EL PODER POLÍTICO
POR: DR. ALIRIO FIGUEROA ZAVALA
Individuo de número de la Academia de Ciencias Jurídicas del Estado Zulia.
La historia de la humanidad se ha desenvuelto como una tenaz lucha por el Poder. Con razón expresó el gran Filósofo inglés Bertrand Russell, que, de los infinitos deseos del hombre, los principales son: El Poder y la Gloria. Qué debemos entender por Poder. Son muchas las definiciones que existen.
En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se consiguen cuatro acepciones, destacándose las que expresan que es dominio, imperio, facultad y jurisdicción, e igualmente, que es la suprema potestad rectora y coactiva del Estado. Un conocido constitucionalista, como lo es Carré de Malberg nos dice que el poder es la materialización de la facultad de mando que tiene el Estado.
En términos generales y sin entrar en discusiones filosófico-políticas, el Poder es la posibilidad de imponer la propia voluntad al comportamiento de otras personas. Ahora bien, cuando se considera a la sociedad como un todo, resulta que la misma es un sistema de relaciones de Poder cuyo carácter puede ser Político, Social, Económico, Religioso, Moral, Cultural o de otro tipo.
De estos nos interesa referirnos solamente al Poder como factor político, ya que es el que más polémicas genera. La justificación de este Poder, ha venido debatiéndose desde hace varios siglos, y no hay dudas que se legitima fácticamente por la obediencia que presta el ciudadano, aunque el origen no provenga de una elección. Pero puede suceder y a veces con alguna frecuencia, que un Poder político legítimamente constituido, de conformidad con el ordenamiento constitucional, pueda corromperse o ilegitimarse.
En otro orden de ideas, el criterio del ciudadano respecto al deber de someterse al gobernante, así como la justificación del Poder y la circunstancia de su legitimidad han variado ostensiblemente en el transcurso de la historia. En la actualidad, el Poder político existente en las comunidades se basa en la aprobación popular. Pero en el complejo trajinar de cada día, en los variados sectores que conforman la sociedad política a menudo estallan conflictos, luchas de intereses y atropellos gestados por el ejercicio injusto e inmoderado del Poder.
De allí que sea indispensable fijarle límite al uso desordenado; y por ello, la mayoría de los politólogos están contestes en que se necesita un freno que modere la extralimitación del Poder. Ya recordaba en la antigüedad el filósofo griego Aristóteles, que el poder excita la ambición y aumenta las pretensiones.
También es conveniente tener presente, que sería ingenuo pensar que todo Poder político en el ejercicio de su actividad se consolida por el solo pasar del tiempo, de tal manera que a mayor tiempo, la consolidación sería más sólida. La experiencia histórica nos demuestra lo contrario, pues la práctica del Poder erosiona y desgasta al titular del mismo; y por otro lado, el sometido al poder se cansa con bastante frecuencia de obedecer a un mismo titular del Poder.
El mantenerse en el Poder exige un continuo esfuerzo de quien lo ejerce en demostrar su superioridad respecto a sus adversarios, lo cual ha de concretarse tanto en el aspecto personal como en el sistema institucional imperante. Por eso en la lucha por el poder político no abundan los caminos de rosas.
El político sueña pero también sufre por conquistar el Poder. De manera que la lucha por el Poder político es algo más que la simple instrumentación de una estrategia de cara a un proceso electoral, que va a desembocar en una victoria o en una derrota. La lucha por la obtención del Poder es, ante todo, el triunfo o derrota de una opción política. Pero no siempre la búsqueda del Poder se limita a la conquista del puro Poder político, pues detrás de esa lucha, pueden haber ideales diferentes a la de detentar de un cargo de gobernante, como sería el anhelo de adquirir fama, seguridad, respeto, riqueza y otros valores.
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