CITOJENSES BAJO EL MANTO SAGRADO DE SU PATRONA
Ciudad Ojeda, la gran urbe, la homónima del épico navegante Alonso de Ojeda, cuyo crecimiento se ha labrado, no solo a lo largo de sus 87 años de fundación, sino que guarda una historia ligada al fervor y cobijo de su Patrona ancestral la Virgen del Rosario del Paraute, ya que su templo se erigió en la antigua Lagunillas de Agua; poblado lacustre destruido por el fuego aquel fatídico 13 de noviembre de 1939, dando paso a la urbanización de esta hermosa ciudad.
Un voraz incendio que arrasó todo a su paso dejando alrededor de 200 personas fallecidas, y de cuyas cenizas surgió un gran milagro: un Retablo sagrado sobre el cual reposa la imagen de la hermosa advocación mariana, Nuestra Señora del Rosario del Paraute, que no fue alcanzada por las llamas del incendio anterior ocurrido el 15 de junio de 1928 y que había obligado su traslado al pueblo de Tasajeras. El fuego fue entonces el punto de partida para darle sentido a la creación de Ciudad Ojeda. El Retablo Protector intacto en medio de un templo incinerado luego llegaría a Las Morochas donde hoy reposa apacible y vigilante de un pueblo que adora a su Virgen con fervor dentro de un santuario que hace 23 años fue escenario de su coronación Canónica aprobada por la Santa sede en el año 2001.
Ese incendio se convirtió en el punto de quiebre para ocupar definitivamente la moderna Ciudad Ojeda creada el 19 de enero de 1937 con el fin de reubicar la pequeña población de Lagunillas de Agua, y que hoy, junto a todos los lagunillenses, celebra 87 años de fundación cubierta con el manto sagrado de su Santa Patrona.
CONSOLIDACIÓN DE CIUDAD OJEDA
Después del funesto incendio del 13 de noviembre de 1939 en Lagunillas de Agua, llegaron a Ciudad Ojeda las primeras familias que se salvaron de las llamas. La incipiente ciudad, cuya colocación de la primera piedra había sido decretada por el presidente Eleazar López Contreras el 19 de enero de 1937, con la idea de darle una solución habitacional a los pobladores de Lagunillas de Agua debido a los trágicos incendios que venían sufriendo desde que las compañías petroleras se establecen en la zona; los recibió con los brazos abiertos.
Para la fecha solo existían una redoma central con apariencia de plaza (Plaza Alonso de Ojeda) con un tanque para el almacenamiento y suministro de agua potable, construido en el área que conformaba por un lote de tierra que se conocía como “Granja Cayetano”; además de dos vías primarias: Bolívar y Alonso de Ojeda. Solamente se habían construido 68 viviendas de las 250 que correspondían a la primera etapa del proyecto de construcción. La ciudad superó ese amargo inicio y en la actualidad es una de las urbes más modernas de la Costa Oriental del Lago de Maracaibo.
Para las familias sobrevivientes reubicadas en la nueva ciudad, recordar esa tragedia es triste; pero al ser parte del desarrollo vertiginoso y sustentable experimentado por Ciudad Ojeda, hoy rodeada de comercios, hoteles y grandes edificios; les hizo pensar que tras la tragedia surgieron cosas buenas.
“Entrada ya la noche de ese desgraciado día, 13 de noviembre, una prostituta caraqueña, Alicia Mendoza, propietaria del bar Caracas, intentó encender una lámpara a combustión de gas para iluminar el negocio y al hacerlo el fuego abrazo las manos de la mujer quien herida lanzó el artefacto por una de las ventanas dando origen a un gran incendio que se extendió con gran celeridad hasta abrazar en muy poco tiempo todo el grupo de viviendas que se extendían sobre la planchada hacia tierra.
La confusión fue total, hombres, mujeres, niños y ancianos se movían invadidos por la desesperación el miedo y la terrible angustia, por encima de los chirriantes maderos de la planchada, semejaban un salvaje rebaño humano emitiendo gritos de espanto que más parecían alaridos de terrible. Dolor”, sostuvo en su libro “Lagunillas Histórica: Fuego maldito consumió a Lagunillas de Agua en 1939”, el extinto cronista lagunillense Omar Bracho en 2009.
FE INTACTA
Las llamas no destruyeron la fe del pueblo, y su devoción por el Retablo de la Virgen del Paraute que presenció esos horribles incendios; y hoy sigue intacta; por ello la Patrona de la Costa Oriental del Lago, desde su imponente trono adornado con la fe y la devoción de su feligresía, arropa con amor mariano desde hace ya 373 años, a una población que no cesa en oración para agradecer a ese Retablo que llegó a sus costas en un oleaje sagrado a través del río Paraute aquel 28 de octubre de 1651, en el momento que un joven indígena de la etnia Paraute, principal protagonista de esta historia, se encontraba sentado en su palafito erigido a orillas del Lago marabino en la desembocadura del río Paraute, cuando sus pies tropezaron con una insistente Tablita de madera, que por tres veces rechazó; al notar que la Tablita regresaba a él, la tomó y se la llevó para colocarla sobre el techo pajizo de su bohío.
El párroco del asentamiento palafítico visitó al indígena en su choza y pudo ver el cuadro que representaba a la Santísima Virgen María, se lo llevó para la iglesia de la Candelaria construida en el poblado de Lagunillas de Agua, donde se le dio culto bajo la designación de Nuestra Señora del Rosario de Paraute, por haber sido arrastrada por las aguas de dicho río, dejando constancia de la Santa aparición en los libros parroquiales. En 1774, el Obispo de la Diócesis de Caracas, Mariano Martí, en su visita pastoral por Valle Seco, Moporo, Tomoporo de Agua y Lagunillas de Agua, valora el Retablo de la Virgen, mencionando que estaba cubierto de plata y esmeraldas, entre otras cosas.
“Esta Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Paraute está colocada sola y sin ninguna otra Imagen de Santo en el altar mayor de esta Iglesia, dentro de un nicho elevado… es de pintura, de un palmo de alto, con el ancho correspondiente. Dentro hay un círculo de oro con rayos, y en el centro está la Imagen con el Niño Jesús en el brazo izquierdo y con un rosario en la mano derecha”, escribió el obispo Martí sobre lo observado.
