TRES CULTOS, TRES DEVOCIONES, TRES PROTECTORES
En cada ciudad se despliega un proceso de arraigos culturales, sociales y religiosos vinculados a la historia particular de los grupos que lo habitan, y Ciudad Ojeda es una simbología viva de este precepto en el aspecto religioso, ya que rinde culto a tres deidades santas que están estrechamente ligadas a sus raíces, tanto ancestrales como vanguardistas. Es así como siente un amor fervoroso por la Patrona del municipio Lagunillas la Virgen del Paraute, por la Patrona de la ciudad, Santa Lucía, y finalmente rinde un culto vehemente a San Benito de Palermo, tradición que viene intrínseca en la sociogénesis de la ciudad.
Lo que ocurre en Lagunillas es algo muy peculiar, y que se ha repetido en otras ciudades costeras como Santa Rita.
En el caso de San Benito, cuyas fiestas junto a las de la Virgencita del Paraute se celebraban anteriormente en el pueblo de Lagunillas de Agua, los habitantes de esta antigua población manifiestan con orgullo que su vida estaba centrada en las creencias de protección a San Benito, y eso los hacia felices. En algunos casos se puede dar en estos grupos la innovación de valores y en otros la redefinición de los ya existentes, tal como sucedió en Ciudad Ojeda. Recordemos que parte de la identidad del grupo y su continuidad se da a través del vínculo con su entorno físico, y los lagunillenses lo reeditaron al llegar a Ciudad Ojeda.
La antropóloga e investigadora zuliana, Morelva Leal Jerez, publicó un artículo titulado Imaginarios Urbanos e Identidades en Ciudad Ojeda, donde recopila información precisa de la voz de sus protagonistas, señalando que Ciudad Ojeda nace sobre el embrión calcinado de Lagunillas, según titulares de prensa de la época en que se registró el incendio de Lagunillas de Agua (1939), debido a que este evento le dio paso al poblamiento definitivo de Ciudad Ojeda.
CULTO A SAN BENITO
Está claro que hay tres sectores religiosos diferenciados en Ciudad Ojeda. Primero están los que cohabitan en los alrededores de la capilla de San Benito en la calle Sucre, que hoy forma parte de la estructura parroquial de la iglesia católica local; capilla edificada por los mismos devotos de la mano de la sociedad de San Benito, creada en la década de los setenta para tramitar y organizar lo relativo a la fiesta del Santo Negro.
Los vasallos de San Benito, dirigidos por los descendientes de las familias Arteaga, Moronta, Lizardo y Ballesteros, que llegaron provenientes de Lagunillas de Agua luego del incendio, lo que buscaban con la presencia sanbenitera en la zona era la cercanía con el Santo, pero también mantener sus creencias desarrollados en Lagunillas de Agua y transmitirlas de generación en generación; y siendo construida la capilla con sus propias manos y recursos representaba una simbología de arraigo a sus raíces, sin embargo estás acciones sociales convirtieron el sector en una frontera simbólica interna, porque delimitó un territorio que ellos consideraron propio, como lo manifiestan sus residentes.
La fiesta central de San Benito en Ciudad Ojeda se celebra al igual que Cabimas el 27 de diciembre y 6 de enero, y su origen lo remontan a sus antepasados esclavos que llegaron a todas las costas del lago de Maracaibo y la repetición de tradiciones familiares. Dicen que sus padres les enseñaron a seguir la tradición aprender a tocar los instrumentos y divertirse un rato con San Benito. Son entonces estas fiestas la expresión simbólica de la identidad de una colectividad que se niega a dejar de lado sus costumbres y tradiciones. “El santo no es de nosotros es del pueblo”, sostienen sus devotos.
DEVOCIÓN A SANTA LUCÍA
Por otro lado; cuando Ciudad Ojeda se consolida como una urbe de progreso y crecimiento en todos los aspectos, sus pobladores fijaron como fecha de su fundación el 13 de diciembre, día de Santa Lucía, a la que además reconocieron como su Patrona, aunque años antes sus vecinos “morocheros” habían construido una humilde iglesia, en gratitud con la Virgen del Paraute su amada Patrona que ganó una adoración superior por ser Patrona del municipio Lagunillas.
