POR: DR. ALIRIO FIGUEROA ZAVALA.
Individuo de número de la Academia de Ciencias Jurídicas del Estado Zulia.
Estamos viviendo una época con una espera desafiante, que provoca muchos retos a todas las organizaciones venezolanas, sean políticas o no. Lo anterior pudiera parecer extravagante, pero lo cierto es que esta condición es la realidad que todos estamos viviendo y que exige a todas las organizaciones políticas y sociales, esfuerzos necesarios para ir arreglándola. La esperanza es siempre muy vital en los seres humanos en desear, proyectar y conquistar un futuro donde se viva con dignidad y mejores condiciones económicas y sociales.
Todos tenemos necesidad de tener una versión plausible del porvenir porque todos estamos conscientes de que la vida transcurre en un espacio y en un tiempo determinado. Pocas son las personas que piensan que todo está allanado entre el aquí y el ahora.
Tomando en cuenta lo anterior, tenemos que tener claro, que todos compartimos la certeza de la incertidumbre que proviene de nosotros mismos, que somos susceptibles de aciertos y equivocaciones, y muy dependientes de la mezcla inédita entre los azares de la fortuna con la virtud que se manifiesta en nuestro carácter.
En cualquier caso, no hay manera de reducir al ser humano a una vida sin esperanza. Sobre este aspecto el filósofo y médico español Pedro Lain Entralgo escribió un tratado sobre la espera y la esperanza, advirtiendo que la espera puede adoptar modos muy diversos entre el más operativo de todos que es la creación y el más receptivo que es la expectación.
Dicho de otra forma, o se actúa para viabilizar el proyecto o simplemente se aguarda a que ocurra. Sea de resaltar, que los líderes políticos o sociales deben estimular la acción y no la pasividad; porque combatir la espera desafiante es un imperativo que deben tener todos ellos. La desesperanza es un arma; que se expresa en la desconfianza y anula al ser humano para contribuir proyectos colectivos. Recordemos siempre que abandonar los planes y proyectos es siempre l principio del fin.
POR: DR. ALIRIO FIGUEROA ZAVALA
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