: DR. ALIRIO FIGUEROA ZAVALA. 

Individuo de número de la Academia de Ciencias Jurídicas del Estado Zulia

La Constitución Nacional vigente consagra en su artículo 6 que el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables. Esta norma se refiere a una democracia amplia no solamente representativa sino participativa. La participación es la palabra clave que parece avivar todas las esperanzas, pero también concentrar todos los riesgos.

En la democracia representativa, el pueblo delega su soberanía a representantes que toman las decisiones en su nombre. Esta democracia, en cierta medida, necesita de la participación de los ciudadanos en la vida política, ya que la desafección de los ciudadanos, en un estado democrático, mina la estabilidad de las instituciones.

La democracia fundada en la participación va más lejos, en el sentido de que los ciudadanos participan de forma directa o indirecta, en el poder político; en el nivel de decisión bien sea nacional, regional o local; es decir, existe la colaboración entre los ciudadanos y sus representantes para buscarle solución a los problemas.

Debemos señalar, que la democracia representativa es la que más abunda en los países, pero las luchas político-sociales, están logrando avances en el sentido que esa democracia representativa también se convierte en una democracia participativa. De allí que en las democracias capitalistas existan crisis, no en el sentido de un fracaso de su desarrollo económico, sino de un fracaso del modelo social.

Igualmente existen crisis en las democracias socialistas no solo en sus realizaciones históricas, sino también a causa de la suficiencia intrínseca del marxismo que desdeña al hombre individual, libre y responsable.

Los problemas del hombre se producen hoy dado los progresos de la tecnología y de las ciencias humanas, y en reacción contra todos los sistemas que lo han olvidado sin haber sabido edificar otros equilibrios sociales para reemplazar los antiguos.

Estamos en una crisis general de la fe y del pensamiento democrático, que marcha a la par con una fase extremadamente crítica del cristianismo y de la filosofía.

El humanismo, la noción de persona y consciencia, la idea misma de la realidad (bases del pensamiento democrático) son puestas en tela de juicio, cuestionadas, por el psicoanálisis, por los intérpretes de Marx, por los diversos estructuralismos y por la nueva literatura.

El problema del individuo es el de vivir en primer lugar su vida cotidiana; sus preocupaciones personales y las de su familia, lo cual lo absorbe en demasía; de allí que el número de ciudadanos que se interesan por los asuntos públicos con el deseo de tomar parte en ello es limitado.

Sin embargo, el simple ciudadano, que en el fondo es un verdadero demócrata se forma en silencio un juicio sobre el gobierno de su país y, cuando es consultado por periodos regulares sobre la elección por ejemplo, de un diputado, expresa su acuerdo o desacuerdo.

Pero en la actualidad lo que se quiere es más participación, más activismo del individuo en la toma de decisiones políticas, porque al fin y al cabo, las mismas lo puede beneficiar o no. 

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