Pisiga, Colchane e Iquique de Sudamérica: así lo atravesó un zuliano en cuatro días
Pisiga de Bolivia y Colchane e Iquique de Chile son testigos de los pasos fuertes que dejan impregnados en su arenoso suelo cientos de venezolanos que traviesan esa zonas fronterizas para llegar a Santiago, usando caminos irregulares.
Un venezolano y oriundo de Bachaquero-Zulia, a quien llamaremos Juan, alcanza llegar a Pisiga, un poco agobiado, pero al mismo tiempo optimista tras superar esta parte de su bitácora.
Este punto boliviano es una parada momentánea para descansar, comer, beber agua, bajar la presión y planificar la próxima ruta final con destinó a Colchane, esta vez a pie y con las maletas de esperanza en sus hombros.
Juan toma un descanso en Pisiga de Bolivia, donde el frio es agradable en la mañana y en la tarde, y el fuerte viento lo tambalea.
No se topó con el Salar de Coipasa ni con el Nevado de Cabaray, sino observó una actividad comercial binacional activa, vendedores de comida, carga pesada y venezolanos que tenían su mismo sueño; emprender otra vida a la chilena.
Pisiga de Bolivia es la zona más cercana con la ciudad de Colchane-Chile, sólo la separan 200 metros.
Por esa ruta pasó él junto a otros paisanos, transitaron a pie con pasos precavidos fuertes y atentos ante cualquier avistamiento policial o militar que pudiese frenar el camino en plena caída del sol.
Se ocultaban detrás de unos conteiner de camiones repletos de mercancía que circulaban despacio por esa vía para despistar a las autoridades fronterizas con el fin de llegar a Colchane.
“Aunque no siempre los policías están por esa trocha, era vital estar precavidos”, cuenta Juan, quien nunca se mostró espantado porque el poder de Dios lo acompañaba.
Adiós a Pisiga
Dejaba atrás Pisiga y Colchane lo recibía para luego embarcarse en un bus pequeño rumbo a Iquique, una ciudad costera al norte de Chile custodiada por el desierto de Atacama.
Pero otra dificultad se le presentaba a Juan en el camino en plena oscuridad y en un país desconocido.
A pocos metros de la Plaza de Peaje rumbo Iquique, el chofer les pide a los venezolanos que no se arriesgaría atravesar el control vehícular con ellos abordo por el tema de sanciones.
“Bájense del bus, crucen la trocha y los espero del otro lado del peaje”, fue la advertencia del chofer hacia Juan y al grupo, quienes, desconfiados por el temor de que el bus no esté en el lugar acordado, bajan todos y coordinan el nuevo desafío.
“Aun así, decidimos darle un voto de confianza al chofer”, dijo Juan.
Recuerda que caminaron 10 minutos por la trocha en plana oscuridad encontrándose en su paso maleza y dos zanjas las cuales atravesaron sin dificultad.
Pasaron una trocha sin problemas
Sólo pudieron activar las linternas de sus celulares con el fin de alumbrar el tenebroso ambiente para no dar un paso en falso, querían llegar sanos hasta ese punto de recojo.
“Logramos atravesar la trocha sin problemas, el bus se demoró en llegar al punto del reencuentro, la espera fue agonizante, pero a los pocos minutos nos embarcamos en el bus nuevamente a velocidad de la luz”, confesó Juan.
Las caras de miedo de Juan y de sus nuevos amigos poco a poco desaparecerían en el trayecto rumbo a Iquique.
Luego de tres horas de viaje en medio de una larga carretera desolada, Iquique los recibe en plena madrugada fría.
Por su parte Juan espera la puesta del sol en una acera a pocos metros de un terminal de pasajeros, desde donde se embarcará en un carro para seguir el camino migratorio hasta Santiago.
Aseguró que superó los miedos y desafió los obstáculos que se les presentaron en el camino dura el trayecto de 4 días. desde Pisiga de Bolivia a Santiago de Chile.
La odisea de Juan por Pisiga de Bolivia y Colchane e Iquique de Chile es tan sólo el tramo final de una ruta sudamericana, donde se combinan sentimientos de tristeza, miedo, angustia, pero siempre la felicidad se impone envolviendo una nueva oportunidad.
Raúl Arroyo Valera / IG: @arroyoraul30
Foto/ Cortesía
El Regional del Zulia
