La noticia de una opción de diálogo entre la oposición y el régimen de Nicolás Maduro debe ser vista con beneplácito por cualquiera venezolano con una pizca de sensatez, pero hay que dejar sentado que, sin el anuncio de elecciones transparentes, liberación de presos políticos, sin imposiciones abusivas y sin un pacto de gobernabilidad, esa mesa no tendrá las cuatro patas que le permitirán mantenerse firme.
Solo con observar la cara de sin razón y de orate de Jorge Rodríguez y la de blandengue de Gerardo Blayde sabemos hacia dónde va esa oportunidad de oro para los venezolanos; y eso sin contar con la exigencia absurda y vergonzosa de sentar en esa mesa a la esposa de Alex Saab, con lo que, creo, solo buscan presionar y dejar claro que hasta una propuesta de este tipo ellos son capaces de hacer para darse a respetar como insignes violadores de los derechos ciudadanos. No es viable para la credibilidad de esta gestión de acuerdos imponer algo tan fuera de lugar como llevar a la mesa un personaje de este tipo que nada tiene que ver con la situación política y social del país, por el contrario, es solo un as bajo la manga con el que el régimen de Maduro busca teñir de fracaso esas nuevas conversaciones, tal como ha sucedido en las anteriores iniciativas de diálogo.
El presidente Gustavo Petro dio en Francia el primer paso, para poco a poco mostrar las costuras de una posible quinta vía que logre que finalmente el pueblo venezolano logre salir de la crisis política que lo agobia, y cuya solución daría inmediatamente paso al inicio de su recuperación económica, pero no es fácil cuando estamos frente a un sistema de corte dictatorial que no muestra intenciones de lograr que el pueblo de Bolívar por fin resuelva la dura crisis que vive.
El Gobierno ya se aferró a su discurso trillado que exacerba de que sin el retiro de las sanciones no habrá conversaciones positivas, así como meses atrás lo hizo al patear la mesa por el arresto de uno de sus ángeles negros, el colombiano Alex Saab extraditado a Estados Unidos y que se encuentra respondiendo por graves delitos financieros ligados al narcotráfico, que para colmo de males salpican al régimen de Nicolás Maduro.
Desde hace más de dos décadas la salida definitiva del régimen dictatorial que domina al país sencillamente la están pintando calva.
Unas elecciones trasparentes con veedores internacionales que vigilen de cerca todo el proceso electoral, es justo y necesario, pero ¿lo aceptará el chavismo? ya en los últimos procesos electorales lo ha negado.
El tema de Alex Saab es letra muerta toda vez que hasta se investiga que el bendito documento que lo acredita como diplomático venezolano está calificado como falso por los tribunales gringos, ahora son las sanciones, pues estamos como la boda de la pulga y el piojo: y ahora es la “tranca” (cierre del juego de dominó) dónde lo hallaremos.
Cuál es el cuento de las sanciones que tanto cacarea el régimen. Es evidente que están son reales y afectan al país, pero también es cierto que afectan las arcas nacionales a disposición de los personeros de este nefasto socialismo del siglo XXI que solo ha traído hambre y desolación al país. ¿Para qué serviría librarlos de las sanciones? Solo serviría para que tengan el recurso financiero con que van armar sus campañas de engaño y compra descarada de votos. Por qué no proponer que la suspensión de las sanciones pase por la realización de unas elecciones presidenciales confiables y transparentes, así y solo así se reintegraría a Venezuela a un negocio internacional diferente al oscuro negocio ruso, chino e iraní.
¿Por qué hablan de que Venezuela no puede negociar para recuperar su economía cuando tiene carta abierta con Putin, Xi Jinping y los Ayatolas? Pues porque quieren un arca llena y a su real disposición.
Es cierto y no se puede tapar el sol con un dedo, que la oposición venezolana tiene su cuota de culpabilidad en lo que hoy padece el lastimado pueblo venezolano, su pasividad, su falta de fuerza a la hora de darle un golpe de timón a esta barbarie, su mala praxis del poder, la condenan.
Estamos claros que el venezolano solo ha cargado su cruz y revierte con ingenio sus penurias. Si le toca comer menos lo hace y sonríe, si trabaja más lo hace y no chistea, si mendiga lo hace con convicción. Son unos héroes, tanto que como escuche por ahí, si Superman o Batman vienen a salvarlos salen esqueléticos y locos de Venezuela, y los venezolanos solo les dirán: “adiós, aquí los héroes somos nosotros”. Sin embargo, el diálogo tiene que llevar a una salida, y esa salida tiene que responder a la exigencia de un pueblo que pide a gritos que el cambio llegue y que no sea violento. Ya ha corrido suficiente sangre. Ya es hora de que Venezuela sea libre.
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