viernes, mayo 3, 2024
OPINIÓN

LA CENSURA

POR: GLORIA CUENCA.

Pocas cosas afectan más el espíritu y el alma democrática que ver al país sometido por gente que no cree en la libertad, en la democracia; tampoco, en la cultura y el conocimiento. No, no se preocupen, no voy a insistir en la tragedia de “los que no saben, que no saben”. ¡Faltaba más! Estoy harta de escribir de todas las maneras posibles sobre ese defecto. Pretendo esbozar algunas ideas sobre lo catastrófica que resulta esa práctica generalizada, que se sepa desde el medio evo con la terrible Inquisición; estigmatizada por todas las corrientes del pensamiento. La censura, amables seguidores y contradictorios lectores, tiene implicaciones terribles. La primera, el censor, se “auto convence” de que, al no decir algo, ese hecho, suceso, información o noticia, no existió: origen de los secretos. Marca terrible de épocas oscurantistas y llenas de prejuicios. “Sotto voce” todo se decía y conocía, pero no se “divulgaba” formalmente. Así la joven que se escapaba de los padres, se iba con el novio, regresando preñada y era recibida; el niño/a era criado por los padres, pasando a ser la madre, hermana mayor. ¿De telenovela? No, de la realidad de los prejuicios. También la comadre, que se prestaba a criar al hijo de otra, para así no levantar sospechas. Por fortuna para nosotras, mujeres, el mundo cambió y desde las princesas, quienes ya han sido madres solteras y,” a mucha honra”, hoy es visto y aceptado el tema con naturalidad. Perdón, me desvío. La segunda cuestión con relación a la censura: lleva en sí misma, la descalificación. Presume el censor, que el censurado es persona de poca inteligencia, se contaminará o pervertirá, al saber como son en verdad las cosas. A la caterva de ignorantes (fascistas y comunistas) que durante todo el siglo XX desarrollaron procedimientos con la idea de impedir la “reducción de incertidumbre” al desinformar y enmascarar la realidad, les digo: ¡perdieron su tiempo! Entre cielo y tierra no hay nada oculto y, estamos en un tiempo de verdades. No hay posibilidad de ocultarlas. Les cuento, -además  recuerdo a los contemporáneos- que en tiempos de la “Cortina de Hierro”, lograron los soviéticos, 1957, ocultar para el planeta una fuga de radioactividad ocurrida y muy preocupante. Se conoció mucho después, pero se supo. Al inicio de la “perestroika” (la re-estructuración) y el “glassnot” (la transparencia); se hizo más complejo el ocultamiento de la verdad. El 26 de agosto de 1986, estalló en territorio de Ucrania, la planta nuclear de Chérnobil. La radiación era altísima y producía toda clase de efectos negativos, incluso la muerte. Lo peor lo sufrieron los trabajadores de la planta que fueron sacrificados tratando de parar el estallido y especialmente, la fuga de radiación. Los soviéticos, una vez más callaron lo ocurrido. En Suecia, con los aparatos que tienen, para medir estas situaciones, comenzaron unas oscilaciones que permitían darse cuenta de que, algo grave ocurría en alguna parte cercana. Cuando se empezaron a detectar, las radiaciones, en el resto de Europa, se ubicó el lugar. Los soviéticos se vieron obligados a revelar la verdad de lo acontecido. La historia de este suceso está narrada de todas las maneras posibles, casi 40 años después. Hay libros, docudramas, documentales, películas, series y demás presentaciones para que el planeta sepa lo que ocurrió, cuando, ¿por qué? Y, tal vez lo más importante ¿dónde? Las consecuencias se ocultaron, con todo tipo de censura a los pobladores de la región. No obstante, funcionaron las redes informales de comunicación. Es decir, cara a cara, o comunicación directa. El riesgo altísimo. Los responsables pretendieron ocultar y minimizar los hechos. Centenares de niños contaminados fueron enviados a Cuba a “vacacionar”; en realidad a tratar de que, se les quitaran las posibles enfermedades, riesgos de las radiaciones. Al final todo se ha sabido. La censura que tanto daño hizo a los habitantes de la zona, no logró impedir que el mundo se enterara de la debacle ocurrida.

Si los principales dirigentes y actores políticos de países sometidos a la censura, se dieran cuenta de que, la grandeza de algunas naciones va conjuntamente, con el respeto por las libertades individuales y colectivas, tal vez no serían tan obcecados en su decisión de no permitir la libertad de expresión. No solo hablo de la primera potencia del mundo, los Estados Unidos, duélale a quien le duela, sino de Inglaterra, por ejemplo. Donde se llega al extremo de establecer un comité de comunicaciones y prensa; durante los conflictos armados del país, se monitorea todo el tiempo la libertad de expresión, con la finalidad de lograr el mínimo de censura en medio de la guerra. Conscientes, los países desarrollados, de lo dañino que resulta decir mentiras y ocultar realidades. Difícil para los  ignorantes, entender la trascendencia del feed back o retroalimentación;  fundamental, en beneficio de la libertad de pensamiento, opinión, expresión, información y prensa. El demócrata valora la información noticiosa, que reduce la incertidumbre y pone al descubierto los sucesos que ocurren a diario. Mientras el ignorante, no quiere saber. Hay quienes leen, y ya. Lo democrático, lo adecuado, lo necesario es leer, analizar y darse cuenta; especialmente cuando se es gobierno: “¿Se refiere a mí?”, “¿hay algo que me puede interesar?” “¿Debo modificar mi conducta?”. Parece sencillo, y sin embargo no lo es. ¡No olvidarlo!

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