DESTACADOPENSAR CON CRITERIOS

Venezuela vende lo que le queda de alma a los ayatolás

 

Sin pretender endilgarme un papel de crítica económica, menos de una economía venezolana tan compleja, y sin querer parecer una gurú del acontecer político y económico de mi hermoso país, ofreceré a través de este artículo, mi visión sobre el recién convenio firmado por el presidente del régimen chavista Nicolás Maduro Moros con el Gobierno iraní, donde les concederá  un millón de hectáreas de tierras cultivables para la producción de alimento, equivalente de alrededor de 10 mil kilómetros cuadrados de su territorio, cuya negociación fue hecha a espaldas del Parlamento nacional y sin que hayan trascendido aún las contraprestaciones de si será en calidad de préstamo, venta o comodato y por cuánto tiempo.

La información sobre este sigiloso acuerdo se dio a conocer tras un anuncio hecho por el viceministro iraní para asuntos económicos, Mohsen Kushki Tabar, a través de la agencia persa Tasmin, a finales del mes de julio, sin que el régimen venezolano lo desmienta o lo confirme, aunque ya  Maduro había dicho en declaraciones dadas a la televisora Telesur, tras firmar los acuerdos de cooperación con el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, en junio pasado, que se impulsarán proyectos conjuntos con el gobierno de Raisi, para producir alimentos en Venezuela y surtir así al mercado interno lo que permitirá exportarlo a Irán y a la región de Asia. «Es fundamental consolidar la soberanía y la seguridad alimentaria de nuestro país», dijo el mandatario venezolano en esa ocasión.

Señores no es que Venezuela no necesite producir sus propios alimentos para enfrentar lo que cacarea hasta el cansancio, el deterioro del aparato agrícola y pecuario debido a las sanciones impuestas por el Gobierno estadounidense, que responden a sus constantes violaciones a los derechos humanos y sus notables vínculos con el negocio del narcotráfico; sino que este plan de acción se desprende de los acuerdos de cooperación firmados por Maduro con la República Islámica de Irán en Teherán, con duración de 20 años en diversas áreas como petróleo, energía, minería, agricultura, tecnología en drones, producción de alimentos, cultura, turismo y aviación, entre otros, y que los ayatolás comenzaron a utilizar ya, para subsanar su grave escasez de alimentos, que según datos dados a conocer por algunas agencias internacionales de noticias, requieren 7 millones de hectáreas de tierras agrícolas en el extranjero para garantizar su seguridad alimentaria.

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La visita de Maduro a Teherán con la intención de concretar estos acuerdos bilaterales ocurrió en medio de tensiones en todo Medio Oriente por el fracaso del pacto nuclear entre el gobierno iraní y las potencias mundiales, las sanciones estadounidenses y el alza global de los precios de los alimentos que asfixian la economía iraní y que aumenta la presión sobre su gobierno y su población, según reportó la agencia AP, de allí su apuro en recibir este tipo de regalías.

El director de la Asociación de Cultivos Transterritoriales de Irán, Ali Rezvanizade, aseguró recientemente, según reportes de las agencias de noticias, que Venezuela puede brindar una mejor oportunidad que Brasil y Rusia para los proyectos agrícolas de Irán en el extranjero, incluido el cultivo de soja y maíz, mientras que para Maduro es una ayuda mutua, respaldando su argumento en que según él, el 70% del territorio de Irán es desierto por lo que la producción de sus alimentos cubre solo el 30% de sus tierras; resaltando que Venezuela tiene 30 millones de hectáreas cultivables que al activarse elevarán la producción interna de alimentos, como una manera de justificar la garrafal decisión de firmar este acuerdo en nombre de un país que ya no aguanta más relaciones peligrosas como la que mantienen desde hace décadas el régimen chavista con países como Rusia, China e Irán, y a los que les está dejando actuar a sus anchas en territorio venezolano, pues solo con este último a firmado más de 250 acuerdos.

Según lo reporta Telesur, Maduro ha declarado que la alianza tecnológica con el Estado islámico es una arista fundamental para incrementar los niveles de producción, basados en la experiencia histórica de Irán. La misma experiencia que goza de Rusia para la comercialización de nuestro oro y nuestro petróleo, y la misma que China también le ofrece en materia ferroviaria y petrolera.