Recordemos, que como se dijo antes, esta dualidad de Patronas no era raro, ya que en Santa Rita, los colonizadores que llegaron a esas tierras por primera vez, trajeron consigo la fe en Santa Rita de Casia, por la cual lleva el nombre dicho Municipio, pero en 1806, en su visita pastoral, por el Lago de Maracaibo, el Cuarto Obispo de Mérida y Maracaibo de las Provincias Occidentales de la Indias, Santiago Hernández de Milanés, eleva ese territorio a parroquia eclesiástica y le establece como Patrona a La Virgen del Rosario de Aránzazu, lo que originó, que dicho municipio tuviera también dos Patronas.
La veneración citojense es entonces hacia una deidad siciliana, una mártir, Santa Lucía, su Patrona, cuyo nicho reposa en la iglesia de Santa Lucía construida alrededor de la plaza Bolívar en 1977, formando una nueva parroquia dedicada a Santa Lucía, erigida el 19 de mayo de ese año por Mons. Marco Tulio Ramírez Roa. Edificada en un terreno cedido por familias italianas al Estado venezolano. Se trata de un amor enquistado por la comunidad italiana, y era vista para ese entonces como la Virgen “nueva”, “bonita”, siendo arropada por un bloque religioso que certificaba que las migraciones no representan rupturas totales con sus costumbres y tradiciones, y una muestra es que este patronato surge del arraigo de los extranjeros, en su mayoría italianos, que llegaron a estas tierras a medianos del siglo XX para convertirse en el motor impulsor del desarrollo económico, social y cultural de la ciudad.
El llamado pastoral constante a la feligresía de Ciudad Ojeda es a imitar el ejemplo de su patrona Santa Lucía y que por medio de su martirio se conozca la obra de santificación que Dios ha hecho en ella, para que sean luz en medio del mundo que está en tinieblas, así como lo fue su patrona hasta el punto de entregar su vida por protección del más necesitado.
IMPRONTA DE ESPIRITUALIDAD AGUSTINIANA
El padre agustiniano Fernando Campo del Pozo, relata en un artículo sobre la Semana Santa en las poblaciones de El Carmelo y Ciudad Ojeda, que en 1964 cuando había sido enviado a Ciudad Ojeda, como director del colegio de San Agustín y párroco de Cristo Rey, había dos iglesias: la de Santa Mónica, sede de la parroquia, y Nuestra Señora del Rosario del Paraute en la barriada de Las Morochas. “Había tantos extranjeros que se llegó decir que allí se podía considerar a los lagunillenses autóctonos como extranjeros. Existía una barriada o caserío o antiguo, denominado Las Morochas, que tenía su iglesia de madera y latones, con un antiguo y valioso cuadro de Ntra. Sra. del Rosario del Paraute de 1651, cuya historia se había escrito algunos años antes a petición del Mons. Domingo Roa por el Hno. Nectario María”. Asegura en su texto Campo del Pozo, agregando que en Las Morochas seguían sus tradiciones sin querer saber nada con los de Ciudad Ojeda y menos con el culto de la iglesia de Santa Mónica, sin embargo, con motivo de la Semana Santa ese año se comenzó a fomentar una tradición que unía a los de Ciudad Ojeda con sus barrios, que fue la celebración de la procesión del Jueves Santo. Luego el 28 de noviembre de 1967, se erigió la nueva parroquia de Ntra. Sra. del Rosario del Paraute, que atendían los agustinos. Una vez terminada la iglesia de Las Morochas en 1972 pasó al clero secular.
La impronta de espiritualidad dejada por los curas doctrinarios en los pueblos indígenas permitió afianzar ese amor por las deidades que veneran hoy día los lagunillenses, y es loable la labor desempeñada por los padres agustinos llamados a mantener este fervor religioso. “Esto es motivo de orgullo para nosotros los agustinos, sin quitar por ello mérito a otras familias religiosas. Efectivamente, nuestros frailes cumplieron allí un maravilloso trabajo de cristianización ejemplar, a base de constancia, diligencia, sacrificio por amor a Dios y al pueblo indígena”, sostuvo en su relato el padre Campo del Pozo.
