jueves, marzo 28, 2024
PENSAR CON CRITERIOS

Venezolanos: busquemos en la profundidad del nacionalismo la moral de la República

El cándido delirio del Libertador fue siempre la instauración de un Poder Moral regido por ciudadanos honestos de corazón nacional que controlaran el accionar del Poder político, pero lastimosamente más de dos siglos después sigue siendo solo una quimera bolivariana. Bien lo dijo nuestro gran Pacificador, “sin moral republicana no puede haber gobierno libre”.

Simón Bolívar “El Grande” siempre proclamó ante sus connacionales la poca confianza que tenía en la moral ciudadana del legislador, la cual consideraba como una virtud política necesaria para que pudiera haber república, y por lo que siempre prefirió el título de Buen Ciudadano que el de Libertador o Pacificador, como lo dejó sentado en una carta escrita a don Guillermo White fechada en San Cristóbal el 26 de mayo de 1820.

Para el Libertador de nada valía librarse de las cadenas de la opresión, sea extranjera o propia, si se caía en una nueva tiranía. Hoy día, ese temor bolivariano se vive Venezuela desde que comenzó a instaurarse, no como un sueño sino como una pesadilla, el socialismo del siglo XXI impulsado por Hugo Chávez Frías, que no es más que el enquistamiento de un código castrocomunista, que evidentemente es la sombra silenciosa de esta tiranía con rostro de democracia que se observa de cerca en Venezuela.

Bolívar soñó, y por eso luchó, con un gobierno republicano cimentado en la soberanía del pueblo, la división de poderes, la libertad civil y la proscripción de la esclavitud, de no haber tenido esos delirios de libertad e independencia, dicen por ahí, que quién sabe si aún estuviésemos tropezando en las calles con las cadenas del esclavo; aunque con lo que sí seguimos tropezando es con el nepotismo, la opresión, la falta de nacionalismo y escasa moral ciudadana.

Tratando de dejar atrás la autocracia reinante y el libertinaje político, ese mismo que en estos tiempos nada a sus anchas en nuestro aniquilado sistema democrático, Bolívar dejó su vida. Hoy la llama de la esperanza del cumplimiento de ese deseo bolivariano arde a la espera de que resucite ese sueño, esa lucha, esa victoria.

Es el enano sentir nacionalista de nuestros líderes políticos y sociales el que nos lleva al desfiladero social y económico que tiene a nuestro país pendiendo de un hilo. Nuestros líderes indistintamente de Gobierno o quienes los adversan, están presos de un patriotismo indisciplinado donde priva el apetito personalista ante el colectivo, y donde el hábito del trabajo honesto fue suplantado por la esperanza de la riqueza fácil. Con colegios y universidades pusilánimes ante la desidia oficial, orquestada ante la certeza de que en un pueblo sin cultura es responsable de su propia destrucción.

En este largo y extenuante viacrucis nacional en el que tantas veces el predominio de la fuerza nos catapulta al destierro a mano propia de la libertad. Está claro que no puede existir paz sin libertad, y los venezolanos; inmutados, conformes, sin sangre bolivariana, siento, estamos deambulando entre el libertinaje y la tiranía

Porque como el “bicho” de Kafka; pataleando sobre su caparazón, solo y exiliado en un rincón agazapado, escondido, buscando ayuda y visibilidad, muerto de inanición e indiferencia; estamos quedando los venezolanos. Ojalá haya un cambio y no perezcamos sin que ni siquiera haya la certeza de que alguna vez existió alguien dentro de la carcasa maloliente en la que se ha convertido nuestra sociedad; ahora plagada de muertos por la incapacidad e inhumanidad de nosotros mismos. Creo que somos por ahora una réplica de insectos cuya metamorfosis fue llegando a gotas entre el libertinaje político, la sumisión del pueblo, la idolatría y la tiranía actual.

Que la triada magna que simboliza la República libre: felicidad, seguridad y estabilidad, no sea un mal sueño. Es necesario mirar hacia el ideario bolivariano como lo propone Luis Beltrán Guerrero en su hermoso libro El Jardín de Bermudo, aunque sus letras sean vistas por la inmoralidad social y política como casi un sarcasmo o una ilusión ironizada por la verdadera realidad criolla. No permitamos seguir nutriendo con nuestras acciones apátridas un progreso cojo y claudicante como siempre ha sido. Marchemos hacia uno vigoroso, real y concebido bajo la lupa de la moral republicana.

Quien bate el concreto para edificar, quien piensa para crear, quien siembra para recoger, está forjando la Venezuela que queremos, su grandeza y su libertad cierta.

Quiero, como Beltrán Guerrero, una Venezuela tomada del brazo de Bolívar y Miranda caminando hacia la libertad, y no una Venezuela que tiende el cuello en demanda del yugo.