OPINIÓN

BICENTENARIO        

 

POR: FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS

El próximo 24 de julio tendremos razones para celebraciones importantes en nuestras patrias Colombianas. La batalla naval del lago de Maracaibo tiene una significación especial para la historia unitaria de nuestras naciones.

El hecho de armas se dio precisamente en un cumpleaños del libertador. Imposible una celebración mejor que la de la victoria sobre la flota española y la firma posterior de la capitulación con la hidalguía de nuestros jefes militares patriotas que fueron una lección para las armas del mundo europeo.

Esa mañana del 24 de julio de 1823, se juntaron voluntades y se asienta la partida de nacimiento de nuestras marinas de guerra. Se cierra el ciclo de la presencia militar española en nuestros territorios.

Audacia, aquella virtud que Kléber Ramírez exigía a quienes se dicen revolucionarios como razón primera, posiblemente sea una de las más caras lecciones que nos dan oficiales y marineros de la flota gran colombiana.

Audacia extrema para «forzar la barra» y pasar a las aguas interiores del estuario. Audacia par a desplegar las velas y avanzar con todo el vigor de remos. Hacia la orilla occidental. Audacia para el abordaje y el ataque sin cuartel que al decir de entonces, tiñó de rojo las aguas del Coquivacoa.

El liderazgo es, ciertamente, otra virtud que nos enseñó esa jornada. El Almirante José Prudencio Padilla lo había ganado con méritos de vida. Superó con su trabajo, su valentía, su inteligencia, los resquemores de los racistas de todos los bandos.

Leyendas y datos probados rodean la historia del Almirante José Prudencio Padilla. Indudable jefe de la armada victoriosa en aquella jornada, dentro de la sociedad colonial, en la costa colombiana, en Bogotá, de seguro todavía era difícil de asimilar para muchos: lo era para las elites europeas en declive, con sus complejos de superioridad étnica y para los nativos del pueblo, acostumbrados por el control a la sumisión y a la admisión de su situación de minusvalía para aceptarse como ciudadanos de tercera.

Hijo de negro y de india, fueron sus virtudes, su brillo, lo que le permitirán surgir, después de los duros días de lucha y cárcel de Trafalgar, para estar al frente de la flota patriota.

Liderazgo que se probó antes y durante el combate. Viveza caribe, arrojo de oficiales y soldados, precisión en la ejecución de las tareas. Todo se juntó para que la victoria patriota sellara la  independencia de Colombia. Historiadores relatan la revisión de mandos, ordenes, señales buque por buque del almirante de Colombia.

Audacia y liderazgo que se forja con ejemplo de vida. Esa es una referencia, una enseñanza fundamental de la vida de Padilla y la jornada memorable del lago de Maracaibo, hace 200 años.

 

FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS

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