viernes, abril 26, 2024
OPINIÓN

NADA COMO EL TRABAJO EN EQUIPO

POR: GOLFREDO DÁVILA

Es una perogrullada decir que somos más eficientes trabajando en equipo, eso vale para el deporte, la labor social, la producción, el emprendimiento, la actividad política, entre otras. Sin embargo hace falta recordarlo, sobre todo en tiempos electorales cuando se arrecia la pugnacidad entre factores y donde se exalta el sectarismo, el personalismo y el mesianismo. Componentes de modelos de gestión cerrados, populistas, autoritarios o dictatoriales.

Es absurdo que en medio de esta dictadura pongamos nuestros intereses particulares por encima del interés general de la Nación. Lo que debe estar en el centro de atención de cualquier dirigente es la tragedia que sufre el pueblo y sus soluciones, así como la estrategia que nos conduzca a rescatar la democracia y la institucionalidad, a reconstruir la economía del país y atacar la pobreza. Las elecciones, como lo hemos dicho, deberían servirnos para la unión y para acumular fuerzas en función del objetivo de desplazar del poder a la tiranía, pero en ningún momento para pelearnos. La candidaturitis extrema es un árbol que nos impide ver el bosque.

Tenemos que reconocer que durante los últimos 50 años ha crecido en Latinoamérica el personalismo en la política, que ha traído hambre y destrucción. El argot popular nos dice que dos o más cabezas piensan mejor que una, o que la unión hace la fuerza. La historia nos señala que la condición sine qua non para lograr confianza, resultados satisfactorios y construir cambios es a través del esfuerzo colectivo. Acá hemos repetido que el cambio en Venezuela pasa por la unión de las fuerzas democráticas y el protagonismo del pueblo. Sólo el pueblo salva al pueblo.

Desde luego que en toda gestión hay responsabilidades individuales y colectivas, sería absurdo creer que lo bueno o lo malo es producto de un solo individuo, o pensar que todos somos responsables de todo cuanto ocurra, lo cierto es que bajo condiciones de normalidad democrática los ciudadanos delegan circunstancialmente en un equipo la administración de la cosa pública (lo que es de todos). Eso no significa concederle poder para actuar fuera de la ley, o facultarlo para imponer lo que le venga en gana, por el contrario se le asigna la responsabilidad de gestionar lo que ha sido consensuado y acordado por la comunidad.

Desde luego, esto no cabe en dictadura, el país sigue bajo secuestro, pero las ideas no mueren y siempre hay que visualizar el futuro, teniendo la plena seguridad que este régimen caerá. Por ello no debe faltar un plan o modelo alternativo que sea antítesis del actual, no se trata entonces, de cambiar una persona por otra, sino un programa en el que todos nos veamos reflejados.

En Venezuela, hasta ahora, ninguno de los niveles de gobierno ha sido abierto (gobierno de los vecinos) vale decir transparente, democrático y en el que la gente se sienta participe de la gestión. Así lo reza la Carta Magna y las leyes, pero como se sabe, hoy son letra muerta. El hegemonismo, la arrogancia y la exclusión no son sólo constitutivos de la actual tiranía, son síntomas de una cultura instalada en muchos de quienes se le oponen. Así como debe condenarse la corrupción, hay que suprimir esa idea de los salvadores o imprescindibles, por lo tanto, debe ser revocado ipso facto todo aquel que anteponga el interés personal al acuerdo colectivo. Requerimos de un liderazgo facilitador del cambio, incluyente, respetuoso de la disidencia y la diferencia, que posea la virtud de saber escuchar, que con humildad acompañe y se haga acompañar de la gente y que promueva el trabajo en equipo.

Ing. Golfredo Dávila, de Vanguardia Popular

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