OPINIÓN

LA EXISTENCIA AUTÉNTICA

 

POR: P. JOSÉ ANDRÉS BRAVO H.

Cuando estudiaba filosofía en el Seminario me aficioné por la lectura de un autor francés llamado Ignace Lepp. Escribió libros de psicoanálisis porque, además de filósofo, era psicoanalista. Tres libros de filosofía eran mis preferidos: la Existencia Auténtica, la Comunicación de las Existencias y la Filosofía Cristiana de la Existencia. Se identificaba con la corriente filosófica muy influyente en las décadas del 60 y 70 del siglo XX, el existencialismo o, como lo prefiere denominar Lepp, la Filosofía de la Existencia. Cuando leí su autobiografía: De Marx a Cristo, me di cuenta de que su pensamiento era reflejo de su existencia. Para hacerlo breve, él pasó de la soledad a descubrir al otro y se convirtió en marxista. El otro que había descubierto era el obrero oprimido en un sistema liberal capitalista. Pero luego descubrió al otro como prójimo, con la mirada de Jesús en el Evangelio que le fascinó de manera definitiva, a quien debe acercarse hasta el sacrificio. Por eso se convirtió en cristiano.

Así comunica sus pensamientos enseñando el sentido de una existencia con sentido trascendente vivida como un proyecto histórico de amor a los demás, según el Evangelio de Jesús. No como lo plantea Sartre quien afirmaba que el hombre parte de la nada y culmina en la nada. Por eso, este existencialista ateo concluyó que la historia es una pasión inútil. Por el contrario, Lepp piensa que el ser humano es una existencia que tiene su fuente en el Dios creador y su historia es la realización de su proyecto hasta alcanzar la plenitud en el encuentro definitivo con el Padre Eterno.

La existencia auténtica se encamina cuando aceptamos nuestra propia identidad, somos idénticos a nosotros mismos. Ahí está el sentido de la soledad, no el encierro egoísta y el aislamiento individualista; se trata del descubrir la intimidad de nuestra existencia para poder salir del yo y encontrar la identidad propia de cada existencia: la comunicación de las existencias. Al entrar en nuestra intimidad encontramos que somos personas necesitada del Otro, nuestro Dios, a quien Jesús nos presenta como Padre. Y nos conduce al encuentro con las otras existencias en una relación de fraternidad.

 

JOSÉ ANDRÉS BRAVO H.

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