«Creo que entre nosotros dos se va a crear una amistad indestructible para el futuro de nuestro pueblo y vamos a ser testigos de cómo nuestros países se crecen frente a las dificultades y cómo va creciendo un nuevo mundo», añadió Maduro.

Recordemos que hace poco el régimen chavista también anunció la reanudación de los vuelos directos entre Caracas y Teherán, suspendidos desde hace seis años y que se realizaban desde 2009 con una frecuencia de dos vuelos semanales. Todo esto sin reparar en la causa de esa suspensión, que no fue otra que la sospecha de que el Airbus 340 de Conviasa que realizaba los vuelos entre Caracas, Damasco y Teherán, transportaba uranio para la planta nuclear iraní. Se dijo que era un vuelo quincenal misterioso que llevaba pocos pasajeros, más bien funcionarios y empresarios iraníes y sirios, con una sospechosa carga interna. Tampoco se midieron por el escándalo del vuelo de la aerolínea venezolana-iraní Conviasa, detenida en Buenos Aires desde el 6 de junio por sospechas de servir para el transporte de terroristas iraníes; muchos menos en los riesgos que se corren de que al entregar una extensión de territorio tan grande a un país con cultura de guerra, terrorismo y violencia, pudieran estar instalando centros de operaciones terroristas al crearse un estado islámico dentro de Venezuela, con sus propios aeropuertos, con accesos más cercanos a sus enemigos, fraguando ataques ante la mirada complaciente del régimen, al contar con la soberanía suficiente para actuar libremente.

«Venezuela está abierta a recibir el turismo de Irán para que vayan a disfrutar de las bellezas del Caribe, de Sudamérica, de Los Andes, del Amazonas», enfatizó Maduro en junio pasado durante una declaración conjunta ofrecida en el Palacio de Saad Abad, ubicado en Teherán.

La pregunta de las mil lochas sería ¿Qué pasa con el productor venezolano que su Gobierno no es capaz de establecer esos mismos convenios con ellos para producir lo que se necesita para alimentar al pueblo?

Desde que se descubrieron grandes yacimientos de crudo en el subsuelo venezolano comenzó el desmembramiento del sector agropecuario nacional, al punto que los campos comenzaron a convertirse en algunos estados en predios abandonados o disminuidos en su capacidad productiva, la raíz del problema fue la migración de nuestros campesinos hacia las grandes ciudades debido a la bonanza petrolera que desde 1914 se comenzó a gestar en el país debido a la explotación y exportación de crudo.

Pues bien, no todo estaba perdido, porque aguerridos hacendados nacionales apostaron a mantener activos sus predios, y con ayuda del Estado desarrollaron en gran parte sus tierras, con un solo punto negativo: monopolizaron el mercado agropecuario y subestimaron el trabajo del campesinado venezolano.

Así fue por mucho tiempo, mientras a la par los Gobiernos de turno iniciaban una agresiva política de importación de alimentos, amparado en su inmenso caudal de ingresos producto del petróleo.

Muchas tierras fueron abandonadas, pero resulta que el principal abandono vino del mismo Estado que era propietario del mayor porcentaje de tierras ociosas del país.

Fue así como llegó el seudo mesías Hugo Chávez Frías, electo presidente por un pueblo cansado de la mentira y de la corrupción que entrababa la inversión social que reclamaban, anunciando la recuperación del campo e iniciando su quimérico Plan Zamora. Un plan que en nada se diferenciaba a las políticas agrarias que había puesto en práctica el presidente Carlos Andrés Pérez en su primer mandato (1974-1979), las cuales fueron un total fracaso, y no por culpa del Gobierno sino por la falta de preparación de los beneficiados en la administración de este tipo de negocios, así como su interés por no habitar el campo sino las grandes ciudades, donde vislumbraban un mejor futuro para sus hijos. ¿Qué ocurrió? Pues que vendieron las tierras recibidas en comodato, las maquinarias y la semilla a los grandes latifundistas criollos dando pie a que monopolizaran la actividad del campo.

