OPINIÓN

UN PUEBLO DE BAUTIZADOS

POR: JOSÉ ANDRÉS BRAVO H.

La Constitución Dogmática sobre la Iglesia, «Lumen gentium» (LG), del Concilio Vaticano II, después de presentarnos el Misterio de la Iglesia que se origina en el Misterio de Dios, nos enseña que la Iglesia es el Pueblo de Dios de la nueva Alianza: «En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y práctica la justicia (cf. Hech 10,35). Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa» (LG 9). Así lo vemos realizarse en la historia de la salvación, según el plan de redención de Dios. «Jesús instituyó esta nueva Alianza, es decir, el Nuevo Testamento en su sangre (cf. 1Cor 11,25), convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se unieran, no según la carne, sino en el Espíritu, y fueran el Nuevo Pueblo de Dios. En efecto, los que creen en Cristo, al nacer de nuevo por la Palabra de Dios vivo, no de una semilla mortal, sino inmortal (cf. Pe 1,23), no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo (cf. Jn 3,5-6), constituyen ‘un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios; y los que antes no eran ni siquiera pueblo, ahora, en cambio, son Pueblo de Dios’ (1Pe 2,9-10)» (LG 9).

Somos, un Pueblo de Bautizados. Ahí tiene sentido lo que la Lumen gentium llama el Sacerdocio común o el Sacerdocio de los Bautizados: «Por tanto, todos los discípulos de Cristo, en oración continua y en alabanza a Dios (cf. Hech 2,42-47), han de ofrecerse a sí mismos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (cf. Rom 12,1). Deben dar testimonio de Cristo en todas partes y han de dar razón de su esperanza de la vida eterna a quienes se la pidan (cf. 1Pe 3,15)» (LG 10).

Es decir, todos los que hemos sido bautizados debemos vivir en comunión fraterna, en entrega de la vida y en el anuncio profético del Evangelio de Jesús. La existencia del bautizado se desarrolla en la historia en la entrega de sacrificio de amor, tal como lo hizo Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, en la Cruz. Es en el amor hasta el sacrificio de la Cruz donde se vive auténticamente el bautizo.

 

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