Cuando Chávez en sus elucubraciones de una Venezuela independiente en materia alimentaria inició con el Plan Zamora la expropiación de grandes extensiones de tierra, en algunos casos productivas, para entregar tierras, maquinarias y semillas a sus adeptos, y así comenzar una producción masiva de alimentos, le fue peor que a CAP, esta vez la maquinaria se abandonó al igual que la tierra, y la semillas se vendieron al detal para obtener algo de ganancia, en pocas palabras fueron incapaces de administrar los bienes que recibieron.

En el 2006 el gobierno de Chávez haciendo gala de su revolución bolivariana para impulsar un surrealista socialismo del siglo XXI, decretó la expropiación de 334.500 hectáreas de supuestas tierras ociosas de 53 propietarios venezolanos, ubicados en 14 de los 24 estados del país, por lo que durante los casi 14 años de Chávez en el poder, fueron expropiadas más de 3,6 millones de hectáreas echando mano a la ley de Tierras y Desarrollo Agrario aprobada gracias a la Ley Habilitante en 2001 con la intención de poner a producir zonas consideradas ociosas, y que le permite al Estado el uso de los campos y posibles expropiaciones de terrenos en el supuesto que se determina que no están siendo explotadas.

Ahora esa inmensa extensión de tierras con las que cuenta el Estado es entregada a manos llenas a los iranies a través de este convenio, que mírenlo por donde lo miren tiene vicios de ilegalidad toda vez que sería una flagrante violación del artículo 13 de la Constitución, el cual establece que el «territorio nacional no podrá ser jamás cedido, traspasado, arrendado, ni en forma alguna enajenado, ni aun temporal o parcialmente, a Estados extranjeros u otros sujetos de derecho internacional».

El productor agropecuario Franklin Brito, fallecido en el 2010 tras su larga y mortal lucha aupada por una indefinida huelga de hambre que lo llevó a la muerte, es un ejemplo palpable del resultado de esta medida asumida por Chávez contra el campo venezolano, ya que Brito aseguraba que las 290 hectáreas de su propiedad que fueron expropiadas estaban productivas, no fue escuchado y ante los ojos llorosos de mucha gente perdió la vida, sus bienes y sus derechos. Hoy sus tierras fueron abandonadas por el Gobierno, y arrebatarle vilmente el predio a Brito solo fue un acto de un evidente y desgarrador abuso de poder.

Los productores nacionales ven de reojo el desembarco de iraníes al campo venezolano. Alfonso Morales, representante de Agro Andino, dijo en su cuenta de twitter que “los agricultores venezolanos pasando roncha con: la escasez de insumos agrícolas, alto precio de combustible y bajo precios de cosechas y el gobierno le cederá a Irán 1 millón de hectáreas de tierra de cultivo, ¿Por qué no apoyar primero lo nuestro?”, se pregunta.

Entregar un millón de hectáreas a Irán, equivale a entregar más del 80 por ciento del estado Táchira», denunció Carlos Prosperi, secretario de organización nacional del partido Acción Democrática.

Sin embargo, el viceministro iraní, Mohsen Kushki Tabar, fue muy claro con el anuncio advirtiendo “es un plan tan importante para el cultivo extraterritorial como este revela que Irán se ha vuelto tan grande y fuerte y ha alcanzado un nivel tan alto en los intercambios científicos”, dijo.

Para Tabar el conocimiento técnico de las empresas iraníes se exalta, con estos acuerdos al trascender a nivel internacional, palabras que lastimosamente debería ser orgullo, pero para los venezolanos que llevan en su sangre el amor por su tierra.

Qué nos queda: pedir a Dios para que el entendimiento llegue a nuestros dirigentes políticos y luchadores sociales, de manera que puedan dejar de lado su omisión ante temas tan delicados como la entrega de nuestra soberanía; que se opongan a decisiones que solo responden a intereses mezquinos impuestos a través del abuso y la violación de los derechos constitucionales del pueblo venezolano por un régimen que lucha solo por mantenerse en el poder. Que se exijan políticas de atención al campo, que se garantice la propiedad privada, para que casos como el de Franklin Brito no sean solo un hito en la violación de derechos humanos del país. El desarrollo de los pueblos está dado por su asertividad en el uso de recursos naturales renovables y no renovables, y la tierra es la abeja reina de ese panal, por lo que todos debemos trabajar laboriosamente para alimentarla.

Foto/Tomada de la web

 

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